El respaldo al legado del café es el 17 de abril

Después de la independencia la historia del agro en Colombia tenía otros protagonistas como los pastos guinea y pará para el ganado, quina, tabaco, caña de azúcar, entre otros, y aunque el café se producía en bastos territorios del país no fue sino hasta 1835 que 2.500 bultos de café fueron exportados desde Cundinamarca a los Estados Unidos comenzando la expansión cafetera en territorios como Antioquia y el hoy denominado Eje Cafetero, así para finales del siglo XIX era el principal producto de la economía nacional. En 1927 se crea la Federación Nacional de Cafeteros que junto al gobierno nacional se ponen de lado de los caficultores de entonces para hacerle frente a la Gran Depresión de 1930 que tumbó los precios internacionales del café, y que, con políticas de estabilización del mercado y programas de ayuda a los caficultores, rescataron la industria cafetera. Durante la década de 1950 la FNC se dedicó a impulsar el Café de Colombia en los mercados internacionales, posicionándolo como uno de los mejores del mundo y permitiendo que la Federación y el gobierno aumentaran los incentivos al mercado interno para compensar a los caficultores ante las caídas del precio internacional de principios de esa década, y suministrando políticas masivas de crédito que permitieron tecnificar y modernizar la producción aumentando el rendimiento de cafetales, calidad del grano, capacidad de los caficultores y cantidad de las exportaciones.

Entre 1961 y 1989 el café colombiano estaba enmarcado en una franja de precio internacional de entre $1,20 USD y $1,40 USD la libra según el Pacto Internacional del Café de la Organización Internacional del Café OIC que regulaba el mercado con mecanismos como el acuerdo internacional de cuotas, entonces a la baja se retenía y almacenaba el café y al alza se sacaba más café para el comercio con el fin de mantenerlo en ese rango de precio. Es en este momento que el Fondo Nacional del Café creado por la Ley 35 de 1940, operado por la Federación Nacional de Cafeteros, cuya principal función era financiar apoyos a los caficultores, estabilizar los precios del café, asegurar la producción agrícola, dar créditos de inversión, gestionar fondos destinados a las regiones cafeteras y estimular el desarrollo económico de los productores, pasa a dedicarse casi exclusivamente a comprar y mantener acopio de café para moverlo en el mercado internacional. Luego las cooperativas cafeteras que inicialmente tenían el objetivo de impulsar a los productores se dedicaron a comprar a un precio menor con el fin de tener un margen de comercialización para el caficultor en el mercado interno, garantizando la compra de la cosecha para que no se perdiera cuando los caficultores no pudieran venderles a los compradores privados, que venden caro, compran barato y cuando cierran no compran más. En este contexto internacional, nuestro café, arábigo y suave, tenía un valor agregado en la franja de precios por su calidad, denominado Diferencial Cafetero, y que aumentaba el rendimiento del fruto colombiano ya que en el mundo se acostumbra a mezclar las denominaciones robustas y arábigo.

Con la apertura económica de César Gaviria, el librecambismo derriba los acuerdos de precios internacionales del café colombiano, con un precio de $1,41 USD el último día que Colombia suscribió el Pacto del Café en 1989, bajando hasta $0,50 USD la libra en 1993, provocando la quiebra de miles de cafeteros por las deudas y los costos no recuperados de la producción ante estos precios, a lo que se sumó que los ahorros destinados a mantener los precios de sustentación del Fondo Nacional del Café se agotaron. Fue hasta 1996 que las movilizaciones cafeteras lograron condonaciones masivas de deudas y recuperación de predios ante la Caja Agraria por parte del gobierno nacional de la época. Finalmente, los Tratados de Libre Comercio hicieron que el Fondo Nacional Cafetero, la Federación Nacional de Cafeteros y los gobiernos nacionales no solo desprotegieran a los caficultores, sino que sigan jugando en su contra pues se calcula que para equiparar los precios de 1983, la época dorada del café colombiano, que justifiquen la producción cafetera en el país, hoy se debería comprar la libra en $4,20 USD, lo que parece imposible en un mercado oscilatorio que entre 2013 y 2023 llegó a bajar a $0,90 USD y subió a un máximo de $3,30 USD.

Actualmente, producir café a perdida es resultado de que las bolsas de valores internacionales del café definen especulativamente los precios del mercado global donde otros países productores influyen con la cantidad y calidad de grano que liberan, además del precio del dólar en Colombia al determinar cuánto es la oscilación de los pesos por cada centavo, y finalmente la prima de calidad, el diferencial cafetero, que según la calidad del grano genera o no una tasa adicional por libra, arroba o carga, para resultar en precios finales al productor que no le alcanzan para cubrir los costos de cosecha, mantenimiento de cultivos y contingencias como las climáticas, aparte de las deudas. Un día pierde, al otro puede perder más o menos, pero igual perder.

