El terror de trabajar por prestación de servicios

“…Y lo que duele es la constante humanidad menguante de aquellos que luchan por mantener puestos de trabajo que no quieren, pero temen más a la alternativa. La gente simplemente se vacía. Son cuerpos con mentes temerosas y obedientes. El color abandona el ojo. La voz se vuelve fea. Y el cuerpo. El cabello. Las uñas. Los zapatos. Todo lo hace. Cuando era joven, no podía creer que la gente pudiera entregar sus vidas a esas condiciones. Ya viejo, todavía no puedo creerlo. ¿Para qué lo hacen? ¿Sexo? ¿Televisión? ¿Un coche en pagos mensuales? ¿Niños? ¿Niños que van a hacer las mismas cosas que ellos hicieron?”

Charles Bukowski


Poco se menciona del terror que se sufre a la hora de trabajar en lo público, peor aún cuando se ejerce a través de prestación de servicios. Aquello que se padece a la hora de laborar como contratista a prestación de servicios, es un tema que se lleva a cabo entre quienes los padecen, los mismos empleados, la familia, amigos y de ahí para allá.

En este mundo mefistofélico, déspota y abrumador, el trabajador supuestamente es quien organiza sus horarios laborales, de modo que estos puedan adaptarse a las necesidades de tiempo de la persona, donde se le permite desempeñarse en otras funciones, lo curioso es que siempre le van a decir que cuide ese trabajo más que a otro. Sin embargo, bajo esta modalidad, quienes hemos tenido la fortuna y la infortuna de desempeñarnos…digo fortuna porque en algunos sitios se paga “bien”, y infortuna puesto que las dificultades por las que se atraviesa son muy amplias, aquí trataré de mencionar algunas de ellas.

Inicialmente, las entidades disponen de sus respectivos tiempos para la ejecución del programa en específico llevado a cabo. Las entidades públicas, que es a las cuales me refiero, reciben unos recursos, los cuales se distribuyen de acuerdo a las “necesidades” del contexto en el que se van a realizar las labores. Aquí radica el primer problema para el empleado. Este, debe organizar de manera responsable sus finanzas económicas, allí no se recibe prima, vacaciones, cesantías y peor aún liquidación. Quienes se han desempeñado bajo esta modalidad, saben que el temor de adquirir un objeto costoso (casa, carro, viajes, propiedades, etc.) es siempre una constante, más allá de que se haya laborado por un buen tiempo antes de comprar este tipo de elementos.

De modo, que se hace muy difícil tener una estabilidad económica, sino se está presente el ahorro, cosa que en muchos casos se hace supremamente complejo debido a la miseria de salarios que se pagan. El empleado mantiene con un temor constante de que no lo vayan a despedir, perdón a finalizar los servicios, quien lo ha padecido sabe a qué me refiero.

Como segunda situación, tenemos la famosa “rosca”. En los sectores en los que he tenido la posibilidad de laborar, me preguntaban cosas como: ¿Quién lo ayudó a ingresar? ¿tuviste una palanca muy poderosa? ¿si es verdad que allá solo se ingresa con ayuda política? Y si, efectivamente solamente lo logré a través de una de esas condiciones. Aquí la meritocracia aplica muy poco, en gran cantidad de casos se accede bajo el favor político, cosa que deja en entredicho la continuidad de una sociedad corrupta y mandona. A muchos contratistas antes de ponerlos a firmar contratos que en muchas ocasiones no sobrepasan los seis meses, les exigen una cantidad de votos para montar a otro zángano más en el poder, otro uribista, vaya uno a saber.

Otra de las situaciones que aquí se vive, y que continúan en la línea de ese temor a ser echado, perdón nuevamente, a que no se renueve el contrato, es a no tener empatía con las personas que están por encima de uno. En muchas ocasiones, y este es uno de los casos que me tocó padecer, es que al no tener una buena relación con los “jefes”, pues sencillamente se toma la determinación de esa suspensión de contrato, de modo que la única forma de conservar el trabajo, más allá de que se esté cometiendo acoso laboral, es quedarse callado, tragar y tragar, no diga nada y sálvese quien pueda.

Esta también es un sentimiento de ignominia por la cual es necesario marchar, el sentirse amenazado, y hoy a modo personal, por no quedarme callado, por manifestar mi inconformidad ante gente patética que ni siquiera sabe escribir un correo, y la única forma en la que se sienten poderosas es tratando mal a la gente y generando miedo hacia los demás, con la excusa de que “aquí se viene es a trabajar”, me ha dejado sin empleo. Me ubico en una lista más de desempleados con títulos profesionales y posgraduales de este país.

Así que a las personas que han sacado un poco de su tiempo para leer estas cortas y poco académicas líneas, lo invito a que piense si realmente ese salario por el que usted está trabajando es digno, y sí, lastimosamente es la forma más fácil para el empresario contratar, eso lo exime de un montón de responsabilidades, pero lo menos no se conforme, no se le olvide que el día que lo quieran despedir, ¡perdón!, finalizar el contrato, la cantidad de años que usted laboró no le serán reconocidos, y ahí, como la pobre viejecita, sin nadita que comer, aunque aquí, literal, sin nadita que comer.

Ah… otra cosa, no le comparta esto a su “jefe” tirano, que posiblemente no le renueven el contrato.

Sebastián Restrepo Moncada

Licenciado en educación física y deportes, especialista en pedagogía y didáctica. Magister en educación. Docente.

Centro mi atención especialmente en las ciencias humanas y la reflexión que gira en torno a las problemáticas del uso de las redes sociales. Además, curioso de la filosofía, la educación, el deporte, la literatura y todo lo que permite generar diálogo y reflexión.

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