El desempleo no es un problema económico sino un problema político

Muchas gracias por la invitación que me hacen a hablar sobre el desempleo. Enuncio desde un principio la tesis que voy a desarrollar: el desempleo no es un problema económico sino un problema político creado en gran medida por las medidas de política pública destinadas a combatirlo. Voy a tratar los siguientes puntos:

I. Planteamiento inicial y definiciones.

II. ¿En qué consiste el problema del desempleo?

III. En una economía libre no existe el problema del desempleo.

IV. Desempleo y políticas públicas bien intencionadas.

V. ¿Qué hacer?

I

En la gráfica 1 se muestran la tasa de desempleo – barras y escala derecha – y la tasa de crecimiento del PIB – línea continua y escala izquierda – en los último 20 años. En general, el mayor crecimiento está asociado a menores tasas de desempleo, relación que es conocida con el nombre de “Ley de Okun”.

Gráfica 1


Importa destacar que, en todo el período considerado, la tasa de desempleo no cayó nunca por debajo del 8,5% y que, en 14 de los 20 años, estuvo por encima del 10%, incluso cuando el crecimiento era bastante elevado. Explicar el problema del desempleo es explicar su persistencia aún cuando la economía crece fuertemente.

La Gráfica 2 presenta algunas definiciones de interés. Para los análisis referentes al mercado laboral, la población total se descompone en la población en edad de trabajar, más de 12 y menos 65 años, y población por fuera de ese rango. La primera se divide a su turno en población económicamente activa (PEA) y población económicamente inactiva, donde están estudiantes, personas dedicadas sin remuneración a los oficios del hogar, rentistas, pensionados, mendigos, etc.

Gráfica 2

La PEA es la oferta laboral y se divide entre los ocupados y los desocupados. La tasa de desempleo es la relación porcentual entre el total de desocupados y la PEA, la cual, en el periodo de los datos de la gráfica, julio de 2021, estaba en 14,3%. Los ocupados, por su parte, pueden ser dependientes o asalariados, empleadores y trabajadores independientes o por cuenta propia.

II

Un desempleado es alguien que queriendo trabajar al salario vigente en su campo de actividad no encuentra empleo. En la metodología del DANE, es alguien que estaba sin empleo en la semana de la encuesta, que buscó emplearse en las cuatro semanas anteriores y que está disponible para empezar a trabajar.

Lo anterior significa que en todo momento hay gente desempleada sin que eso sea un problema para la sociedad ni, incluso, para la persona misma. Los estudiantes o aprendices que terminan su capacitación normalmente pasan por un período de desempleo de algunos meses. También pueden estar desempleados, en ocasiones por mucho tiempo, personas con formación inadecuada para las demandas del mercado laboral o que se obstinan en emplearse exclusivamente en determinada localidad. En fín, están desempleadas, personas que por cualquier razón abandonan sus empleos en busca de mejores oportunidades en otras empresas o, incluso, en otros sectores de actividad y tardan algún tiempo en alcanzar su objetivo. Este desempleo existiría incluso en una economía libre con completa flexibilidad salarial. Podríamos llamarlo desempleo de pleno empleo.

Podemos imaginar la situación de desempleo como la de personas que caen a una especie de piscina en la que permanecen durante un tiempo. Mientras la duración de desempleo es breve y el nivel de la piscina es bajo, no hay en realidad un problema de desempleo pues el existente, como se explicó ya, refleja el funcionamiento del mercado laboral, que en la realidad no está exento de fricciones.

Gráfica 3

 

Las cosas se complican, es decir, aparece el problema del desempleo, cuando se presentan dos hechos que usualmente son concomitantes: aumento de la duración promedio del tiempo de desempleo y elevación de su nivel.

