«Esta lidia no la pagan, y le obedezco «en una misma dirección» Mi saludo es: discípulo de ella, sirviente de ella, cocinero de ella, amante de ella, amigo de ella, chofer de ella, masajista de ella, oreja de ella, agenda en ella, vestuario de ella Por supuesto hablo de la Literatura»
I
¿Cómo entristecerme, Pompilio? ¿Cómo llorar si la cumbia es cumbia aun si es triste? Me lanzo a las penas, no en busca de sanarlas; en busca de abrirles un mejor aposento en mí, una morada con luces nuevas y sin otrora pancartas de bienvenida, innecesarias, hábiles para hacerle creer al fresco arrendatario su particularidad No, en verdad no hay elevadores que guíen mi bisutería ¡Ay!, ¿cómo perderme en la honda lagrimera de los vasos? ¿Me enredo en los espinosos lirios de guarnición? La solidez corporativa, el mercadeo narcisista, ¿dónde me hago un espacio? He crescendo marino, he postrimerías banales Martirizaré los cultivos para luego echarlos en la argamasa, porque de algo estoy seguro, y ese algo no merece la pena mencionarse hasta que me sirva de alivio A esto me condenaron, esto me dijeron que me pasaría… El hemisferio de las necrópolis, donde los menos culpables visten sus metros para descansar Nadie se escapa, ay, nadie sale limpio: colonizan la miseria y le dan iones de su cultivo
II
«Por tener miedo a los vivos» no me cruzo a los muertos El día que llegue a ser uno, posiblemente recomienden la impresora de los cautivos, donde salen los tomos harinales, donde se crían los chigüiros en son de trasplante Este es mi deseo, y lo invoco sin oyentes, pero digno de no ser olvidado en menos de una noticia: quiero sentirme la congoja de mil madres sin sus hijos, de mil empresarios en quiebra, de mil presidentes diagnosticados con enfermedades crónicas, de mil intelectuales varados en mitad de la carretera O de un niño suspirando Me aventaría a la mar, en alquimia perpetua, signo desmayístico e hiperbóleo En su defecto, una escritura del mes nueve, del año doble dos, en la hora nueve y quince Hace muy poco un hombre vivía normal, con dos lianas para donde quisiera ir, sin traumatismos «Muy poco» es suficiente para cambiarse la vida Ea el contrargumento de la vanidad, de la locomotora humana hecha trizas
III
Pompilio, usted que no es un hombre absurdo pero tiene más cantidad que calidad, ¿ha pasado esto? La desilusión, una mantequilla sobre la superficie de la amargura Sentirme en ausencia del oratorio, a vagones de mi ángel, a enciclopedias de mi niñez Reafirmo el acuse: dependemos de una sensorial manía común: al futuro se llega mejor odiándolo; se acerca más familiar siéndole inhumano Ya salieron las bestias, y empeorará Mortal conocer, sírvete más: a los que murieron por tu mano, o puede que no por la tuya, se les acabó la gana Bebe, ensucia el pecho, la mesa, nuestro casiqueo Nadie prevalecerá a menos que adelante el infierno y se acostumbre a él Repito: nadie Y no esperen la servidumbre materna: no esperen si quiera la conmiseración patriarcal Espérense helados a una milla de su río de confianza, en el de los peces sin cabeza y flotando como humanos sin pies No sé la motivación de mi insignificancia, ni sé cuánto demoraré en velarla Temo hacerle las comidas, teñirle la ropa vieja, y planchar las mangas y los cuellos de sus camisas… ¿Dónde obsequian un premio por las veces que se teme? Allí estaré, sin mis galerías
IV
Alcáncenme la salvación y les daré un poco Doy mi lastimosa palabra En ciertas empresas eso es lo único que debería dar Los procesos ambivalentes se deciden entre sí y no; yo me decido entre la cama o el piso, entre los restos o la totalidad, entre la angustia o la recuperación, entre saludar o hacerme el ciego Labren en todos los espejos donde se vean, desde el de la casa hasta el del baño que solo se utiliza una vez a la semana: vale quien menos espera Así los incesantes bacanaleos y las premurosas galimatías no serán fastidio razonable, ni periódico Sea lo que fuese, vengo a desahogarme, Flaco, y usted es un ser de Dios, y su fe me hace lagrimear Lo que has rematado a pulso es un incomparable ejemplo de níveo heroísmo en una elevación no apta para esas lamentaciones En tal caso, Pompilio, es la calidad lo que guía, el hispano seneico, la rectificación pueblerina de lo íntegro y de los inclementes recibir y dar golpes Ni yo le alego
