La derecha perdida | Parte 1

La derecha perdida: por qué la derecha carece de relato y dónde debería encontrarlo (2017), es un libro de Valentina Verbal: historiadora y autora liberal clásica oriunda de Chile; cabe destacar que Verbal es una mujer transgénero, siendo alguien que, además de ser uno de los mejores divulgadores del liberalismo que tenemos en América Latina, ha tenido una enorme capacidad de destacarse profundamente en todo lo que hace y de moverse dentro de los círculos intelectuales de la derecha, pese a sus gustos y preferencias. Ahora bien, la intención del presente artículo no es hacer una reseña de tan magnífica obra, pero si usaré el título de esta para exponer, en una primera entrega, las razones por las cuales la derecha cómo actualmente se encuentra concebida en la mayor parte de occidente, conduce indefectiblemente, a que la izquierda progresista y el socialismo triunfen y se impongan sobre la ciudadanía.

Antes de entrar en materia, es importante dejar claro que las bases filosóficas del liberalismo clásico sobrepasan los antiquísimos conceptos políticos de izquierda y derecha. No obstante, al momento de llegar a la práctica, es casi imposible no colapsar hacia estos –especialmente en materia económica– y que, por supuesto, un proyecto político de derecha pura y dura con profundas bases en el liberalismo económico y que emerja en nuestro país o en cualquier otro de la región, debe ser fiel a sus principios y valores e incompatible con cualquier tipo de colectivismo. La derecha se encuentra llamada a recuperar su alma histórica, la cual, se encuentra estrechamente vinculada a la idea de un Estado austero y que deje operar a sus ciudadanos con libertad casi absoluta; por ende, una derecha genuina en Colombia, también tiene que rechazar a todo el que pretenda ser “adalid de la moral y el orden” y al caudillismo propio de movimientos políticos como el Uribismo.

La génesis del problema

Independiente de mi repudio por la tiranía de la opinión de políticos progresistas como Gustavo Petro y Jorge Enrique Robledo, y sus huestes de tontos útiles en las que la mayoría repiten slogans como si fueran muñecos programados en serie, se debe tener en cuenta que la primera razón por la que la derecha no es capaz de lograr consolidarse en el país, se debe a la impresionante desinformación creada alrededor de los conceptos de derecha e izquierda políticas, algo que no es solo de su parte, sino también de la de periodistas y celebridades –lacayos de estos, lo más probable– como María Antonia Pardo y Margarita Rosa De Francisco, última que escribió al respecto un pavoroso artículo para el portal El Tiempo. Tal desconocimiento se ha visto sumamente acentuado en contextos como el de las campañas electorales de 2018, ya que, en aquel entonces, muchos aseveraban que yacíamos ante el inminente peligro de caer en manos de una “dictadura de derecha o ultraderecha” –porque para esta gente, básicamente ambos términos representan lo mismo–. En mis adentros, dichas afirmaciones me producían tanto risa como desconsuelo, cuando lo cierto es que, en Colombia se puede decir que no existe derecha; a lo sumo, habrá uno que otro político que lo sea, pero al militar en partidos que no lo son, están supeditados a las disposiciones de sus líderes y poco o nada pueden hacer.

Adicional a ello, nos encontramos con la lamentable costumbre que se ha implantado de relacionar al Uribismo con la derecha, cuando el pensamiento del expresidente Uribe, con el paso del tiempo, ha demostrado ser cero coherente. Así, la izquierda en una estrategia de malversación casi magistral en el uso de la lengua, se ha encargado de calificar como “ultraderecha fascista y neoliberal” a todo lo que no apesta a ella. Nada más alejado de la realidad.

