Gestión del riesgo asociado a la biodiversidad: coexistir con las abejas y avispas en la zona urbana

Mediante procesos de educación ambiental, alianzas interinstitucionales y administrativas, una red de reubicadores y refugios para abejas y avispas nativas, el Área Metropolitana del Valle de Aburrá apuesta por una conservación consciente de estas especies que involucre a la ciudadanía de los 10 municipios de su jurisdicción.

Los habitantes metropolitanos convivimos con una gran diversidad de polinizadores como los murciélagos, las mariposas, y por supuesto con las abejas, tal vez poco perceptibles para nuestra agitada vida citadina, pero seguramente son visitantes recurrentes en zonas verdes como jardines o parques públicos aledaños a nuestras casas.

Pensar en abejas o avispas, para algunos, se traduce en miedo al imaginar una picadura o muchas, y a otros les puede recordar películas animadas o la deliciosa miel que producen algunas abejas. Pero, resulta que hay una amplia diversidad de abejas y avispas en el mundo, por ejemplo, solo de las abejas se calcula que existen 20 mil especies.

“En el Valle de Aburrá tenemos registradas alrededor de 80 especies de abejas nativas. Hay que hacer una aclaración alrededor de este número de especies que encontramos en el Valle de Aburrá, ya que las identificamos gracias a un inventario rápido que se hizo en el 2019 en seis cerros tutelares. Es decir que, si ampliamos el panorama, hacemos un monitoreo más exhaustivo y en más áreas, con seguridad vamos a pasar de las 100 especies», explica Carlos Andrés Londoño Carvajal, Biólogo y candidato a magister en entomología de la Universidad Nacional, sede Medellín.

El Área Metropolitana adelanta varias estrategias para la protección y conservación de abejas  en los 10 municipios del territorio. Foto: AMVA.

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En este punto podría uno preguntarse, pero ¿cómo viven las abejas en la zona urbana?, ¿por qué a veces su presencia salta a la vista en los techos de las casas o edificios?, pues bien, ni las abejas ni las avispas saben de esas fronteras que hemos puesto entre lo urbano y lo rural, más bien ellas van en busca de su alimento y si además de encontrarlo ven posibles lugares para hacer su nuevo nido, allí estarán.

“Por eso se sabe que cuando se fragmenta  el bosque producto de la deforestación, las plantas quedan aisladas y ellas no las visitan, es como si a vos te gusta el restaurante de acá, pero lo pasan a cuatro cuadras, pero también te gusta el del lado, comes en el del lado, porque es más cerca, algo así pasa con ellas en términos de energía (…) Una nidificación de abejas son entre 30 a 80 mil individuos y eso no es permanente, depende de las condiciones ambientales, naturalmente ellas enjambran, que es como armar otra familia, entonces cuando la ciudad empezó a crecer y se empezó a reducir la zona verde de la periferia comenzaron a tener otros sitios de anidamiento, dado que al reducir esos bosques periféricos ellas empezaron a migrar más y por eso las encontrarás en tu techo, en tu sala, en todo, porque en algún momento eso lo leen como continuo», explica la bióloga Yurani Manco, quien hace parte de la Unidad de Gestión del Riesgo del Área Metropolitana del Valle de Aburrá.

Aunque existe una gran diversidad de abejas con características particulares, hablemos de dos tipos: las abejas africanizadas (Apis mellifera), que es la más conocida por sus colores amarillo y negro, es una especie muy apetecida por los apicultores, quienes mediante procesos tecnificados las crían para extraer algunos de los productos que ellas fabrican, como la miel, los cuales tienen un valor comercial; también, podemos hablar de otro grupo que son las abejas nativas, es decir que son propias de nuestro territorio, algunas producen miel, otras no, algunas son solitarias y otras sociales, como las angelitas (Tetragonisca angustula), conocidas así popularmente, son más pequeñas que las africanizadas, no pican, producen miel pero en muy pocas cantidades. El principal servicio ecosistémico de las abejas es la polinización, que influye en la producción de alimentos, por eso al hablar de polinizadores y proteger su supervivencia, también estamos protegiendo nuestra seguridad alimentaria.