V
No cabe duda: entubarán la línea de sucesión y su longitud se demorará lo que una extremidad para desentumecerse Mi leña terminaría en los apellidos, mi nave en los surcos Si admito el ahogo es porque un modelo sin precedentes me cambió de mentalidad Aunque a Pompolio no lo asombran los modelos, por muy vanguardistas que sean Que uno de ellos me prometiera veinticuatro horas, me mataría y las conseguiría Así moriría solo por descuido o por falta carga… Me refiero ser mi verdugo Quien activa la guillotina se asesina él mismo, o en él se mueren partes del acertijo, o en su exterior nace un trémulo agite neurosensorial «No hay marcha atrás», mal dijiste, Pompilio Y si lo dice alguien que no sabe qué día ni qué mes lo estruja, debo resguardarme «Vean esta altura», prosigues, sentado Eso no es ganar; es atrasarse en el calentamiento y en los baños preambulatorios, mi señor Y mucho que oponga no reúne fastos conmemorativos ni rezanderos
VI
Esta lidia no la pagan, y le obedezco «en una misma dirección» Mi saludo es: discípulo de ella, sirviente de ella, cocinero de ella, amante de ella, amigo de ella, chofer de ella, masajista de ella, oreja de ella, agenda en ella, vestuario de ella Por supuesto hablo de la Literatura Aunque podría hablar de la Escritura Hablaba de la ingobernable felicidad cristiana y de mi rebuscada angustia Pero si a un objetivo se le dedica la improvisación y la mímesis, ¿le cuesta al destino ceder sus retenciones y darle una prueba al muchacho? ¿Cabrían numerosos expectantes de una permisiva linealidad? Focos glaciales, ¿a quién le exigimos la sanación de un pariente? Una sin dilatar heridas y de cirujanos como en Facultad Seguir en una lucha me hace un espacio, y con ese espacio resonaré el infinito Se trata ahora de no desfallecer Echa pa lante… A este paso nunca desnutriré mi gorjeo
VII
¿Qué digo? Borro las promesas de tajo, las que me zanjarían un límite luciferal Yo me lo echaré en cara Todos los problemas debieran resolverse en uno mismo y sin intermediarios ¿Equivocaciones de otro nivel? ¡Qué importa saberlas de otro nivel! ¡Qué importa saber de equivocaciones! El conocimiento es una tira de las que salen de la fábrica municipal Veremos la adecuación de nuestro ánimo finito en consistoriales mentores Me dejaré vivir De eso trata el reo apaciguado Las centuplicadas razones cansan, en serio Háganse las fuertes, las exteriores, las redichas, pero a mí no; yo las veo como dejan los aseguramientos poco a poco: no tienden la cama, no barren ni trapean, no lavan la toalla, no sacan la mascota, no se hacen de comer sino lo que les dejaron servido, no saludan y beben estimulantes como leche Y en un momento solo quedan ellas: ¿me reduzco o no?… «Ábranle la puerta a David», y no sabemos quién es David, don Pompilio Llevamos una hora o más intentando conocernos Pero no tuvimos presente la mala retentiva Quería entristecerme; ahora quiero tomar; luego querré dormirme… y no podré El señor de las cartas me detuvo la comunicación Yo le tuve que haber tomado la delantera Los regueros de probables me ensucian Más de la cuenta se llevaría abrir la quijada y saludar al mecenas El decidido muere en batalla y el anacoreta subiendo las escalas Y todos libran batallas y todos suben escalas, así como todos mueren y todos forman parte de la inconmensurable variabilidad Las canciones que aparecen con sus letras son un paquete de lo que no deberíamos entregar ni un cascajo: más vale hacerse con lo que se tiene: un mechero y dos repisas Digo que no terminé como deseaba Un jalón de manga se decide entre misterio o afinidad Elijo lo adecuado para mi «sucesión de presentes»
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