Quizás en esta columna debiera dedicarme al tema tan doloroso, trascendental y bochornoso como lo es la reciente inaceptable decisión de la Corte Constitucional de Colombia que despenalizó el aborto hasta la semana 24 de la gestación.
Muchísimas voces autorizadas ya se han pronunciado sobre tan nefasta decisión y yo debiera unirme a todas ellas. Esa doblemente reprochable decisión, cuestionable en su moralidad y legalidad, es un tema que dejo pendiente para ocuparme de él más adelante.
Hoy me asiste otra preocupación. Mi propósito con estas líneas es invitar a la reflexión y a la acción.
Se nos acercan aceleradamente unas fechas cruciales para nuestras libertades y democracia. El 13 de marzo elegiremos el nuevo Congreso (Senado y Cámara de Representantes), el 29 de mayo será la primera vuelta en la elección del próximo Presidente de la República y eventualmente el 19 de junio la segunda vuelta.
Se ciernen sobre nuestra amada patria Colombia grandes e irreversibles decisiones. Se vislumbran inmensos riesgos. Negros nubarrones se divisan en el horizonte.
Al parecer muchos compatriotas consideran que la política, las elecciones, las votaciones, los cargos públicos, no son asuntos de ellos, ni les competen, ni los afectarán. Ojalá yo esté equivocado. Es más, muchos consideran, probablemente con algo de razón, que esa es una actividad fastidiosa que hasta produce asco, que les huele maluco.
Estamos muy ocupados en nuestro día a día, en nuestras actividades ordinarias. Estamos ‘encabinados’, como se dice en el argot aeronáutico. Lo común y corriente de nuestra rutina no nos deja mirar hacia afuera, hacia el horizonte. Los árboles no nos dejan ver el bosque.
Yo estoy muy ocupado en mis asuntos, pareciera ser la respuesta o explicación a nuestra indiferencia. Esa indiferencia, esa apatía, es preocupante y riesgosa, acercándose peligrosamente a la indolencia.
Los padres, los hijos, los estudiantes, las universidades, los profesionales, las iglesias, los gremios, los empresarios, los emprendedores, los líderes, los trabajadores, los pensionados, los desempleados, los desocupados, no tenemos tiempo para eso, nos da pereza, nos da vergüenza.
En algunos pequeños grupos o élites académicas y profesionales hay cierto nivel de preocupación, pero ahí estamos muriendo de erudición. Tenemos teorías, escuelas y diagnósticos para todo.
Es hora de pasar a la acción.
Hagamos política. Hagamos proselitismo. Proselitismo es el empeño o afán con que una persona o una institución tratan de convencer y ganar seguidores o partidarios para una causa.
Nuestra causa es construir una Colombia próspera, grande, hermosa, en la que quepamos todos, en la que no nos tengamos que matar, en la que haya oportunidades para todos, en la que nuestros hijos y nietos puedan crecer, formarse y aportar, en la que se cumpla la ley y la justicia opere adecuadamente.
Mi insistente invitación es a que no seamos impávidos espectadores de la destrucción de nuestras instituciones.
Fomentemos e impulsemos en el círculo de influencias de cada uno, familia, amigos, trabajo, vecinos, conocidos, redes sociales, whatsapp, etc., la votación por candidatos coherentes, decentes y trabajadores que representen y defiendan nuestros valores.
Reaccionemos antes de que sea demasiado tarde. No seamos inferiores al desafío que las circunstancias actuales nos imponen.
Colombiano: ¿Te has puesto a pensar cómo sería tu vida y la de tu familia si los candidatos de la izquierda llegan al poder? ¿Eres consciente de todo lo que perderías de por vida?
Necesitamos que la derecha sea mayoría en Senado y Cámara, para conformar un muro de contención contra el narco comunismo. El Congreso es el foro por excelencia de la democracia. Tenemos que ganar el primer tiempo del partido de la democracia. El segundo tiempo serán las elecciones a la Presidencia. Remontar el resultado no sería fácil.
Pensemos en nuestro futuro, nuestras libertades, nuestra familia.
Un voto si cuenta.
¡Tu voto marcará la diferencia!
Comentar