La segunda razón es porque, aunque la derecha que tenemos es capaz de ganar una elección como las que ha ganado, en términos de continuidad no logra atraer a una próxima generación y tampoco consigue darle continuidad doméstica a un proyecto político desde el punto de vista de un relato; pero no un relato difundido como marketing político solamente y como se suele contemplar casi siempre, sino como un gran principio ideológico que se define en un momento histórico específico: en una coyuntura determinada. Este principio, no puede ser otro más que la libertad del individuo, entendida claro, de manera mucho más profunda. La derecha actual carece de verso en ese sentido.

El pésimo enfoque

La derecha del hoy cree en un proyecto político que está en la obligación de establecerse sobre un horizonte en el plano moral, el cual se recrudece una vez llega al poder, porque, a través del Estado no solo se establece, sino que se impone. Lo lamentable del caso es la gran contradicción que acá se produce, pues lo correcto es que la inmoralidad sea combatida desde las instituciones civiles, no mediante el Estado; cuando en la ciudadanía le otorgamos al Estado el derecho de decirnos qué es moral y qué no, entonces ese mismo Estado se arroga el derecho de ser inmoral o no. Por lo tanto, para que la actual derecha logre hallar sentido político en su relato, todas las personas tenemos que someternos a sus intereses; esto es, someter nuestros proyectos de vida hacia ese horizonte colectivo que esta, propone.

Lo anterior, además de la contradicción claramente puesta en evidencia, se arraiga como una visión colectivista, porque por más que sea un colectivo un tanto más moderado que el de la izquierda progresista y el socialismo, está nadando en aguas colectivistas. Así, la derecha rechaza que las personas tenemos fines propios y que esos fines propios deberían llegar a una sociedad libre suprema, es decir, plenamente respetada por el Estado y sus autoridades. La derecha del hoy se compró la nefasta idea de que el Estado tiene que erigir una concesión de la vida tanto en el plano económico como en el plano íntimo.

Concluyendo

Desde luego, es necesario entender la libertad económica y defenderla a rajatabla por cuestiones morales, puesto que todos tenemos fines y talentos distintos, y a través de esta, es que construimos el piso sobre el que podemos ejercer sanamente el resto de las libertades que nos competen como individuos. El tendero, el zapatero o la señora que vende productos por catálogo, son personas que están desarrollando un proyecto de vida y están buscando su felicidad. Para nuestra desgracia, la derecha que nos rodea, no lo entiende. El Estado no tiene por qué aceptar esos proyectos de vida en mención u otros que surjan, ¡tiene que permitirlos!, no tiene por qué restringir ni regular compulsivamente.

Por otra parte, lo que prosigue es comprender la libertad en otros planos; reconozco que, objetivamente hablando, no es fácil lograrlo. Quienes somos afines a la derecha tenemos que dar ese paso, relacionándolo claro con la libertad económica, pero defendiéndolo a través de razones no económicas, sino filosóficas, pero libres de mucha complejidad, para a su vez, poder avanzar con mayor facilidad hacia el escalón del que hablaré en la próxima entrega de esta columna: defender la libertad sexual, y de este modo, evitar que continúe perdida.

Cristian Toro

Cafetero. Ingeniero Electrónico de la Universidad Nacional de Colombia Sede Manizales y Especialista en Gerencia de Proyectos de la Escuela de Ingeniería de Antioquia (EIA). Socio, administrativo y docente de Kumon Alto de Las Palmas: franquicia educativa que imparte una metodología de estudio japonesa como complemento para que niños y jóvenes mejoren su nivel académico.

Editor Ejecutivo (EIC) de El Bastión y Revista Vottma, miembro fundador de la Corporación PrimaEvo y del movimiento Antioquia Libre & Soberana, y columnista permanente de Al Poniente y el portal mexicano Conexiones. Afiliado al Ayn Rand Center Latin America y colaborador de organizaciones como Fenalco Antioquia, The Bastiat Society of Argentina y México Libertario.

1 Comment

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

  • […] vez esta llega al poder, pues, a través del Estado no solo se establece, sino que se impone (Toro, 2021b), tan autoritariamente, como cualquier proyecto político colectivista. Son una especie […]