“La Apis mellifera es una especie introducida, no es propia de nuestro territorio, por eso cuando se hace un proceso de rescate de estas abejas no podemos propiciar su liberación en los bosques naturales, porque de cierta forma estaríamos ayudando a su propagación, entonces siempre lo ideal es mantenerlas con un apicultor en un apiario. En cuanto a las abejas nativas, muchas personas suelen limitarse a llamar así a las que no tienen aguijón, que son estas abejitas que producen miel y que se usan para la meliponicultura, pero resulta que no es así, abejas nativas son todas las especies de abejas que tenemos en nuestro territorio de manera natural. Cuando hacemos un contraste de diversidad, por ejemplo, para Colombia, se registran alrededor de 130 especies nativas sin aguijón, pero si ampliamos el panorama y decimos abejas nativas en general, para Colombia los registros van en cerca de 500 especies más o menos», precisa Carlos Andrés Londoño Carvajal.

Abejas Apis Mellifera en su colmena. Foto: AMVA.

Es importante tener en cuenta que cuando se habla de apicultura, se refiere a la crianza de abejas con aguijón (Apis mellifera), que requieren un manejo especial y que producen miel, en este sentido, a las personas que trabajan en apicultura se les conoce como apicultores.

Ahora, enfoquémonos en las avispas, estas tienen características similares a las abejas, pues ambas hacen parte del orden de los himenópteros, que se caracterizan por tener cuatro alas membranosas, dos grandes en la parte de arriba y dos pequeñas debajo, como también las tienen los abejorros y algunas hormigas. El tamaño de una parte de sus patas traseras es más delgada, sus colores y tamaños también varían mucho. El principal servicio ecosistémico que ofrecen es como controladoras biológicas, ya que regulan la población de artrópodos como las arañas, polillas, chinches y las moscas, de no ser por ellas la producción agrícola se vería afectada.

“Las avispas no salieron del bosque y se adaptaron a la ciudad, hay que verlo de manera contraria y darnos cuenta de que sin las avispas salir del bosque, fue la ciudad la que las envolvió con su proceso de expansión. En ese sentido, las avispas que no tienen la capacidad de resistir esos cambios bruscos en su ecosistema se van a desplazar y se van a limitar a vivir en el bosque; pero otras avispas con más resistencia a las perturbaciones antrópicas van a generar la capacidad de cohabitar con nosotros en las zonas urbanas, siempre y cuando en la zona urbana haya los requerimientos mínimos para su subsistencia», expone el biólogo Londoño Carvajal.

 ¿Seguridad alimentaria para las abejas y avispas?

Según lo define la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la seguridad alimentaria “consiste en la disponibilidad de alimentos suficientes para satisfacer las necesidades de consumo de la población de un país en todo momento, incluso en épocas de escasa producción nacional o de condiciones económicas adversas».

Pero ¿qué tiene que ver esto de la seguridad alimentaria con las abejas? La FAO en una de sus más recientes publicaciones, sobre la importancia de esta especie, presenta datos que permiten dimensionar la función de los polinizadores en la producción mundial de alimentos: “Los polinizadores afectan el 35% de la tierra agrícola mundial, apoyando la producción de 87 de los principales cultivos alimentarios a nivel mundial. Además, los cultivos dependientes de la polinización son cinco veces más valiosos que los que no necesitan polinización (…) La producción dependiente de polinizadores ha aumentado un 300% en los últimos 50 años. Estas cifras reflejan la importancia que tienen los polinizadores en el sostenimiento de los medios de vida en todo el planeta. Varios de los cultivos producidos con polinización, el cacao y el café, por citar dos ejemplos, proporcionan ingresos a los agricultores, en particular pequeños agricultores y granjas familiares, especialmente en los países en desarrollo», señala la Organización.

