Fernando González se levanta de su tumba e invita a votar por Petro

Ocurrencia del historiador Frank David Bedoya Muñoz

Advertencia al lector:

En la década de los años cuarenta del pasado siglo XX se vivió en Colombia una época política muy agitada, (¿y cuándo no ha estado agitado políticamente este país?) el asunto es que, en esa convulsionada década asesinan a Gaitán el 9 de abril de 1948 y comienza un largo conflicto armado. Años antes, entre febrero y marzo de 1945, Fernando González, publica veinte Arengas políticas en el periódico El Correo de Medellín. Hoy las volví a leer y sentí una conmoción porque parecen escritas para este momento. Yo, historiador, enamorado de la obra de Fernando González, propongo el juego irreal de que, el filósofo de Otraparte, se levantó de su tumba para invitar a votar por Petro.

Transcribo a continuación los fragmentos de las Arengas Políticas de Fernando González que, en mi opinión, son argumentos válidos para la contienda electoral presidencial actual, omito entre corchetes las partes de contexto de la época de 1945 que lógicamente no aplican ahora; lo que elijo transcribir, verá el lector, son arengas apasionadas que le dan la razón a Gustavo Petro hoy. Juzgue usted, amable lector. Transcribo escrupulosamente lo que escribió Fernando González, no agrego una coma. La ficción de resucitarlo no traspasa el deber sagrado de respetar la integridad de un texto.

En el año 1997 la Universidad Pontificia Bolivariana publicó como libro las Arengas Políticas de Fernando González. Y actualmente se pueden leer las 20 arengas completas en la página web de la Casa Museo Otraparte: https://www.otraparte.org/fernando-gonzalez/ideas/1945-arengas/

Acá, Rafael Uribe Uribe es Gustavo Petro. Esta afirmación es solo mía.

“¡A votar!

[…]

Estas elecciones […] son decisivas. Éstas sí sellarán la suerte de Colombia, si un mercado o una patria.

Porque estas elecciones ocurren en el umbral de un mundo nuevo, al pie de la mesa en donde se convendrá el destino de cada tierra y de cada gente. ¡Ay de los anarquizados, pero mil veces ay! ¡Ay de aquellos pueblos ricos por naturaleza y miserables por pereza y vanidad! ¡Ay, ay, ay de los incapaces!

Porque el espíritu que informe la representación venidera informará también la gestión del próximo Presidente de Colombia.

[…] Hemos conversado […] con cien, con mil, con muchos más ciudadanos, obreros, comerciantes, ricos y pobres, y todos están angustiados y piden a gritos que los liberten, que liberten la patria de los mayorales, de todo el que diga amenazante que tiene electores para sí, de todo el que alegue “haber hecho colocar empleados y preparado maquinarias electorales”. ¡Qué triste es el hombre ahíto, apañador, tragón, barrigón, ladrón!

Los candidatos tienen que ser liberales, honrados y capaces, y su conjunto formará un cuerpo que informe en espíritu: Patria grande.

[…]

¿Quién nos disputa la gloria de hacer una Gran Colombia, reina de los océanos, tierra de refugio para espíritus libres y para grandes perseguidos, rica en cosas de pensar, comer, oler, tocar y gustar, sin odios, sin pasiones negativas, tierra de amor y creación? Desgraciadamente nadie nos disputa el poder. El Partido Conservador, de varoniles campañas en otro tiempo, se ha convertido en maledicencia parlanchina. Nada afirma. Está esperanzado en los caminos de la patria, odiando, gritando noes, verdoso de envidia como sapo de tinajero.

¡Pobres juventudes conservadoras, envenenándose con el odio!

[…]

Nunca puede ser bueno el odio. Porque procede de sentimiento de tristeza; incita a destruir lo que imaginamos causa de nuestra impotencia.

Y el odio nos empequeñece más; y este aumento del abismo acrecienta el odio, y así, hasta que se llega al infierno, “lugar en donde no se ama”.

[…] Aquí, en Colombia, no gustan del hombre sino en cuanto destruye. ¡Pobre juventud, lectora de esta prensa amarilla, llorona, contratada para llevar el cadáver de Colombia! ¡Juventud sacristana, ojiescaldada, mostradora de cosas feas!

