Lo cometido por el Eln en los últimos días es impresentable e indefendible. Pareciera no haber aprendido nada de lo ocurrido con las Farc. Las Farc ganaron, en el papel, todas las condiciones institucionales, políticas y económicas que cualquier grupo rebelde, en el marco de la justicia transicional, pudo haber agregado al botín. Pero perdieron un asunto esencial dentro de un proyecto político básico: no son legítimamente reconocidos por el pueblo como sus voceros. Su aparato ideológico, sin armas ni narcotráfico, es vital para la democracia, pero sus banderas electorales son una sumatoria de tumbos porque están haciendo exactamente lo mismo que los partidos políticos tradicionales. No han sabido marcar la diferencia y las curules que tienen aseguradas por Decreto, no durarán toda la vida. Además, le han hecho conejo a la justicia por crímenes atroces, no han dicho toda la verdad y han tenido muy poco liderazgo en el proceso de reparación de las víctimas. Las Farc sacaron adelante un acuerdo al que el pueblo en el Plebiscito del 2 de octubre de 2016 dijo NO. Rechazó muchas concesiones y dejó claro su inconformismo porque sentía que recibían mucho a cambio de muy poco.
El Eln parece no tener interlocutores, ni ideólogos, ni cuadros que adviertan el error que cometen de cabo a rabo. Error que contradice todos sus discursos mediáticos de conservar su voluntad de paz. Error de ponerse en contra de la opinión pública. El panfleto con el que justificó sus acciones militares como actos legítimos de rebelión no se ha leído así. Por el contrario, se concibe como un acto descarado y contradictorio a la voluntad de paz. Un acto que envalentona la vocación intransigente y castigadora de nuestra sociedad. El Eln, solito, sin necesidad de ataques externos, se está estallando por dentro. Está jugando muy mal sus cartas. Está haciendo una lectura en la dirección contraria, porque el pueblo que dice defender se levanta indignado e insatisfecho. No lo reconoce, no le cree y por ende no verá con buenos ojos que se destinen recursos públicos para adelantar negociaciones y luego sostener su transición.
El Eln se la está poniendo muy fácil a quienes han concebido la negociación como rendición del Estado. Se le está entregando, atado de pies y de manos, a las fuerzas políticas que bajo la idea de seguridad han preferido la bala sobre la palabra. Olvida que en solo unas semanas iremos a las urnas y nuestro pueblo, que solo tiene memoria a muy corto plazo, llorará cada víctima con el mismo dolor y la misma rabia con la que castigará, electoralmente, a todo aquel que diga tener una agenda de negociación con ellos, en el inmediato o en el mediano plazo.