Los cafeteros colombianos están exigiendo varios puntos ante la crisis, el primero es un precio de compra del grano que incluya un subsidio que permita recoger los costos de producción y una tasa de utilidadademás de la modificación del factor de rendimiento ante la afectación climática pues los difíciles temporales de sol y escasez de agua hace que las cosechas sufran y que su poca producción no cumpla con los requerimientos técnicos de rendimiento y se pierda. Lo que el gobierno nacional no ha podido o querido ver es que no es en el futuro que se quebrarán los caficultores, sino que ya hay muchos cuyas deudas sin réditos en la producción les impiden cultivar y también pagarles a los bancos, por lo que urgen políticas de crédito subsidiado más amplio y para todos los caficultores, solucionar sus deudas con condonaciones parciales de capital y totales de intereses, y evitando que pierdan sus tierras en los juzgados. Un campesino endeudado solo tiene perdidas, pero sin tierra no tiene nada.

La quiebra del agro y del sector mayoritario de la economía nacional es la perdida rotunda de la soberanía y seguridad alimentaria, y en estas circunstancias no puede hablarse de cambios y transformación si el principal renglón agrícola, la producción cafetera, no deviene ante su crisis en una política de subsidios para renovación y abonamiento de cafetales, seguros de cosecha y líneas de crédito con tasas LEC para todos los caficultores porque entonces las soluciones inmediatistas llevaran a la inminente degradación de los cultivos y la incapacidad a mediano y largo plazo de fertilizar, preparar y habilitar el suelo para garantizar periódicamente nuevos cultivos y el cuidado de los que se mantienen.

Siendo el campesinado sujeto de especial protección, los trabajos que genera el café para beneficio de 2.5 millones de familias, las necesidades de la juventud rural, los recursos que requiere en inversión la ruralidad y los desafíos urgentes del agro colombiano, hacen que la importancia de esta problemática motive la implantación de una mesa nacional para revisar efectos y daños del catastro multipropósito al elevar el precio de las propiedades y poner impuestos confiscatorios para el agro porque no puede ser que la migración de la ciudad al campo sea un factor para profundizar la desigualdad. Con el alza de arriendos y predios, con nuevos impuestos ¿podrá destinarse la tierra para cultivar a perdidas como está pasando hoy con el producto principal de nuestra agricultura?

 La arremetida de las multinacionales y el mercado especulativo de las bolsas de valores donde se fijan los precios internacionales del café, hicieron que muchas cooperativas confiando en la estabilidad de un mercado incierto y fluctuante, establecieran acuerdos de compra anticipada de producciones que no pudieron ser entregadas por los cafeteros en medio de estas dificultades y generaron el incumpliendo a los intermediarios y clientes finales. Pues apropósito, otra de las peticiones es que se ofrezcan soluciones reales y ciertas para las cooperativas de caficultores por los daños económicos de la política de compra de café a futuros para seguir en la garantía de compra, puestos de compra en las regiones donde no los hay y salvación de cooperativas para que continúen funcionando pues sin estas los privados tendrían el control absoluto del mercado a costas del productor.

Así, las ganancias se las llevan los intermediarios de multinacionales como Nestlé, Starbucks o JDE Peet’s quienes no tienen ningún tipo de relación con Colombia, pero desde sus oficinas afectan directamente los precios de futuros y de contado del café, lo mismo que ha pasado con la Federación Nacional de Cafeteros, profesionales con escasa o nula vinculación al campo, el agro o la caficultura, con funciones técnicas al servicio de la especulación internacional y que administran el negocio a costas de la quiebra de los caficultores. Finalmente, el movimiento cafetero está impulsando la creación de la mesa por la verdad cafetera para tramitar la reforma estatutaria y reestructurar la Federación Nacional de Cafeteros en búsqueda de escenarios de participación, incidencia y democratización de los campesinos, productores y trabajadores rurales en los lineamientos, políticas y estamentos que determinan el rumbo del sector del café.

El próximo 17 de abril en respaldo a la caficultura colombiana (pareciera un oxímoron), productores de café en Quindío, Caldas, Risaralda, Antioquia, Nariño, Cauca, Valle del Cauca, Tolima, Huila, Santander, Cesar y Cundinamarca entre otros, han convocado en la Asamblea Nacional Cafetera en Armenia el pasado 13 de marzo, una movilización ante esta crisis del café nacional. Y no estarán solos pues se trata del alma de Colombia: ese día haremos que el aroma del café impregne de dignidad las vías de todo el país.

Gibran Mouarbes Giraldo

Psicólogo y director del Laboratorio de Teatro Universitario de la Universidad Nacional de Colombia. Especialista en salud pública y psicología anormal. Miembro de la Unidad Nacional de Artistas UNA, del Colegio Colombiano de Psicólogos COLPSIC y director del Teatro en Cuarentena Latinoamérica TECU.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.