Tasa natural es el nombre que se le da al nivel de desempleo por debajo del cual la economía empieza a experimentar presiones inflacionarias. El concepto está asociado a la llamada curva o relación de Phillips según la cual existe una relación inversa entre la inflación y el desempleo. La tasa natural varía de una economía a otra e, incluso, de una época a otra en la misma economía, pues refleja las características estructurales del mercado de trabajo que resultan de las reglamentaciones prevalecientes y determinan la mayor o menor flexibilidad de los salarios nominales. La tasa natural es más elevada en economías donde es mayor la inflexibilidad salarial.

Existen no menos de 10 estimaciones de la tasa natural de desempleo en Colombia que van desde un mínimo de 6,2%, de un estudio de 1995, a un máximo de 13,9%, de un estudio de 2006. Una estimación de 2015, para el período 2003-2010, arroja un valor de 8,7%. Finalmente, la más reciente estimación es de 6,2%, para el período 2001-2018, en un estudio de 2020[1]. En nuestra piscina la tasa natural de desempleo sería la suma del “desempleo de pleno empleo” y el “desempleo por inflexibilidad” que se sitúa entre 8% y 10%.

Finalmente, están las variaciones del desempleo asociadas a las fases de expansión y contracción por las que atraviesan las economías, que pueden llevar el desempleo total a niveles entre el 15% y 20%. No es este el lugar para discutir sobre las causas de la alternancia de esas fases de expansión y contracción en lo que se denomina el ciclo económico. Lo importante es destacar que el desempleo puede aumentar mucho en las contracciones y que su disminución puede ser muy lenta en las expansiones a causa de las intervenciones gubernamentales que impiden la reducción de salario cuando la oferta de trabajo excede su demanda.

III

Aunque no es imposible concebir el caso de personas cuyo objetivo es ocuparse y que podrían estar dispuestas a hacerlo sin remuneración o, incluso, pagando por ello – piénsese, por ejemplo, en un aprendiz o un joven artista deseoso de ingresar al taller de un gran maestro- la mayoría de ellas buscan ocuparse a cambio de un salario y si permanecen desocupadas es porque el salario que se les ofrece no satisface sus expectativas. También pueden las personas rechazar un empleo en razón de su ubicación o porque no les gusta un tipo determinado de trabajo que se les ofrece.

Las gentes que rehúsan ocuparse porque no les gusta la ubicación, la naturaleza o la remuneración del trabajo que se les ofrece están, obviamente, voluntariamente desempleadas y bajo su propia responsabilidad. Las resistencias relativas a la ubicación o naturaleza del empleo pueden expresarse, en definitiva, en términos monetarios. Por tanto, un desocupado es alguien que no consigue empleo al salario que pretende. Esto nos lleva al lado de la demanda de trabajo.

Gráfica 4

 

Los salarios, los intereses, los alquileres y, en general, los pagos a los factores productivos que realizan los empresarios proceden los ingresos que obtienen de la venta de los bienes y servicios que producen con esos factores productivos. Si no hay venta no hay ingresos factoriales.

Específicamente, el salario que puede pagar el empresario no puede exceder el valor descontado del producto marginal del trabajo. Aquellos trabajadores cuyas pretensiones salariales lo excedan, quedarán desocupados voluntariamente.

En una economía de libre mercado más o menos desarrollada las personas aptas siempre encontrarán un trabajo que les permita un salario que exceda el nivel de mera subsistencia, que marca el piso salarial en cualquier economía.

IV

Las políticas públicas provocan desempleo o informalidad porque afectan la conducta de trabajadores y empleadores – sus ofertas y demandas – impidiendo la fijación de precios – salarios – que ajusten los mercados de trabajo, manteniendo excesos de oferta persistentes en los regulados o provocando la aparición de mercados paralelos que escapan a la regulación.

Gráfica 5

Aunque las normas, como veremos, tocan los más diversos aspectos de los mercados laborales todas, en definitiva, se traducen en el aumento de los salarios regulados (SR) por encima de los salarios libres (SL) que equilibran los mercados. Aparece así, como se ilustra en el panel izquierdo de la gráfica 5, un exceso de oferta de trabajo a ese nivel de salario y/o emerge un mercado paralelo se emplean los que quieren trabajar al salario (SL), es decir, el valor descontado de la productividad marginal de ese nivel de ocupación.