Sí, jóvenes sacristanes: es verdad que la otra mitad de la juventud está ahíta de contratas, viejecita arrugada: es verdad que hubo y hay negocios en que engordan animales. Pero el ochenta por ciento de todo este mal es vuestro. ¡Oh Partido Conservador! Porque estáis malsintiendo y malpensando y malnaciendo imágenes inmundas desde […] años. ¿No veis que la mitad de los animales engordados en tales negocios y contratas son conservadores? El odio, el robo y toda injusticia no tienen partido político: son cánceres que se están comiendo a Colombia.

[…]

Expliquémonos de una vez por todas: deseamos dar a luz. ¿Qué? Una patria buena. Sabemos que vivir, en el sentido humano, es ir dando a luz continuamente, y que así morir es triunfar, convertirse en patria.

¿Qué “éxito” tuvo Jesucristo? ¿Lo nombraron diputado? ¿Vivió para ser diputado? ¿Y qué triunfo? Una resurrección. Una cruz y mil escupas fueron su “éxito”, y una resurrección fue su triunfo.

¿Y Bolívar, qué “éxito”? Las babas de las Américas. Pero quedó sembrado en este continente triangular, y ya amaga y esto será un paraíso.

¿Y Rafael Uribe Uribe? Hachazos en la cabeza hermosa, pero hace veinticinco años que el Partido Liberal vive, consume la sustancia que legó. Su vida y sus bregas son las que ganan las elecciones hoy, y nada más.

¿El “éxito” de estas arengas? Tenemos el convencimiento de que no vale nada, si les gustan a los que están contentos, a los calumniadores y a los contratistas. Lo mejor es que se irriten, que las arrojen, indignados, protestando, pero que luego vayan a las casas, intranquilos, que se acuesten: que no puedan dormir como antes y que les parezca raro que se asome una estrella por la ventana: que se levanten a cerrarla y digan a la cónyuge que se trata de indigestión, que no se debe comer frisoles por la noche. Los frisoles son la curul arrebatada, el monopolio de los caminos, la calumnia, el cadáver que llevan a enterrar, lloronas de sacristía, las babas de las Américas.

[…]

Hay que ganar las elecciones

[…]

Creo que esto es evidente: que no conocemos el país, que sus habitantes son nerviosos, imaginadores (no imaginación creadora), muy habladores, fregones, como llenos de tics histéricos.

Necesitamos, pues, preparar una juventud en el frío de la inteligencia y el trabajo metódico.

“Ni reír, ni llorar, sino entender”. Spinoza.

[…]

Y no saben ustedes, hijos míos, lo que tienen entre manos: nada menos que el poder. El poder de trazar tres rayas y hacer una gran patria en esta cabezota bellísima del continente triangular.

Denme la lucecita (inteligencia), y Antioquia, el gran pueblo ciego, hace una patria.

Pero ustedes todavía son muy brutos.

Hagan un esfuerzo: restréguense los ojos, olviden aquí el negocio y ganarán las elecciones.

[…]

Mientras nuestro pueblo sea el mejor, el más inteligente, ambicioso, trabajador y benévolo de las Américas, nada se ha perdido.

[…] ¿Por qué tiene el comando político tal gente? Porque nuestro pueblo apenas hace ciento […] años que fue sacado de la nada por Simón Bolívar; nuestro pueblo, mejor que todos, no puede aún tener conciencia de su soberanía política. Su fe es una gran virtud, pero todavía es muy ciega y lo engañan.

Estos pueblos niños y negroides de las Américas latinas están en el período del rabadán, pues la evolución del espíritu se inicia en la astucia.

Trabajemos con amor, sabiendo que la obra es larga, con días amargos, y que es necesario aguantar las babas de las Américas, para que esto llegue a ser, poco a poco, lo que soñaron los libertadores.

Todos somos llamados a la obra: el deber de cada uno es el trabajo en que está; vivir cada instante y ejecutar cada movimiento con la conciencia de que ese instante es tan valioso como la eternidad, y ese movimiento igual a la creación del mundo. Desde arriba, tanto vale romper la tierra con el azadón como ejercer presidencias o cantar tedeumes.

