Ha pasado el tiempo y te extraño… te extraño mucho

Yo.

Eran las 08:35 de la mañana de ese 30 de julio, esa última mañana en la que desaparecías de mis ojos para no verte nunca más con ellos y donde iniciaría otra forma de tenerte cerca y sentirte conmigo. Te fuiste sin avisar que no volverías. Que descortesía. Te fuiste sin pensar que tendría que extrañarte, pues tu ausencia se me convirtió en un rosario de angustias y miedos al tener que seguir mi vida sin ti. En una eternidad corroída por la soledad y los vacíos que me generaron tu ausencia, es decir un sinfín de cosas incomprensibles y de las cuales tú tenías la misión de enseñarme y yo de aprenderlas junto a ti. Pero te fuiste y no pude hacer nada para evitarlo o para que regresaras.

Te busque por las calles día tras día, pregunte por ti y nada de lo me dijeron me condujo a ti. Te busque entre mis recuerdos y te veía ahí jugando conmigo, pero yo te quería ver ahí (aquí) junto a mí, compartiendo la mesa para comer, la risa para demostrarnos felicidad,  los abrazos para sentir confianza y en general tu compañía para sentirme seguro y glorioso en la vida. Pero no, pero nada. Te fuiste y me quede con la ilusión interminable de querer saber de ti. No tuviste compasión de mí, pues aun tan lejos el tiempo de tu partida todavía me haces llorar, todavía tu ausencia me dice que estás conmigo. Por eso no creo mucho el cuento de los que se van, menos el de la muerte, pues solo mueren los que no se dejan amar, los que no se permiten dejar sembrado en el recuerdo ajeno algo de ellos. Pero los que si lo hacen, nunca se van, siempre están presente.

En mi caso me gusta el ocaso del sol, pues se va, se esconde, pero yo sé que sigue ahí y es lo que creo de ti, que te fuiste pero sé que estas aquí conmigo y no estás tan lejos como el sol, solo necesito recordar aquellos años en los que me dejabas jugar en tu oficina; cuando de noche me daba miedo dormir solo y te ibas a acompañarme;  cuando se me antojaba comer en el comedor solo si te sentabas a mi lado o cuando te veía a lo lejos llegar y salía a recibirte en medio de la distancia, era como la canción de aquellos juegos olímpicos de 1988 en Londres,  cuando Albert Hammondcon su guitarra cantaba “Cada momento era especial días sin prisas, tardes de paz, miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos. Yo quisiera volver a encontrar la pureza nostalgia de tanta inocencia que tan poco tiempo duró” y hasta a la Reina Isabel II se le salieron las lágrimas, la diferencia está en que yo todavía las sigo derramando y eso sucede por esa contradicción de tenerte conmigo pero no estando tú, de no estar contigo y ver que el tiempo se va y la vida se me pasa y no puedo hacer nada para remediar el caos en el que tu ausencia generó en mi vida.

Mira que te extraño, sabes que cuando la vida azota y toca tomar decisiones siempre me pregunto ¿Qué hubieras hecho tú? Y esa esta la respuesta a lo que debo hacer; esa fe ciega en que lo que hacías y esa confianza absoluta en que harías lo correcto. Pero qué triste, ni siquiera estas aquí para contradecirme o para corregirme alguna decisión, pero no importa, pues pensar que tu hubieras actuado de la forma como yo lo hago, me da la confianza para seguir en la búsqueda del próximo objetivo, para recobrar el rumbo cuando este se ha perdido, para reescribirme cuando mi historia tiende a ser confusa. A veces me pregunto ¿Por qué no me llevaste contigo?, así me hubieras ahorrado un montón de miedos, pues si  me hubiera ido contigo lo hubiera hecho  sonriendo burlándome de la vida y del cascabel de trabas que pone para tener un poco de felicidad y tranquilidad; mira que la vida pudo haber sido distinta, pero bueno el camino que hubo que caminar fue otro y tu tomaste uno que nunca más te regresaría a mí.

Ella

Eran las 12:30 del día y una mujer abnegada, temerosa por acontecimientos anteriores a su espera, celosa y dudosa se pregunta ¿Dónde está su marido? Pues acostumbraba a llegar a la hora del almuerzo para hacerlo en familia. Se asomaba por el pasillo afuera de la casa y daba vueltas en ella como si con su espera presintiera lo que no quería que pasara. El almuerzo se quedó servido y solo procedió a taparlo con un plato mientras llegaba el comensal. Ese almuerzo no pudo ser comido, pues pasaron las horas, el día termino, la noche llego con su fuerte penumbra y la zozobra empezaba a hacer estragos, esa que corroe momentos de paz y acaba hasta con la nobleza que guarda la belleza de la noche.

Con el transcurrir de las horas, los celos y rabia se transformaron en miedo y desesperación ¿Qué pudo haber pasado? ¿Qué era eso que lo había hecho ausentarse de su casa? Eran múltiples preguntas que solo él podía responder con claridad y precisión, pero él no estaba, se había marchado y dejo un mar de incertidumbre sin responder, miles de historias inconclusas  y asuntos sin resolver. Es como cuando  tomas una obra de Saramago y arrancas las páginas  de la mitad hacia adelante y quedan muchas historias sin resolver y desconoces lo que hubiera podido ser. Esa es la pregunta que esa mujer hoy no se termina de responder cuando él se fue y nunca más volvió y ella solo quedo apegada a la búsqueda de respuestas que nunca tuvo o que permitieran cerrar un capítulo de su vida escrito con sangre y lleno de horror como para que nunca pudiera ser olvidado y se convirtiera como en un ancla de la que siempre sujetaría su vida para sostenerse pero que tampoco la dejaba avanzar, pues su vida era él. Nunca recibió una repuesta que le diera paz, por eso nunca dejo de esperar hasta que el tiempo y la vida misma la colmaron de valor y fuerza, pues ella no debía avanzar con lo que le quedo.

