“Amigos puristas, no tachemos siempre al Derecho de simplón e indigno, y amigos abogados y estudiantes, no despreciemos la riqueza de la literatura y el aporte que puede hacer en nuestra profesión.”
Que me perdonen mis amigos puristas de las letras si mezclo algo tan “simplón e indigno” como el Derecho (para muchos de ustedes y para mí en ocasiones) con el edificio de la Literatura. Pero les tengo una confesión: cuando de vez en cuando un libro voltea a mirarme, antes de iniciarlo busco una corta biografía de su autor, y muy pronto para mis adentros termino haciéndome la misma broma: “este también era un desgraciado”. Es el término que acuño para todo escritor que pasó por el Derecho en algún momento de su vida (así sé que un día fue tan desposeído de gracia como yo) y me pregunto cuál es esa relación secreta y casi siempre inacabada que ha tenido en la historia el Derecho con la Literatura. Hay un hado que empuja a este hacia ella, hasta que las raíces se extienden y se juntan, para luego tener a estos desgraciados dando tumbos.
Estos escritores, vaya sorpresa, casi siempre terminan renegando del simplón e indigno Derecho, para poner ejemplos cercanos Gonzalo Arango nos dice: “Yo elegí mi vida porque a mí me corresponde vivirla. Si no seguí estudios de derecho, fue por comprender que era una tribuna pequeña para dar mi testimonio de hombre. Mi destino estaba en ser hombre y me elegí escritor.”[1]
Parece ser que Gonzalo era de los que lo consideraba simplón, pero interesante es preguntarse, ¿Qué dejó en él el Derecho?, pues era el mismo que nos hacía una radiografía de la Colombia violenta, sufrida, desposeída, en Elegía a Desquite, diciendo allí, él que se eligió escritor que: “los hombres no matan porque nacieron asesinos, sino que son asesinos porque la sociedad en que nacieron les negó el derecho a ser hombres.”[2]
Ese mismo que nos hace allí reflexiones sobre la dignidad, aquel que analiza de la forma más objetiva y humana lo criminal. Amigos abogados, ¿les suena a algo? y amigos puristas, ¿les llega aquella poesía, de aquel Gonzalo que decía que si el gran penalista Gaitán no hubiera muerto el nadaísmo no hubiese existido?, que en cambio aquellos poetas hubieran estado a su lado luchando por su causa de país. Yo me pregunto, ¿Qué dejó en Gonzalo Arango el Derecho?
También me pregunto qué dejó el Derecho en otro ejemplo cercano, ni más ni menos que nuestro nobel de literatura, quien en su autobiografía nos confiesa: “Acababa de abandonar la facultad de Derecho al cabo de seis semestres, dedicados más que nada a leer lo que me cayera en las manos y recitar de memoria la poesía irrepetible del siglo de oro español.” Cuentan que en esos meses en la facultad de Derecho de la “Nacho” lo que menos hizo fue estudiar Derecho. Es larga la lista de escritores que tal vez consideraron el Derecho indigno y lo abandonaron, no es broma si les digo que borraría la mitad de mi biblioteca si suprimo a los desgraciados que hay en ella: William Ospina, Fernando González (quien llegó a ser magistrado); Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Kafka (quien lo estudió por obligación y que logró hacer la mejor descripción de lo tortuoso y surreal que es un proceso); Julio Verne, Flaubert (quien abandonó en medio de desequilibrios nerviosos); Tolstoi, León de Greiff, Maupassant, de parte de los poetas malditos tenemos a Baudelaire; Balzac, Octavio paz, Bernhard Schlink, Goethe, etc.… ¿¡Qué dejó en ellos el Derecho!?
Entiendo que verlo de esta forma es poco alentador, puesto que la mayoría abandonó la profesión, pero les pido que nos fijemos en esos rezagos que dejó el Derecho en ellos cuando los leamos. Hubo allí algo que ayudó a moldear el don de escritor entre estos grandes -así fuera percatarse de aquel hoyo- que justamente por su don de desgraciados, de abandono, y de renuencia, nos hacen sospechar esa relación secreta y casi siempre inacabada del Derecho con la Literatura.
No soy un defensor del Derecho, pero entiendo que en este están las herramientas que nos permiten comprender los problemas esenciales de la sociedad, y los medios para llegar a los móviles de transformación profunda: Allí está la academia sobreviviendo con dignidad. Por eso amigos puristas, no tachemos siempre al Derecho de simplón e indigno, y amigos abogados y estudiantes, no despreciemos la riqueza de la literatura y el aporte que puede hacer en nuestra profesión. Se los dejo en palabras del Jurista Ronald Dworkin:
“A los abogados les vendría bien estudiar interpretaciones literarias y artísticas. Puede no parecer un buen consejo, ya que los mismos críticos están muy divididos en cuanto a lo que la interpretación literaria es, cosa que no mejora en las otras artes. Sin embargo, precisamente por eso los abogados deberían conocer dichos debates. No todas las batallas que se han librado entre la crítica literaria han sido edificantes y a veces ni siquiera inteligibles, pero se han defendido muchas más teorías de la interpretación en la literatura que en el derecho.”[3]
[1] Tomado de: https://www.gonzaloarango.com/imagen/gonzalo-arango-43.html [2] Tomado de: https://www.gonzaloarango.com/ideas/desquite.html [3] Hart, H. L. A., Rodríguez, C., & Dworkin, R. (1997). La decisión judicial: el debate Hart-Dworkin. Siglo del Hombre Editores. p. 148
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