[…] Ahora, nuestro deber es […] ganar las elecciones. […] En el umbral de un mundo nuevo, tales elecciones son trascendentales. En estos años venideros es preciso que la nación esté unida apoyando y estimulando a los gobernantes. El Partido Conservador, desgraciadamente, por circunstancias pequeñas pero de resultados malignos (el odio de los hombres), durante estos quince años últimos se ha dedicado a destruir, a crítica inspirada en despecho; hoy está poseído por espíritu de violencia impotente, impotencia que multiplica el odio, y de éste y de sueños vagos se nutre su juventud.

[…]

También, desde hace unos quince años, pusieron unos bancos dizque de crédito territorial, industrial, etc., pero su verdadero fin es la burocracia, como veremos luego.

El asunto de las escuelas, por ejemplo, es digno de observación: nunca ha dirigido esto un pedagogo, un maestro, un sabio; siempre ha estado allí un electorero, generalmente un médico.

Estos son, pues, unos pueblos que están aún en la conciencia individual, de consumidor.

No hay exageración alguna. Lo que sucede es que del hedor dentro del que uno vive no se percata.

No hemos negado que por aquí se hable (palabras) de “acciones sociales”, estímulos a la economía, etc. Pero vamos a probar con ejemplos que todo lo expuesto es la verdad, que vivimos en un estado sub-humano.

¿Qué agricultura hay luego de […] años de bancos agrícolas? Colombia tenía alguna agricultura familiar, ganadería y avicultura familiares; ya no tiene campesinos propietarios, ni sementeras, y padece hambre.

¿Y cómo fue eso? Que los tales bancos son burocracia, a saber: un abogado (que es senador y “estadista”) le cobra al campesino cincuenta pesos por estudiarle los títulos; y ningún otro puede estudiar la titulación; le dieron el monopolio de ese estudio; y, como es del “grupo” del notario, le exige al campesino copia de todas las escrituras viejas en “papel sellado y autenticadas”. Hay también dos peritos o perritos oficiales, pertenecientes al “grupo”, que cobran y comen muy bien. Hay el Registrador de Instrumentos Públicos, que cobra muchos pesos. En nuestro pueblo natal, cuyos campos alimentaron a todas las mulas con que se colonizó el departamento de Caldas, las fincas fueron hipotecadas al Banco Agrícola. Se arruinó así esa nobleza campesina, y hoy aquella tierra bendita de Envigado y Sabaneta está ocupada por casas de campo de abogados de bancos, notarios, gerentes, cortadores de cupones, y el 85% de la población (obrera tejedora hoy), es una ruina, a causa de enfermedades venéreas, desnutrición y alcoholismo.

[…] Pues bien: de esa abundancia de capital nada aprovechó la agricultura; aprovechó la especulación en acciones de fábricas de telas, cervezas y tabacos, y, algo horrible, la especulación, estimulada por el Gobierno, de la tierra urbana en cuatro ciudades: Bogotá, Medellín, Barranquilla y Cali. Nos dedicamos a “embellecer” cuatro ciudades, a tumbar las habitaciones de un país desalojado y a bregar por hacer “avenidas”. Esto es obra de vanidad, cuando el pueblo muere de hambre. Sin comer, y eructamos pavo. Lo peor es que en realidad no se ha tratado de tal embellecimiento de ciudades, sino de especulación: la clase rica ha incitado eso, para valorizar solares.

Se está cometiendo el absurdo más doloroso e injusto. De […] diez millones de colombianos, nueve millones mueren de miseria, y el otro millón es funcionario o dueño de lotes en avenidas, y “accionista”.

¿Y las leyes sociales, las cesantías, seguros, etc.? Con las cesantías se queda el abogado, que es senador… Cuando un policía gana setenta pesos al mes, nadie quiere ser peón agrícola.

Por consiguiente, antioqueños, ganemos las elecciones y “montemos” una escuelita en donde se agrande la conciencia.

[…]

¿Quién ganará las elecciones?

