El reencuentro de los que nunca se separaron

“ las personas que lo rodeaban no eran tristes ni melancólicas, simplemente eran menos románticas” 

La mañana calurosa del viernes ocurrió el reencuentro más esperado, ahí estaban ellos tres nuevamente, con el fin de emprender la tan habitual  tertulia. De los tres integrantes, uno rompió el hielo y este era quizás el más hiperactivo de todos, el segundo era un poco más sereno, cauteloso y el tercero estaba presente como un simple observador, casi no intervenía.

El primero, contó la experiencia que había vivido en el lugar donde se encontraba antes de que ese anhelado reencuentro ocurriera,  dijo que en aquel lugar no existía la tristeza, la melancolía, el estrés o quizás algún sentimiento perturbador, mencionó haber caminado por todos lados tratando de no dejar espacio sin recorrer, no encontró ningún tropiezo, todo era goce, fiesta, felicidad, sonrisas, besos y abrazos. Dijo haber conocido el amor de su vida en dicho lugar, describió ese amor mientras sonreía mirando fijamente hacia las nubes,  manifestó  haberle dedicado canciones, regalado rosas y pasear tomándose de las manos , se prometieron amor eterno y no aceptaron bajo ninguna circunstancia romper esa promesa.

El segundo, tomó la palabra y emprendió a describir las características del lugar donde el había habitado, expuso que el entorno era libre de algarabía, las personas que lo rodeaban no eran tristes ni melancólicas, simplemente eran menos románticas, también conoció a quien llamó el amor de su vida, pero era un poco tenue la relación, había cariño pero predominaba la convicción de estar enfocados cada uno en sus asuntos laborales o académicos tal ves ,no habían rosas ni canciones, no se prometieron amor eterno, pues pronto se separarían ya que dónde se encontraban la permanencia era transitoria, por lo tanto, prometerse amor eterno carecería de sentido.

El tercero, por el contrario, no les contó lo que había vivido. Pues manifestó nunca haberse ido del lugar donde se encontraban y dijo que cuando su decisión sea marcharse sería para no volver, pues no tenía memoria y olvidaría el camino de regreso.

De esta manera el primero de ellos, el corazón; había vuelto adolorido, triste, y melancólico, pues el amor de su vida se había marchado y había roto la  tan    “inquebrantable” promesa.

Por otro parte el segundo, el cerebro; estaba tranquilo, sin tristezas y feliz, se había separado del que fue el “amor de su vida” pero no había afectado en nada su integridad, pues nunca hubo promesas y por ende no era posible que se rompieran.

Y el último tercer integrante de la tertulia, el alma; carecía de sentimiento alguno y por el contrario, les sugirió habitar el mismo sitio cuando decidan marcharse, de esa manera aprenderían de si mismos y talvez no tengan que regresar, sino que  prefieran quedarse junto a los amores de sus vidas, pues para ello, se necesita que ambos estén en armonía.


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Fabio Guanga Echeverry

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