“Por un país donde quepamos todos…”.
El “Brumario de Luis Bonaparte” inicia con una célebre frase que Marx mejora de Hegel: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa«. Esperar de un Estado de Derecho, como el colombiano, educación, salud, trabajo y la libre expresión de aquellos en quienes recae el concepto de la soberanía, que son las personas reconocidas como ciudadanos de la Nación, es lo básico.
Sin embargo, pasamos de la profunda tragedia casi dramática, a una tragicomedia que además, no da risa, no entretiene y solo preocupa. Uribe, representa la tragedia, y no como persona o por sus actos, sino por lo que es en sí, Uribe es unos valores o antivalores, una ideología o una religión, unos objetivos, metas y fines que son base fuerte de que conocemos como establecimiento (instituciones conservadoras). Él, dicho por sus mismos seguidores y por el eslogan de su partido, gobernó con “mano dura” y tan profundo fue el daño que le hizo a la democracia colombiana que ha gobernado en su cuerpo y el ajeno por casi 20 años.
En ocasiones, cabe hacerse la pregunta: ¿por qué uno de los estadistas (hombre de Estado) del nivel de Uribe decide poner a gobernar a un niño? Para muchos la respuesta es sencilla y dirían: “para manejarlo”, pero los fines son más siniestros. Duque, está en la presidencia haciendo un mandado: revivir al Uribismo con los discursos de la guerra contra un enemigo común, los grupos insurgentes que no sean de su agrado o ideología. Esa es la estrategia del Estadista Colombiano, para heredarle, como en una monarquía o siendo un poco más originales como en cacicazgo, el poder a su hijo y reducir nuestra democracia y Estado a las funciones de una notaría.
Todo lo que hoy nos paraliza, en las grandes ciudades, es lo que grandes historiadores han planteado en sus estudios de lo que ocurrió en el campo colombiano durante décadas, puede verse en Orlando Fals Borda, Mauricio Archila Neira, Gonzalo Sánchez entre muchos otros que han hecho lecturas actuales del conflicto y sus nuevas formas de represión, de lucha, así como las resistencia de las comunidades. O sea, las expresiones de violencia de esta última semana son las que sucedieron el campo y eso nos costó, y nos cuesta la vergonzosa cifra de 218.094 personas asesinadas a 2012 (CNMH: https://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/estadisticas.html).
Ahora, deberían preocuparnos un par de cosas, la posible declaratoria de lo que en sus tiempos se conoció como Estado de Sitio, hoy adornado en la constitución de 1991 en su artículo 213 y siguientes como “Estado de Conmoción Interior” a pesar de estar bien regulado por el articulo 214 y 215 tales poderes en manos del Uribismo podrían hacer el intento, igualar o superar aquellas 6402 dos personas que el Estado asesino en el marco de los gobiernos de la Seguridad Democrática. Lo segundo que debe preocuparnos, como sociedad, es que ante tanta miseria, hambre, represión y guerra por parte del Estado fallemos nuevamente y nos veamos envueltos nuevamente por décima, undécima o doceava vez en una guerra civil, justo en el momento donde somos un caldo de cultivo para que germinen nuevos virus más fuertes que el Uribismo o el paramilitarismo el ELN o las Antiguas FARC.
La única propuesta que debemos sostener, así como la bandera de nuestra Nación, es el cambio que pedimos, que resulte en un gran pacto nacional y se hagan los ajustes que se tengan que hacer a las leyes, a la educación, a la economía y que todos estos se vean traducidos en el bienestar de la inmensa mayoría y no de unos pocos, como se viene haciendo, incluso desde 1991. A las calles deben salir los artistas, las madres y padres, los colectivos de mujeres, LGBTI, Victimas, estudiantes, obreros; a las calles debe salir el pueblo llano, aquel que en Su Magna Carta de Derechos y Deberes estableciera en su preámbulo y Artículo 3°: “La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público”.
Merecemos como Nación pasar la página, construir una mejor sociedad y diría Gabo estamos al filo de la oportunidad. La vida, el respeto, las libertades y sobre cualquier cosa la paz deben ser lo que busquemos de hoy en adelante y si no se puede colectivamente lo hagamos individualmente.
“En la noche, después del toque de queda, derribaban puertas a culatazos, sacaban a los sospechosos de sus camas y se los llevaban a un viaje sin regreso. Era todavía la búsqueda y el exterminio de los malhechores, asesinos, incendiarios y revoltosos del Decreto Número Cuatro, pero los militares lo negaban a los propios parientes de sus víctimas, que desbordaban la oficina de los comandantes en busca de noticias. «Seguro que fue un sueño», insistían los oficiales. «En Macondo no ha pasado nada, ni está pasando ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz” – Cien Años de Soledad
Comentar