En este sentido, podemos ver que este tema de la seguridad alimentaria, también, está asociado a la economía, a la calidad y variedad de los alimentos, así como a otras prácticas comerciales como a la producción de algunos medicamentos, biocombustibles, velas y fibras; además de tener un impacto en lo cultural desde el arte y prácticas ancestrales. Aquí podríamos preguntarnos, pero si estas especies desempeñan un papel tan importante, ¿por qué se dice que están en riesgo?, según lo indica la FAO las tasas de extinción de abejas como de otros polinizadores son de 100 a 1.000 veces más altas de lo normal debido a los impactos humanos; por eso se prevé que la próxima mayor pérdida de biodiversidad serán los insectos con un 40% de las especies polinizadoras de invertebrados, en particular las abejas y las mariposas. Además, la Organización agrega que algunas de las principales causas por las cuales se da esta amenaza son:

  • Cambios en el uso del suelo y estructura del paisaje, por cuenta de la actividad humana, como las prácticas agrícolas intensivas, monocultivos y el uso de los plaguicidas que han provocado pérdidas a gran escala, fragmentación y degradación de los hábitats de los polinizadores.
  • El cambio climático también tiene un impacto negativo, ya que representa temperaturas más altas, sequías, inundaciones, otros eventos climáticos extremos y cambios del tiempo de floración, que dificultan la polinización.
Abejas buscan alimento en flores de lavanda. Foto: Pixabay

Por eso es necesario mirar a las abejas y a los demás polinizadores, no solo como proveedoras de alimento para los humanos, sino también como especies que además de necesitar alimento para vivir, requieren de las condiciones ambientales óptimas para subsistir y si esto no se garantiza, todo lo demás no sería posible. Por eso es que se habla de gestión del riesgo, no solo para los humanos en relación con las abejas por posibles picaduras, sino también de gestión del riesgo para las abejas, con el fin de velar por su adecuado manejo, pero también por preservar su especie otorgándole el alimento necesario.

“Se nos olvida que las abejas también se alimentan. Si ellas no tienen comida qué va a producir. Además, estas especies sí son muy amenazadas por los cambios atmosféricos y eso se puede desglosar en tres aspectos:

1. La deforestación: si usted pierde bosque, pierde hábitat, por ende, pierde alimento.

2. La contaminación: partículas de contaminantes se les pegan  a ellas en el vuelo y luego van y terminan contaminando su nido.

3. Cambios en los tiempos fenológicos de las plantas: son esos tiempos cruciales que tienen las plantas para producir biomasa, hojas, flores, fruto, pero con los cambios atmosféricos esos patrones están cambiando y eso se puede explicar desde varios aspectos, si no hay agua en el suelo la planta no va a tener el potencial hídrico necesario para la producción de flores, ni frutos, no tiene biomasa y no tiene alimento para las abejas, ese es el primer aspecto. Eso ya está pasando, por eso muchos de nuestros apicultores las tienen que suplementar con jarabe, porque no tienen comida, eso pasa en sequía y en periodos de lluvia; y el segundo aspecto es que cuando hay fuertes lluvias, las flores se caen, se pierde concentración de néctar y la abeja no va a pararse en una hoja. Todo eso se traduce para abejas y para las avispas en hambre», detalla la bióloga Manco.

A continuación, se presentan algunas recomendaciones dadas por el biólogo Robin David Bedolla Cochet, quien hace parte de un convenio entre el Área Metropolitana del Valle de Aburrá y la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín – Parque de la Conservación, sobre cómo garantizar un ambiente propicio para las abejas y avispas es la zona urbana de nuestro territorio

ACCIONES PARA PROVEER DE ALIMENTO A LAS ABEJAS Y AVISPAS

Ser rescatista de abejas es una vocación

No siempre el deseo de ser rescatista de abejas surge por una apuesta comercial, o por un emprendimiento personal o familiar, hay quienes, como Héctor Iván Valencia, que trabaja actualmente con el equipo de Gestión del Riesgo asociado a la biodiversidad del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, llegó a este oficio luego de una búsqueda trascedente y personal que lo llevó hacia a estos pequeños animales.

Según narra Valencia, desde pequeño se hacía preguntas como ¿si Dios nos creó quién creó a Dios?, ¿dónde está Dios?, ¿para dónde nos vamos después de la muerte?, su búsqueda era tan intensa que tocó las puertas de diversas comunidades religiosas como la Hare Krishna de Medellín, pero no encontraba en ellas la o las respuestas que buscaba, hasta que pasó algo inusual.