Si se despide un trabajador porque simplemente no se requieren sus servicios pues no hay ingresos para pagarlos, dice la legislación que se trata de un despido sin justa causa y que el trabajador debe ser indemnizado con treinta días de salario por el primer año de vinculación y 20 más por cada año adicional.

Esta absurda norma incide en las decisiones de abrir un nuevo negocio o de ampliar la escala de uno existente. El empresario nunca tiene certeza de que la demanda que espera se materializará permitiéndole pagar los salarios y demás costos factoriales en los que debe incurrir, los cuales, esos sí, son ciertos. Ingresos inciertos y costos ciertos, esa es la condición del empresario en todo tiempo y lugar. Es evidente que la sanción por despido torna a los empresarios más conservadores, más adversos al riesgo, haciendo que, incluso en fases de expansión económica, pospongan o anulen sus decisiones de contratación de nuevos trabajadores. Esto debe estar teniendo gran incidencia en la lenta recuperación del empleo después de su brutal caída durante la pandemia por el temor a nuevas restricciones la actividad económica. En la Gráfica 6 esto se ilustra como una caída en la demanda.

Gráfica 6

También afectan la demanda de trabajo los costos laborales no salariales como las primas, la parafiscalidad y los costos de seguridad social que recaen sobre el empresario abultando la nómina en más de 53%. Los costos laborales no salariales tienen, como el salario mínimo legal, un efecto más permanente sobre el mercado de trabajo siendo responsables del elevado nivel del desempleo natural y de la elevada informalidad laboral.

La fijación de un salario mínimo legal (SML), como todo control de precios, es mala economía pública. La situación se empeora por la pretensión de fijar un salario mínimo uniforme para todo el País, sin tener en cuenta las diferencias de productividad e ingreso de las diversas regiones. Está demostrado que allí donde el salario mínimo es más elevado con relación al PIB per-cápita departamental o al salario medio, es mayor el desempleo y mayor la informalidad.

En la gráfica 7 se muestra, en el panel izquierdo, cómo el salario mínimo y excede al PIB per cápita en once departamentos y en otros doce supera el promedio nacional de 72%. En los departamentos donde es más elevado el SML es también mayor la informalidad laboral, como se ilustra en el panel derecho.

Gráfica 7


Hay que celebrar la incapacidad del Ministerio de Trabajo para hacer cumplir a raja tabla la legislación laboral. Si así fuera, no habría informalidad, pero la tasa natural de desempleo abierto bordearía el 20%. La informalidad es la válvula de escape de un mercado laboral agobiado por una legislación contraria al interés del 50% de los trabajadores y empresarios.

Los subsidios estatales y las transferencias monetarias también afectan el mercado de trabajo ya que pueden reducir la participación laboral, elevar el salario de reserva de quienes participan y estimular la informalidad[2]. La reducción de la participación laboral da lugar a una especie de desempleo oculto, en tanto que la elevación del salario de reserva aumenta el desempleo abierto. Los subsidios en salud inducen a la informalidad pues muchos trabajadores prefieren permanecer en el régimen subsidiado en lugar de trasladarse al régimen contributivo y recibir en dinero parte de lo ahorrado por el empleador.

La gráfica 8 ilustra el efecto de los subsidios monetarios sobre el salario de reserva, elevándolo por encima del salario de equilibrio, lo cual se representa como un desplazamiento a la izquierda de la curva de oferta, provocando la aparición de desempleo.

Gráfica 8


La pregunta que surge es totalmente obvia: ¿por qué se mantienen esas políticas si son tan nefastas para el empleo? Tras todas las políticas públicas equivocadas hay siempre una combinación de ignorancia, desconocimiento de las consecuencias mediatas de las políticas públicas, y de intereses creados de los agentes de quienes dependen las decisiones sin que importe el efecto que éstas tienen sobre otras personas. Ilustramos este punto con el caso del salario mínimo.