¿Quién ganará las elecciones? El que lleve mejor gente, porque un hombre puede valer por miles.

A menos que se trate de apoderarse de la cosa. La cosa es el presupuesto. Si de ello se trata, de repartirlo, las elecciones las ganará el que más gente mate, el que más se emborrache, el más bruto, es decir, el mayoral.

Hay que ser lógicos, hijos míos, así: si la política es para vosotros apoderarse de la cosa, repartir la cosa con los amigos, odiar al que se queda velando, entonces ganará el que dé a los electores aguardiente con pólvora, literatura negroide, incite el fraude y mate gente.

La piedrecita, la verdad de la democracia es ésta: los partidos políticos son medios para engendrar la patria; son obreros solidarios, y al uno le conviene que el otro sea bueno y trabaje bien; el mal del uno es el mal del otro, y el bien y fortaleza del uno… etc.

Se trata, pues, de la noción de colaboración, así: que la guerra no la ganó Aquiles solo, peleando, sino también Odiseo, aconsejando y examinando, y que el muchacho no perdió el curso solamente por bruto, sino porque los compañeros lo molestaban. Te vas a caer, te vas a caer, y se cae uno.

[…]

En Colombia, desde 1930, nos estamos envenenando; hace quince años que la principal actividad colombiana es escribir, perorar, conversar y pensar si hubo o no robos, fraudes, asesinatos, oligarquías y todos los espantajos de que trata el Código Penal.

Basta haber oído las radioemisoras de asambleas y congresos; haber leído la prensa colombiana, y haber entrado a cafés y escuchado las conversaciones familiares, para poder afirmar que Colombia está envenenada.

[…] ¡A votar, hijitos! ¡Que Rafael Uribe Uribe, sobrio, duro, pensador y ejecutor, nos dará el triunfo!

[…] Sus gobernantes todo lo ejecutan para ellos y para sus amigos. Son pueblos consumidores. Pescan con dinamita, en todos los sentidos, y ensucian el agua que bebieron. Que no son homínidos y que tienen latente la conciencia humana, se conoce por ciertas manifestaciones religiosas, precisamente las de la tristeza, nunca las del amor, que son las superiores. Por eso, los jesuitas le cargan aquí la mano a los sermones de la muerte, de la mano negra y del infierno.

Son pueblos tristes; por eso usan diariamente el alcohol, para olvidar; con ello remplazan la alegría y olvidan… ¿Olvidan qué? Se olvidan de sí mismos. Las únicas rentas de los departamentos colombianos son el monopolio del aguardiente y el impuesto al consumo del tabaco.

¿Qué actividad tiene en los pueblos negroides eso que llaman Estado?

[…] Hay que ganar estas elecciones, hijitos. Nosotros. Rafael Uribe Uribe y nosotros, ganaremos las elecciones. Esto no es un bolsín, Excelencia, ni tampoco es la casa de Toñita…

¡Ay de las mujeres y de los hombres que trabajan, si estos escandalosos ganaren las elecciones! Oigan ustedes, los delegados a la Convención Liberal: se trata de algo muy serio, la Patria, y no de vender el voto a mayorales. Se trata de saber si esto es verdad o es una tahona de barrigones

[…]

Rafael Uribe Uribe debe ser el que gane estas elecciones.

[…]

¡Liberales, a ganar las elecciones! Se trata de que la vida se hará imposible si viene a reinar esta reacción de gente brava, escandalosa y con ganas de vengarse”.

Fernando González

Frank David Bedoya Muñoz

Frank David Bedoya Muñoz (Medellín, 1978) es historiador de la Universidad Nacional de Colombia y fundador de la Escuela Zaratustra. Fue formador político en la Empresa Socialista de Riego Río Tiznado en la República Bolivariana de Venezuela. Ha publicado “1815: Bolívar le escribe a Suramérica”, “Relatos de un intelectual malogrado” y “En lo alto de un barranco hay un caminito”, libro que reúne cinco relatos, un ensayo y dos conferencias sobre la vida y obra del Libertador Simón Bolívar. Actualmente es asesor en el Congreso de Colombia.

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