“Por todas partes busqué hasta que encontré un sacerdote ortodoxo griego americano que me dijo que me iba a llevar a la Santa Montañaeso en griego es Ágion Óros, eso es una parte donde hay puros monasterios, donde ellos están a toda hora en oración, meditación y yo dije ‘yo quiero ir allá’. Yo había leído en un libro sobre eso… Y me dijo ‘pues yo te voy a llevar, entonces’, y me pidió papeles y me fui a estudiar. En ese momento yo tenía nos 32 o 33 años más o menos, y dos hijos, la mayor tenía dos años», relata Valencia.

Su familia no tuvo mucho reparo en apoyarlo en su decisión, pues sabía de esa intensa búsqueda. Valencia estuvo en Grecia dos años, tiempo en el que además de estudiar Teología con sacerdotes ortodoxos comenzó a trabajar a la par con las abejas.

“Yo estudiaba en una ciudad que se llama Kilkis, estando allá luché, luché y luché para mandarles platica a mi familia, y así fue como empecé a trabajar con las abejas, me fue muy bien con ellas, aprendí muchísimo de varios monjes y empecé… Fue entonces cuando mi búsqueda espiritual paró, porque las abejas llenaron eso que sentía que me faltaba, que buscaba», cuenta Valencia.

El rescatista de abejas Héctor Valencia durante su estadía en Grecia. Foto: cortesía.

Además de que esa búsqueda incesante paró, comenzó a encontrar un sentido en el pequeño y complejo mundo de las abejas “era una cosa de locos uno aprender que las abejas, saber que las maneja una reina, ahí fue cuando dije ‘¡aquí hay algo más!’, y empecé a aprender sobre ellas. Los monjes fueron muy queridos conmigo, y como que esa angustia que yo mantenía se calmó, fue entonces cuando ellos me mandaron para Colombia, vine y visité a mi familia. Después, empecé a ir cada seis meses y volvía cada invierno. Así trabajé por casi diez años, entre esos intervalos», agrega este carismático rescatista.

Después de estos años de trabajo, decidió quedarse definitivamente en Colombia y trabajar con un apiario de uno de sus primos y también montó algunos propios. De esta manera comenzó a aplicar toda su experiencia y conocimiento, no solo para su propio proyecto sino como rescatista, para ese momento lo hacía de forma independiente, hasta que en el año 2018 entró al Área Metropolitana del Valle de Aburrá como parte del equipo de Riesgo Asociado a la Biodiversidad, año en cual este proceso comenzaba a gestarse.

Pero a medida que el equipo se iba configurando, también se reestructuraban las competencias y se identificaban otros componentes importantes dentro del manejo integral de abejas y avispas;  cómo fomentar el conocimiento no solo sobre las abejas sociales, sino también sobre  las nativas; también fue necesario conformar una red de reubicadores, los cuales son apicultores distribuidos en los municipios del Valle de Aburrá, para garantizar una reubicación segura de las abejas rescatadas; y así fue como más adelante surgieron nuevos convenios con otras entidades como la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, a través del Parque de la Conservación, para dar respuesta de forma más efectiva a las solicitudes y procesos que fueran surgiendo en los territorios.

El rescatista Héctor Valencia comparte con alegría y afecto todos sus conocimientos sobre las abejas a quien se acerca con deseos de aprender. Foto: cortesía.

“En este memento le doy mil gracias al Área porque mi sueño era poder sensibilizar a la gente sobre la importancia de esta especie. En este momento hay más de 30 personas, entre los participantes en los convenios y los del AMVA, salvando abejas. Entonces mira que ya no estoy solo. Por ejemplo, en este momento tenemos en la red de reubicadores 16 personas, pero se espera poder aumentar un poco más. Buscamos reubicadores sensibles, que no lo hagan solo porque lo vean como negocio sino porque quieran a las abejas, porque las aman, que las cuiden, que se preocupen por su  alimento», agrega por último Valencia.

