Epifanía

Un camino de palabras que transito ya sin piel, vibrando deseos que arden en madrugada, tan mudos como las lágrimas sin rastro. Comprendo mi lucha en gratitud, aprendo a amar con errores que enseñan de perdón; estremecerse en compasión para amanecer con cada día.

Es este un secreto manifiesto, todo cambia en proporción, desde que me elegí hace tres noches. Me encontré en un lugar oscuro jugando a ser cerillo entre tinieblas, que se apaga con el frío y su neblina. Me sostuve de un poema y fui hacia un nido de leña con fuego de ilusión entre las manos, brasas que escondí en mi diario cuando vencía al miedo en cobardía. Vivir para salvarse de la propia pequeñez.

Milagro consorte en cariños vedados, cálculos mágicos predisponen cercanía, del abrazo cálido que se busca en los sueños ocultos por el juicio inquisidor de la era predominante. Vi venir la verdad consigo, pocos entenderán cómo cicatriza la lealtad de mi alegría, luz que se reclama íntima por su energía transformadora. Firmar con un beso el pacto implícito por la prudencia de quien se quema así en este tiempo.

Escribo con cenizas de esperanza al ser materia, incandescencia del espíritu que posa una llama siempre nueva sobre un cuerpo agónico de esfuerzos.

María Mercedes Frank

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