Ella, tenía que empezar de cero, pues todo lo construido se fue con la partida del hoy ausente. No fue un cambio en la vida, era sencillamente volver a empezar, pues sus ojos le mostraban  que unas obligaciones que compartía con él, ahora le tocaba recurrir a ella en situación de soledad y añoranza por hacerlo lo mejor posible. Una situación infernal ni siquiera descrita por D. Alighieri en su divina comedia pues esta atravesaba una realidad de dolor y de no retorno, donde no había lugar a la redención pues como decía Julio Cesar al pasar el Rio Rubicôn  “alea iacta est” (la suerte está echada). Y así ha estado desde entonces, donde con gallardía y entereza lucho sin parar por terminar lo que él había dejado empezado cuando partió… la crianza de sus hijos y el regocijo de su alma.

Ellos.

Ellos crecieron sin él, nunca lo conocieron, no tienen en su memoria más que reconstrucciones de eventos a la luz de comentarios escuchados, de evocaciones hechas desde el dolor, pues su partida abrupta y repentina  ni siquiera les dio tiempo para construir una idea de él. Solo se conforman con lo que a la posteridad se les ha dicho, con esa imagen que las personas construyeron a la luz de sus vivencias, pero en las que ninguna se muestra a cabalidad su devoción y afecto por los que dejaba con pesar y pena. Ellos quizá tuvieron la peor parte, pues solo vivieron lo que quedo de aquel día triste  cuando no volvió, es decir, la noche en la que todos los sueños  terminaron y se le despojaron de las ilusiones cuando no habían empezado a construirlas. Ellos crecieron y con más aciertos que desaciertos en la vida hoy son una verdadera historia de supervivencia, pues soportaron el dolor, se hicieron fuertes y hoy levantan la cabeza a la vida, con ese vacío histórico, pero con la grandeza de quien sobrepone su espíritu a las adversidades y finalmente logra sonreír.

Es la vida, la que tuvieron que aceptar; pues no pudieron hacerla,  mientras la muerte coqueteaba con cinismo y arrogancia. A ellos no les toco asimilar con dolor lo que sucedía, solo sufrían sin entender una situación que no  comprenderían hasta crecer con las fatalidades que impone la vida, esta les hizo el “cara a cara” cuando todavía eran criaturas inocentes, cuando no conocían las condiciones, menos la crueldad que implica vivir. Fueron arrojados a la incertidumbre  con más tragedia  que confianza y soportaron la primera mientras buscaban la segunda. Hoy para ellos quizá no sea un día importante, quizá todavía no entiendan que un día como hoy hace 20 años, alguien barajo las cartas de la vida, se llevó el ser más significativo que la vida les pudo dar y empezaron a escribir su propia historia con dolor y melancolía.

Los otros

Los otros fueron los que inspiraron todo lo que acabo de escribir, ellos me sucumbieron en el dolor y me hacen recordarlos con distancia. Debiera sentir desprecio, pero ya estoy por encima de eso. Fue un 30 de julio de 1994, cuando los “seudodueños” de la vida ajena me arrancaron a mi padre al que hoy todavía recuerdo con tristeza.

Fue un tal “Dobrecero(Carlos Mauricio García)”, uno que se apoda con un gentilicio extranjero y que con ello ofende a toda una nación, “el alemán”(Freddy Rendón Herrera)y uno más que afirma haber matado a su jefe Carlos Castaño sin el menor pudor e inspirado en la misma condición demoniaca que alberga en su cabeza, “el monoleche”. El primero murió en su ley en Santa Marta, un ser que pudo ser un gran hombre pero que decidió ser uno más de los mil secuaces verdugos que sembraron el horror en este remedo de país, y torcerle el cuello de la historia de muchos y que hoy todavía no encontramos el rumbo y nos seguimos preguntando ¿Qué paso?; el segundo estáen medio de Dios y del diablo, pues concibe a su vida delincuencial como un asunto de familia, es hermano de “Don Mario y Jhon Jairo” ambos propietarios de grupos paramilitares y este último además es pastor evangélico. Es decir un verdadero negocio. Cometen una amalgama de crímenes mientras abonan el camino al cielo. Y el último es el verdadero cuervo, el mismo del decir popular cuando que dice “cría cuervos y te sacaran los ojos”, y sí que se los saco a muchos.

Esos son los otros, los que tienen una lista más grande de crímenes que de personas a las que han hecho feliz, los que han venido al mundo a destruir, los que sin piedad y sin compasión me quitaron a mi padre, dejaron a mi madre envuelta en la confusión y el dolor  y a mis hermanos sin el menor recuerdo de quien quiso criarlos. Me arrancaron la vida y ahora me toca vivirla. Para mí todo paso, pero su recuerdo sique aquí, lo cargo conmigo y vive cuando las noches son más oscuras y necesito luces para seguir…el me las da. Porque como decía Edith Piaf, ya todo está barrido, pero mi mayor venganza es no dejar que muera.

[author] [author_image timthumb=’on’]https://encrypted-tbn1.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcRWr3mpUl4_5cS8y9EiaChAE_AS41_TEyMRUVMEQ8APVsFErmX2[/author_image] [author_info]Darío Ruiz[email protected] Estudiante de la Facultad de Derecho y Ciencias Politicas. Universidad de Antioquia. Libre pensador de la ciudad.[/author_info] [/author]

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