El incremento anual del salario mínimo es discutido, eventualmente definido, por personas que no lo ganan con personas que no lo pagan: funcionarios públicos y gremios y sindicatos del sector formal de la economía. La tasa de incremento del salario mínimo define el incremento de las remuneraciones de los empleados públicos y se convierte en el piso de las negociaciones salariales del sector formal. Como los desempleados y los trabajadores informales, que sufren las consecuencias, están excluidos de la discusión, el precio que resulta de esa negociación es peor que un precio de monopolio.

En efecto, el monopolista, para obtener un precio de monopolio, vende una parte de su provisión y retiene otra parte; basando su decisión en la comparación entre el ingreso obtenido por la menor cantidad vendida a mayor precio con el ingreso que obtendría de la venta de mayor cantidad a menor precio. No es este el caso del incremento del salario mínimo que se traduce en un ingreso mayor para algunos trabajadores – funcionarios públicos y trabajadores formales – y en una privación total o parcial del ingreso de los que quedan excluidos del mercado de trabajo o son arrojados al sector informal.

La gráfica 9 ilustra el efecto de fijar un salario mínimo por encima del salario de mercado. Las líneas OO y DD representan, respectivamente, la oferta y demanda de trabajo de un sector de actividad cualquiera. El mercado se ajusta al salario AB con una ocupación OA. Si el salario se fija al nivel OW, la oferta sería WE, pero la demanda sería WC, pues no se ha presentado ningún cambio en el valor descontado del producto marginal del trabajo. Así las cosas, la cantidad CE de trabajadores es arrojada al desempleo o la informalidad.

Gráfica 9

V

Se ha ilustrado que, en buena medida, el desempleo es ocasionado por las políticas públicas destinadas a combatirlo. Las conclusiones de son más o menos obvias:

Entender que mientras más fácil sea deshacerse de los trabajadores innecesarios mayor será la disposición de los empresarios a contratar y menor el desempleo.

Entender el absurdo que supone tratar de aplicar beneficios laborales diseñados para el sector moderno al conjunto de una economía donde predomina el trabajo por cuenta propia y las pequeñas empresas. Es necesario reducir los costos laborales no salariales.

Entender que los subsidios y transferencias monetarias tienen efecto negativo sobre el empleo al reducir la participación, elevar el salario de reserva y fomentar la informalidad. Ese efecto negativo es mayor mientras menos condicionadas sean esas transferencias y mayor su duración en el tiempo. Los recursos del asistencialismo, salvo en el caso de los totalmente incapaces de valerse por si mismos, deben ser reorientados al apoyo del trabajo independiente y la pequeña empresa.

Entender que un salario mínimo legal único para todo el País genera desempleo e informalidad. Debe transitarse a la liberación total del mercado laboral iniciando por establecer salarios mínimos diferentes por departamentos o agrupaciones de departamentos.

* Charla con un grupo de estudiantes y empresarios el 17 de septiembre de 2021.

[1] Los estudios mencionados son los siguientes:

Farné, Vivas y Yepes (1995) Estimaciones de la tasa natural de desempleo en Colombia. Cuadernos de empleo. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Bogotá 1995.

Arango y Posada (2006). La tasa de desempleo de largo plazo en Colombia. Borradores de Economía. Banco de la República, Bogotá, 2006.

TRIANA-MACHADO, Jorge. La tasa natural de desempleo en Colombia 2003-2010. Entramado, 2015, vol. 11, no.1, p. 12-30

Ramos y Álvarez (2020) La tasa natural de desempleo en Colombia 2001-2018: evolución y estimativos. Entramado, 2020, vol. 16, no.1.

[2] Farné, Rodríguez, Rios. (2016). Impacto de los subsidios estatales en el mercado laboral en Colombia. Observatorio del Mercado de Trabajo y la Seguridad Social – Cuadernos de Trabajo n.º 17. Bogotá, 2016

 


Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista. Docente. Consultor ECSIM.

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