En un debate sobre la fiesta brava, la hoy concejal Padilla, defendiendo “la igualdad moral” en los intereses de humanos y animales, se refirió al “¡interés de la cucaracha!”. “Ella no quiere votar, solo vivir como cucaracha”, decía la concejal. Quedamos atónitos, más cuando no respondió a la pregunta de si salvaría a un niño o a la cucaracha.
Comparto la noción de “ser sintiente”, de la que se deriva el “bienestar animal” que defendemos en FEDEGÁN, pero “humanizar” la cucaracha es un exceso del cual surge la persecución contra la ganadería, a la que se suman las acusaciones de emisora de gases de efecto invernadero, que inspiran el acuerdo de la concejal Muhamad de Colombia Humana.
En el Mandato sobre ¡Soberanía y Seguridad alimentaria!, se ordena incluir en los menús de las instituciones educativas “opciones alternativas a productos de origen animal” ¿Por qué?: porque la ganadería es responsable de la emisión de GEI, arguyen Muhamad y Padilla, pero en el Mandato sobre la reducción de esos gases, no se menciona a la ganadería.
Dentro de las acciones de ¡salud pública!, aparece el “Día sin carne”, acogiendo presuntas recomendaciones de la FAO. Y en los temas educativos se ordena un verdadero adoctrinamiento contra la ganadería en sus instituciones, vinculando contenidos sobre presuntos efectos negativos del sector pecuario.
Respeto el derecho de cada quien a alimentarse como quiera, pero rechazo la pretensión de imponer esas preferencias, que vulnera la libertad y, en el caso del “día sin carne”, el derecho al trabajo en toda la cadena cárnica. La concejal Padilla, vegana confesa, debió declararse impedida en la votación.
Yo también puedo citar a la FAO. Reconociendo la necesidad de disminuir su impacto ambiental, reto que FEDEGÁN asumió desde hace diez años con su programa de Ganadería Sostenible, su entonces director reconocía en 2017 que “el sector ganadero es uno de los pilares de la seguridad alimentaria” y que “más de la mitad de los pobres rurales del mundo dependen de la ganadería” algo que deberían tener en cuenta las concejales.
Los animales son parte de la naturaleza y sus gases eran absorbidos por ella, equilibrio que se rompió con la llegada de los combustibles fósiles. Lo nuevo en la naturaleza no son los animales; por eso rechazo la falacia del impacto ambiental, y la de que un día sin carne ayude a disminuir la emisión ¡en Bogotá!, pues hablamos de animales que llegan a la ciudad para sacrificio.
Esto no es gratis, hace parte de una “agenda global”. A la estigmatización ganadera en Venezuela le siguió la expropiación. Hoy se induce en las escuelas un tipo de alimentación, mañana una ideología, y de contera, la izquierda, los animalistas extremos y otros “centristas madreadores”, dueños de “la moral”, se abrogan el derecho a la intolerancia y el insulto procaz.
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