La pobreza es un problema extremadamente complejo cuya superación tiene que ver con el crecimiento económico de una nación y con el desarrollo de capacidades e incentivos para que los individuos puedan identificar y aprovechar las oportunidades que ese crecimiento les ofrece. Porque son los individuos – autónomos, libres, responsables y capaces – los que salen de la pobreza. El asistencialismo gubernamental no saca a nadie de la pobreza, a lo sumo la hace llevadera, embotando de paso el sentido de autonomía y responsabilidad individual y convirtiendo a las personas en masa sumisa y dependiente.
Sin embargo, está profundamente enquistada en mentalidad de muchas personas la idea de que la pobreza es un problema de fácil solución, que podría resolverse de la noche a la mañana si así lo dispusiera un gobierno bien intencionado y providente con “voluntad política” para hacerlo. Bastaría con que ese gobierno quitara a los ricos – que Fajardo llama los “privilegiados” – un poco o un mucho de su riqueza – mediante la expropiación o la tributación progresiva – y la repartiera entre los pobres en la forma de subsidios.
Quien no ha visto más que su propio ombligo no sabe nada de ombligos y quien no ve más que la pobreza de su propio país no sabe nada de pobreza. Pensar es medir y medir es comparar. Sin embargo, las comparaciones de pobreza entre países presentan ciertas dificultades metodológicas que es conveniente aclarar.
La comparación de la incidencia de la pobreza monetaria calculada sobre la base de la línea de pobreza nacional arroja resultados que están lejos de ser obvios. Como ya se explicó, esa línea resulta de la valoración a precios de mercado de una canasta de bienes cuya composición y ponderaciones varía sustancialmente de un país a otro. Con una línea de pobreza suficientemente baja, Bangladesh, por ejemplo, puede mostrar una tasa de pobreza similar a la de Alemania.
Algo semejante ocurre con las comparaciones de la pobreza multidimensional. La adecuada eliminación de excretas o el acceso a fuentes mejoradas de agua potable, son variables importantes para países en desarrollo de África o América Latina, pero completamente irrelevantes para los del mundo desarrollado. Así, dos países con Índices de Pobreza Multidimensional semejantes pueden tener situaciones de pobreza completamente disímiles en términos cualitativos.
El Banco Mundial tiene un indicador que permite hacer comparaciones directas entre países: las brechas de pobreza a US$ 1,9, a US$ 3,2 y a US$ 5,50. Es pobre extremo o indigente la persona que subsista en cualquier lugar del mundo hasta con US$ 1,90 y es menos pobre quien subsista con US$ 3,20 o menos al día y mucho menos pobre quien lo haga con US$ 5,50. La incidencia de la pobreza es el porcentaje de la población que vive en esa situación, es decir, por debajo de esos umbrales.
Las gráfica 1 y 2 muestran, respectivamente, la relación entre la brecha de pobreza a US$ 3,20 y a US$ 5,50, y el PIB per cápita, ajustado por paridad de poder adquisitivo, de 79 países, de todas las regiones del mundo y todos los niveles de ingreso. El resultado no tiene nada de sorprendente: a medida que es más desarrollado en país, es menor la incidencia de la pobreza.
Gráfica 1
Gráfica 2
Hay dos caminos seguros para llegar al fracaso y a la frustración: pedir lo imposible y oponerse a lo inevitable, decía Francisco Cambó. La incidencia de la pobreza está directamente relacionada con el nivel de ingreso del país. No podemos pretender tener el nivel de pobreza de Luxemburgo, ni resignarnos, si ese fuera nuestro caso, con el de la atribulada Sudán del Sur.
No estamos en ninguno de esos extremos. Aparentemente, Colombia tiene los pobres que corresponden a su nivel de desarrollo. En 2019, la incidencia de la pobreza medida por la brecha de US$ 3,20 era de 4,7%, lo cual significa que en dicho año el número de pobres era unos 2.350.000. Para la brecha de US$ 5,50 la incidencia, en el mismo año, era de 11,5%, lo que se traduce en unos 5.750.000 pobres.
Estas cifras conducen a formularse una pregunta: ¿Cuántos pobres hay en realidad en Colombia? La respuesta no es evidente. La gráfica 3 muestra el número de pobres en 2019 según cuatro formas alternativas de medición.
Gráfica 3
Las cifras que arrojan las brechas de pobreza según la metodología del Banco Mundial hacen que la cifra calculada con la línea nacional parezca exagerada. Los 3,20 dólares por persona día equivalen a unos $ 12.000, que para una familia de 4,3 personas representa un ingreso mensual de $ 1.527.360. Si la cifra de la brecha es US$ 5,50 se tendría que una familia pobre en Colombia es la que tiene un ingreso inferior a $ 2.625.150.
Dentro de las variables que se incluyen para el cálculo del índice de pobreza multidimensional, hay tres que inciden directamente sobre el ingreso monetario: desempleo de larga duración, trabajo informal y trabajo infantil. Esto sugiere que los pobres multidimensionales son también pobres monetarios y que, por tanto, la cifra de pobreza monetaria no debería estar muy alejada de la cifra de pobreza multidimensional. Que sea el doble, según la estimación del DANE, parece exagerado.
Las cifras de pobreza deben mirarse con cuidado y responsabilidad pues la incidencia porcentual y el número absoluto de pobres varía apreciablemente según la metodología empleada para medirla. La metodología del Banco Mundial de las brechas en dólares es más sencilla y transparente que la de la de línea nacional y permite hacer comparaciones entre países. Estás comparaciones indican que con 5.750.000 pobres en 2019, brecha de US$ 5,50, Colombia tiene una tasa de pobreza monetaria acorde con su nivel de desarrollo económico. Es una irresponsabilidad política desconocer ese hecho y utilizar ese desconocimiento, como lo hace Fajardo, para justificar el estallido de violencia, vandalismo y criminalidad que está padeciendo el País.
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