El pasado viernes 18 de septiembre medios nacionales e internacionales reportaron la muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg. Ella, a sus 87 años deja un legado en la Corte Suprema de los Estados Unidos en pro de la igualdad vista en todas sus formas. Su vida estuvo marcada por una fuerte discriminación de género. Tanto en su paso por la universidad, como en la búsqueda de empleo, Ginsburg tuvo que padecer las desigualdades de su natal país. Desde pequeña siempre se involucró en tareas que en aquel momento no les correspondían a las mujeres. Su espíritu inquieto luchaba contra aquellos estereotipos que la sociedad había instaurado y nunca se dejó llevar por la corriente. Su alma disidente estuvo presente para desafiar aquellas ideas machistas y discriminatorias. En un momento de su vida contó que le encantaban sus clases de historia y ciencias sociales, y para nada aquellas de “economía del hogar.” Sin pensarlo se convirtió en un referente para el feminismo y en una de sus entrevistas afirmó:
“Incluso antes de conocer la palabra feminismo nunca entendí porque no podía hacer cosas mucho más divertidas que cocinar o coser, como, por ejemplo, estar en los talleres de carpintería con los niños creando figuras de madera de la nada”
Antes de llegar a la Corte Suprema, Ginsburg dio fuertes luchas en contra de la discriminación y en defensa de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, la protección de los migrantes y la libertad de expresión. De hecho, varios de sus casos llegaron hasta los estrados de la máxima Corte de los Estados Unidos en los setentas y ochentas; en donde se desempeñó de forma brillante imponiendo grandes precedentes que le augurarían una reconocida carrera judicial. En sus numerosos casos no sólo defendía los derechos de las mujeres de su país, sino que también representaba a hombres viudos o cabezas de familia que debido a leyes arcaicas de los EE. UU. no podían acceder a diferentes sistemas de protección social del estado. Sin lugar a duda, era una ferviente garante de la igualdad en todas sus formas, sin importar si fuesen hombres, mujeres, blancos o negros quienes necesitasen de sus servicios.
Con su muerte, la nueva vacante en dicha Corte está en manos del actual presidente de este país, Donald Trump; quien previamente ya había nombrado a Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh, dos magistrados de corte conservador. A pocos días de las elecciones presidenciales y con el nombramiento de una nueva jueza (pues Trump ha afirmado que será una mujer) de la arista republicana del presidente, Trump podría aumentar su electorado más conservador, poniéndolo cerca de continuar su nefasto legado en la Casa Blanca.
Sin embargo, podría afirmar que causa mayor preocupación la designación de la nueva jueza que nomine Trump, que su misma reelección. Pues, aunque serían otros 4 años de discriminación, estupidez y brutalidad en contra de las minorías del país del norte, no se compara con el daño que haría una jueza de tintes conservadores en la Corte de por vida. Pues no podemos olvidar que los magistrados del alto tribunal ocupan su cargo de manera vitalicia.
Ginsburg marca un hito en la historia judicial no sólo de los Estados Unidos sino de todo el mundo, pues fue la segunda mujer en ocupar esta alta dignidad en la máxima corte norteamericana. Su pensamiento vigoroso y de avanzada son un gran antecedente para la lucha por la defensa de la igualdad en todas sus formas. Con su legado debería volverse costumbre ver a mujeres en los más altos cargos no sólo de la política sino en todas las esferas de nuestra sociedad. Como bien lo dijo ella en el momento de su nominación a magistrada: “Creo que la decisión del presidente contribuye a terminar con los días en que las mujeres, por lo menos la mitad de la fuerza de talento de este país, aparecen en cargos de alta responsabilidad como una anomalía”
Este tipo de figuras de la vida pública deberían cobrar mayor relevancia en los sistemas educativos del mundo desde los primeros años, creando referentes para todas aquellas niñas y jóvenes que están formándose para la vida en sociedad. Visibilizarlos y darles el reconocimiento merecido pavimenta un camino en la defensa de la igualdad y el respeto por el otro; y es necesario una educación que deshaga los estereotipos en donde se impongan rótulos sexistas y discriminadores en contra de las mujeres.
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