«Los gobiernos han tomado decisiones que parecieran atentar contra los valores republicanos básicos, tales como la libertad personal y la igualdad.»
Como resultado de la pandemia del coronavirus COVID-19, los gobiernos alrededor del mundo han tomado ciertas medidas para detener su propagación: desde el aislamiento forzado hasta el uso obligatorio de cubrebocas en espacios públicos, los gobiernos han tomado decisiones que parecieran atentar contra los valores republicanos básicos, tales como la libertad personal y la igualdad.
Dichas medidas están llevando a una crisis mundial, no solo económica sino humanitaria, donde en los hogares las personas (niños, mujeres, hombres, mascotas) conviven, día con día, aún más tiempo, con sus agresores (la violencia intrafamiliar no conoce descansos por pandemia); el desempleo cada día más causa desolación en el panorama económico; los delitos también van en aumento… en fin, una situación que está desgastando a la sociedad en general. Pero en todo esto ¿Qué tiene que ver la democracia?
En la teoría, la democracia está “resguardada” por las instituciones republicanas que se han creado en cada país y que permiten su conservación, pero resulta que esas instituciones, en la práctica, tienen comportamientos autoritarios. Aclaro, decir que una institución es autoritaria no es decir que en ese país se vive una dictadura; por ejemplo, en México, a pesar de contar con instituciones democráticas, que garantizan la división de poderes, la tolerancia a la oposición y el acceso al poder a través de elecciones libres, limpias y competidas (las características que considero básicas para definir a una democracia), existen comportamientos autoritarios con procesos electorales poco claros, pactos entre los poderes que rozan la ilegalidad, entre otros. Sin embargo, no existe una dictadura mexicana.
Es en este punto, sobre el comportamiento autoritario, donde entra la crisis por el coronavirus: se declara una especie de “estado de excepción” (lo más parecido a un estado de sitio que se declara en una guerra) para evitar la propagación del virus, donde en muchos lugares, las policías son las encargadas de poner multas por no acatar el confinamiento obligatorio en casa, no portar el cubrebocas, el cierre de las fronteras entre municipios, etc. lo que atenta contra la libertad individual y colectiva de transitar, reunirse y manifestarse; es decir, no hay una institución que “resguarde” estas libertades en este momento, todo lo contrario, están enfocadas en propiciar el aislamiento, incluso con toques de queda.
Esta especie de estado de excepción está siendo aplicado por muchos gobiernos, lo que podría llevar, en el futuro, a practicarlo más a menudo para distintos fines (la costumbre se puede quedar), mucho menos lícitos que la salud pública; también tenemos que tener claro que existe el cacicazgo en muchos lugares del planeta, donde una autoridad local gobierna de forma autoritaria e ilegal una zona pequeña pero que influye en la vida de muchas personas, pues si a esto le agregamos medidas que le facilitan perpetuarse en el poder local, la democracia, en su expresión más mínima que es la que influye directamente en nuestra vida diaria, se pone en riesgo.
Es imposible saber que pasará después de la crisis por coronavirus, quizás todo siga igual que antes (para bien y para mal) o quizá el probar el autoritarismo permita que cada vez sea más frecuente que se tomen medidas así para situaciones arbitrarias y que vayan desgastando poco a poco la poca democracia que algunos países han conseguido a través de las décadas.