De esta manera, lo que inició como una búsqueda personal terminó convertido en una pasión que busca propagar por todos los municipios. Ahora Valencia, además de apoyar la red de reubicadores, también apoya los procesos de instalación de refugios para abejas y avispas nativas en los diferentes municipios, que además de ser una apuesta de educación ambiental, también busca servir de hogar temporal a las abejas o avispas nativas para poner sus huevos; escenarios que requieren de una ubicación estratégica y de un mantenimiento constante.

El AMVA es pionero en manejo de avispas en el país

El equipo al que pertenece Valencia y Manco, cuyas voces han sido presentadas anteriormente, es el de Gestión del Riesgo Asociado a la Biodiversidad del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, el cual comenzó con la atención enfocada en las abejas, pero con el paso del tiempo y la relación de atenciones en los municipios, se ha evidenciado también la alta presencia de nidificaciones de avispas. Por lo que el trabajo de este equipo se enfoca en la atención integral de estos dos grupos biológicos en los 10 municipios del Valle de Aburrá.

En términos culturales las avispas son especies no carismáticas, debido a que generan algo de miedo en las personas, además de no tener implícito un valor comercial, a diferencia de las abejas que sí lo tienen para la apicultura, por eso la bióloga Manco, insiste en que hay que ir más allá pues “el papel funcional que cumple una especie en el ecosistema no hay cómo suplirlo, en caso de que llegue a desaparecer, por ejemplo, el gallinazo, así no nos guste ya sea por su apariencia o porque se mete entre la basura, si esta especie se extingue, se convertiría en un problema de salud pública muy grande pues ya no habría quien se comiera la carroña que, además, puede gestar enfermedades. Por eso, es importante mirar también las avispas y destacar su función como predadora, y en algunos casos como polinizadoras, e incentivar su cuidado y preservación», precisa.

Pero, además de la importancia de su conservación, también es necesario impulsar la investigación sobre las avispas, porque según indica el biólogo Robin David Bedolla Cochet no se conoce mucho al respecto “si de abejas sabemos poquito, de avispas sí que nos falta saber mucho más porque las avispas tienen mala fama, incluso más mala fama que las abejas, porque justamente como nunca se les resaltó las bondades que estas especies ofrecen a los ecosistemas, se desconoce incluso que existen alrededor de 35 mil especies, o sea son muchas más que en el grupo de las abejas. Y como muchas de ellas no hacen esos nidos que vemos en colonia, la mayoría de las avispas también son solitarias, hacen sus nidos en un huequito en el suelo o en la madera, ahí colocan sus huevos y por ese tipo de comportamiento es que se desconoce mucho, porque son más difíciles de encontrar, de ahí la importancia de que se apoye más la investigación de abejas y avispas en los territorios, hay que crear la línea base en todos los sentidos, en la taxonomía y en el comportamiento, tanto de abejas como de avispas», enfatizó.

Avispa en su nido. Foto: Pixabay

De esta manera es que el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, teniendo en cuenta el conocimiento y la reducción del riesgo, se ha dedicado a trabajar por la educación ciudadana sobre el valor de estas especies y las ha integrado en los procesos de reubicación, ya que en algunas zonas de la ciudad se generan asentamientos que pueden poner en riesgo tanto a los habitantes del sector como a estos insectos. En este caso, el proceso de reubicación no se da hacia un lugar cerrado o donde estén bajo observación humana, como en el caso de las abejas africanizadas, sino que lo que se hace es llevárselas, lo más pronto posible, a un lugar natural donde puedan seguir encontrando el alimento necesario, lejos del tráfico y del continuo paso de personas.

“Las iniciativas de conservación de abejas en el país son pocas pero existen. Pero si hablamos de iniciativas de conservación de avispas, solo está la que está desarrollando el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, es la primera que se registra de manera pública, porque puede haber investigadores trabajando en procesos de conservación de avispas, pero esta sí es la primera iniciativa a gran escala que se registra. Esto también se debe a que, muchas veces se reportan más casos de avispas para atender, que, de abejas, entonces con base en esto surge la necesidad, que incluye una reubicación correcta para evitar su exterminio», aclara Londoño Carvajal.

