El Papa Francisco y los homosexuales  

Una persona no es buena o mala por su condición sexual, sino por sus actos y los legados que le deje a la sociedad”.


El Papa Francisco levantó polvareda la semana pasada por el estreno del documental sobre su vida. En fragmentos del documental, el Papa dice que “Las personas homosexuales tienen derecho a estar en familia, son hijos de Dios. No se puede echar de la familia a nadie, ni hacer la vida imposible por eso”, esa frase es poderosa entendiendo de donde viene. La Iglesia Católica y en general todas las religiones son conservadoras y prohibicionistas. Para la religión, salirse del molde siempre genera resistencia.

En ese sentido, los homosexuales nunca han tenido el camino fácil, precisamente por la influencia de la iglesia que ha determinado que, por naturaleza, todo hombre debe estar con una mujer y procrear, desconociendo otras realidades, como la atracción que pueden sentir las personas por su mismo sexo, o las que sienten que están en un cuerpo equivocado. Homosexuales han existido desde siempre, se cree que filósofos como Platón y Sócrates tenían prácticas homosexuales. En el texto Carne y piedra de Richard Sennett, se deja entrever estas tendencias en la cuna de la civilización. No era visto como una aberración ni mucho menos como una enfermedad. La denominación lesbiana obedece a que en la isla Lesbos de Grecia, había una poetisa, Safo, que profesaba amor a sus compañeras.

En el mundo occidental esas creencias cambiaron con la influencia que empezó a ejercer la Iglesia en la educación y cultura durante el periplo más largo de la historia, Edad Media, siglo V y XV, también conocida como la época del Oscurantismo, el poder absoluto estaba en los reyes y los sacerdotes, todo aquel que se atreviera a pensar distinto estaba condenado a la hoguera, sólo había una verdad, sólo había una forma de entender el mundo, sólo había una forma de ser y de comportarse. Eso por supuesto incluía que todo hombre y toda mujer debían casarse entre sí y tener los hijos que dios mandara. Aquellas personas que sintieran atracción hacia el mismo sexo debían ocultar sus preferencias o de lo contrario, estaban condenadas a morir, o a ser torturadas, por ser “desviadas” o “enfermas”.

Esa estigmatización hizo que muchas personas vivieran frustradas por no poder mostrarse como realmente eran, por no poder vivir la vida que querían, todo por miedo al rechazo. Conozco casos de personas que se casaron y tuvieron hijos porque era lo correcto acorde a la tradición, mas no porque era la que deseaban. No debe haber cosa más frustrante que vivir una vida que no corresponde a las convicciones propias. Pero era entendible.

Personajes notables como Alan Turing, uno de los padres de la informática, quien ayudó a descifrar el código Enigma, con el que se comunicaban los nazis en la Segunda Guerra Mundial, a quien le debemos agradecer que la guerra terminara más pronto de lo previsto, fue tiempo después, en 1952, a pesar de su contribución a la paz mundial, condenado por su condición de homosexual, dos años después murió; una versión dice que se suicidó con una manzana envenenada. Se comenta que Steve Jobs se inspiró en la historia de Turing para crear el logo de su legendaria empresa, Apple.

Crecí en una familia católica pero siempre tuve críticas por la rigidez en sus costumbres, me costaba entender cosas como porqué en Semana Santa los viernes no se podía comer carne de res sino pescado -cuando es más caro-; así como la forma de educar a través del miedo y la prohibición; curas que les decían a las mujeres que planificar era pecado, cuando estaban llenas de hijos que ya no podían mantener, o incluso, aconsejarlas, de que aguantaran los maltratos del marido, porque eso era ser una buena mujer y así se llegaba más fácil al cielo. Me cuestionaba que para ganarse el amor de Dios se tuviera que sufrir.

Valoro mucho el liderazgo que el Papa Francisco viene ejerciendo en la Iglesia Católica, un líder que es coherente entre lo que dice, piensa y hace, que manda mensajes permanentes de austeridad y humildad, que le da voz y relevancia a las minorías. Sus acciones nos enseñan a que como humanidad nos debemos respetar y construir en medio de las diferencias. Una persona no es buena o mala por su condición sexual, sino por sus actos y los legados que le deje a la sociedad.

José María Dávila Román

Comunicador Social - Periodista de la UPB con Maestría en Gerencia para la Innovación Social y el Desarrollo Local de la Universidad Eafit. Creo que para dejar huella hay que tener pasión por lo que se hace y un propósito claro de por qué y para qué, hacemos lo que hacemos. Mi propósito es hacer historia desde donde esté, para construir un mundo mejor y dejar un legado de esperanza y optimismo para los que vienen detrás. Soy orgullosamente jericoano.

Nota al pie: El columnista tiene o ha tenido vinculación laboral con la minera AngloGold Ashanti. 

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