Mucho se ha dicho sobre la campaña que desde la Secretaría de la Juventud hemos liderado bajo el mensaje de #HazteElAmor. Reconocemos las críticas, disfrutamos algunos chistes y recibimos con gusto los comentarios positivos. Sea esta otra oportunidad para reflexionar sobre nuestro enfoque.
En primer lugar, habría que decir que nuestra Secretaría tiene por mandato la custodia y la promoción de la salud pública de las juventudes, escenario donde la sexualidad es claramente un ítem de importancia. En ese sentido, durante este gobierno e incluso en algunos momentos de administraciones anteriores, desde la Secretaría de Juventud se ha liderado el desarrollo de ejercicios reflexivos, comunicativos y formativos en torno a la sexualidad juvenil.
Así, la sexualidad no resulta ni una agenda ajena a nuestra dependencia, ni es un tema de poca relevancia para nuestros jóvenes. Por el contrario, el silencio que ha caracterizado esta conversación debe cesar y diferentes actores sociales con responsabilidades sobre su custodia y cuidado, deben tomar roles activos en la generación de diálogos sinceros, claros y humanos que permitan crear decisiones libres, autónomas y seguras.
En esa dirección se ha trabajado en la Secretaría y bajo ese lineamiento decidimos abordar la masturbación. La perspectiva que proponemos es muy simple: como una práctica humana, absolutamente natural, rodeada de muchos silencios, juegos de poder y estigmatizaciones. Así, buscamos representarla con la mayor naturalidad posible desde lo gráfico, la nombramos sin titubeo e incluso, iniciamos suscitando debates en torno a las brechas de placer que rodean esta práctica en el género femenino.
Además, partimos desde la comprensión de la masturbación como expresión privada de la sexualidad que puede posibilitar efectos positivos a los individuos y que puede generar efectos públicos. Por ejemplo, reconociendo sus efectos positivos sobre el humor de los individuos o su salud urológica. E incluso, reconociendo que el silencio frente a estos temas puede generar represiones y tensiones que produzcan efectos negativos en la salud sexual, reproductiva, mental o psíquica de las personas. Todo esto, bajo una sólida base científica que parece ser abiertamente desconocida por muchos.
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Entendemos las molestias que pudo suscitar esta decisión y enfoque. Pero es momento de la sinceridad. En nuestro país, algunas religiosidades y moralidades casi coloniales aún ocupan posiciones importantes en la constitución de políticas, instituciones y decisiones públicas. Una situación que cada vez para menos personas es un orgullo, y que por el contrario, ha demostrado ser parte de las causas de la ineficiencia, infectividad y exclusión que caracterizan a diversas políticas y actuaciones públicas en nuestro contexto.
Quizá un ejemplo lo haga más claro. Mucho tiene que ver nuestra moral cristiana y los roles que a las mujeres en ella se asignan, en la ineficiencia y la inoperancia de nuestras políticas de equidad de género. O ni que decir en el reconocimiento de la igualdad de derechos de poblaciones LGTBIQ.
Sin embargo la Constitución de 1991, nuestro marco fundamental de actuación pública, nos convoca a construir un Estado colombiano diferente. Es decir, construir un país para todos y todas bajo un marco normativo que se funda en el respeto de la dignidad humana y el reconocimiento de ésta, como el criterio que nos iguala como ciudadanos, un país que en últimas debe partir de una fuerte base secular y que debe procurar abordar los problemas públicos desde bases científicas y sociales; y no desde fundamentos morales y religiosos. Ese también ha sido nuestro marco y lo seguirá siendo.
PDTA: Valdría la pena acá destacar que nuestra administración es la primera en contar con un equipo profesional y un programa de salud pública dentro de la Secretaría. Así mientras en el pasado estas acciones eran resultado de articulaciones con otras dependencias o producto de ejercicios de contratación de terceros; en la actualidad Secretaría de Juventud tiene capacidad técnica y personal que puede desarrollarlas.
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