Por esto es que se trabaja en el desarrollo de un protocolo de rescate, ya que hasta el momento no se cuenta con alguno, con el fin de definir un método que pueda ser aplicado a otros territorios, y que pueda ser socializado con reubicadores o bomberos para que se pueda dar un mismo proceso de atención.

“Entonces estamos apostando a identificar cada una de las especies de avispas que generan estos reportes en la gestión del riesgo y, así mismo, identificar cuáles son esos requerimientos que tiene cada una de esas especies, cómo se estructura su nido, bajo qué condiciones, para que podamos simular unas parecidas al momento de reubicarlas y así establecer un documento oficial que sirva como guía para las personas que quieran contribuir a proceder con la reubicación», agrega Carvajal.

 

¿Por qué es importante que se mantenga la diversidad de abejas y avispas?

Detengámonos un momento en el concepto de polinización, a ¿qué exactamente nos referimos cuando hablamos de ello?, pues bien se trata del primer paso para la reproducción de especies vegetales, que consiste en el transporte de polen de una flor a otra, la flor con órgano floral masculino produce el polen que debe llegar a otra con órgano floral femenino, para así dar paso al zigoto, que es como el embrión de la futura planta, el cual va tomando forma de semilla y fruto, que luego atraen a otros animales que al comerlos y dejar la semilla sobre tierra fértil, esta echa raíces y así da paso a una nueva planta.

La polinización que se da por medio de las abejas, avispas y otros animales, se llama polinización cruzada, en la que estos seres al alimentarse de lo que la flor les provee terminan transportando en su cuerpo el polen hacia otra flor cuando van en busca de alimento; pero también hay otros tipos de polinización como la directa, que es cuando la planta no necesita de otros agentes para fecundarse porque posee las dos cualidades necesarias para ello; hay otra que se da mediante agentes físicos, que pueden ser gracias al viento y al agua; y finalmente encontramos la polinización que es mediante intervención humana mediada por una tecnología adecuada.

Foto: Pixaby

Ahora que ya hemos profundizado un poco en la importancia de la polinización para la reproducción de las plantas, pasemos a un nuevo término: coevolución, y esto consta de una entrañable sinergia entre las plantas y las abejas, en la que ambas dependen, en cierta medida, la una de la otra para poder existir. Según explica el biólogo Bedolla se trata de una “evolución recíproca de los dos grupos: abejas y plantas. La mayoría no son casos dependientes, pero por ejemplo las abejas y las orquídeas han dependido de muchas maneras entre sí, entonces si en un ecosistema, se extinguieran las abejas de las orquídeas, lamentablemente la abundancia de esas plantas o esas orquídeas va a disminuir, entonces entrarían a tener una desventaja. Cuando la interacción es tan exclusiva ya la empezamos a considerar como un proceso de coevolución porque ya se trata de una evolución recíproca o una adaptación mutua que se ha venido dando a lo largo de millones de años y han logrado crear como esa dependencia tan exacta que la planta no existiría sin la abeja o la abeja solo obtiene recursos de esa especie de planta. Pero, como esto puede representar para las plantas una desventaja, en el peor escenario, ellas tratan de ofrecer todos los recursos posibles para atraer al mayor número de polinizadores que más puedan», aclara.

En este sentido, la diversidad de abejas y de polinizadores en nuestro planeta garantiza a su vez una diversidad en alimentos y plantas, con una calidad considerable para la supervivencia humana, por eso es por lo que se insiste tanto en su cuidado y buen manejo.

Sobre este tema, el biólogo Londoño Carvajal agrega que “en ese orden de ideas, aparece un concepto que se llama visitante floral, y un visitante floral no es un polinizador. Un visitante floral es cualquier animal, insecto, ave, mamífero, lo que sea, que va a la flor y toma el alimento que él necesita, pero el polinizador es el que además de tomar el alimento que necesita, sirve para transportar los granos de polen de esa flor a una flor femenina y contribuir a la polinización. Entonces la diversidad de abejas es muy importante porque no todas las plantas van a ser polinizadas por una misma especie. Un ejemplo muy claro es el maracuyá, la fruta del maracuyá para que cargue semillas necesita la visita de unos abejorros muy grandes que son los abejorros carpinteros, del género xylocopa, si los xylocopa  no visitan el maracuyá los frutos no van a cargar«.

Foto: Pixaby

​¿En qué consiste la gestión del riesgo asociado a abejas y a avispas en el Valle de Aburrá?

Como veíamos hablando anteriormente, la gestión del riesgo de abejas y avispas en el Valle de Aburrá es bidireccional porque se busca proteger tanto la vida de las personas como la de estas especies, además de integrar un componente de educación ambiental para aprender más sobre su importancia para nuestro ecosistema, así como para aprender a convivir con ellas en los municipios.

“Las avispas y abejas representan un riesgo para la comunidad siempre y cuando sean avispas y abejas sociales, es decir, que vivan en grandes poblaciones. Una avispa o una abeja solitaria no tiene ningún riesgo a pesar de que tengan aguijón y tengan veneno, no representan ningún riesgo para nosotros porque hablamos de un solo individuo y no hay ningún riesgo particular.

Las avispas que viven en sociedades grandes, es decir, en estos nidos que las personas normalmente reportan, tienen un riesgo para la población si son mal manipuladas, por el mismo sistema de las abejas Apis mellifera, porque son especies defensivas y cuando su nido se ve perturbado van a responder defendiendo ese nido. ¿Cómo?, con una inyección de veneno mediante el aguijón, pican e inyectan veneno, y si lo hacen en grandes cantidades evidentemente hay un riesgo para las personas», explica el biólogo Londoño Carvajal.

Este es uno de los puntos que los profesionales tienen en cuenta a la hora de definir si reubican a las especies o si las dejen en el territorio, ya sean nativas o sean abejas africanizadas.

Líneas de atención, por municipio, para solicitar asistencia  por presencia de abejas y avispas


“Entonces, en esta tarea, estamos en la dinámica de reubicar estrictamente los nidos que consideremos necesarios reubicar, porque en efecto están generando algún riesgo para la población, o porque están muy bajitos, o están en una zona muy transitada y puede haber algún riesgo; entonces procedemos con la reubicación. Y aquellos nidos que no consideramos que tienen que ser reubicados, procedemos más bien a sensibilizar a las personas que hicieron el reporte, o sea, contarles por qué no es necesario reubicarlos, por qué no están representando un riesgo, y a contarles cuál es la importancia de que ese nido de avispas permanezca en ese lugar para que ayude a mantener las poblaciones de otros insectos reguladas. Esto ha sido una experiencia super bonita porque en la mayoría de los casos la gente es muy receptiva al proceso de sensibilización», agrega por último Carvajal.

Además, de los ataques directos que estas especies pueden recibir por parte de algunos ciudadanos que buscan la manera de deshacerse de ellas mediante golpes, fuego, entre otros, la fumigación también se convierte en una gran amenaza para ellas, porque propicia la contaminación de sus nidos y de su alimento, lo que después se traduce en enfermedad y posteriormente en su muerte.

“La fumigación tiene unos elementos asociados, unos componentes químicos que tienen un peso específico, un calor específico, entonces muchos se pueden quedar suspendidos en el aire, cuando la abejita pasa eso se le queda pegado a la cutícula, a la piel, y cuando va al nido y alimenta a su cría, lleva toda esa carga química con ella. También, cuando llueve y esas partículas caen, van a las flores y las contamina, entonces el animalito cuando está ahí también se está contaminando y bueno, lo lleva a su casa; lo mismo pasa cuando toman agua, porque también les da sed, y luego de la lluvia también se precipitan, entonces todos esos elementos tóxicos quedan también ahí. En pocas palabras, la fumigación las mata en el instante y con el tiempo», describe por último la bióloga Manco.

Así es como desde la Unidad de Gestión del Riesgo del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, se busca seguir caminando hacia un #FuturoSostenible, en el que la seguridad alimentaria se logre mediante la conservación de los polinizadores, posibilitando en la zona urbana que la coexistencia con las abejas y avispas sea posible.

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