El derecho a elegir sobre nuestro cuerpo: cuestión de dignidad y de libertad, a propósito de las declaraciones del Papa

El otro día estaba leyendo la carta del papa donde concede indulgencias en el marco del jubileo, y fue imposible no hacer un alto ante la siguiente afirmación “he decidido conceder a todos los sacerdotes para el año jubilar, no obstante cualquier cuestión contraria, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón”. Estas declaraciones, no solo me resultan complejas, sino que además me generan una posición.

Yo nací en una familia católica, mi abuela me enseñó los valores cristianos, mis padres me matricularon en un colegio de religiosas, e incluso hice apostolados y obras sociales gran parte de mi niñez, adolescencia y juventud. Sin embargo, siempre recuerdo con agrado la famosa frase que decía Jesús “amaos los unos a los otros, como yo os he amado”. Cuando uno ha vivido de cerca la religión, sabe que el amor se puede configurar la base. Hoy mi actuación social dista de estar enmarcada desde la religión, mi pensamiento secular me permite ver que las personas podemos elegir, y que las cuestiones de Estado posibilitan mayor inclusión mientras más se alejan de estos presupuestos. El debate no es religioso. El debate es sobre la dignidad.

Desde esta mirada, el amor es perdón, pero ¿será amor hacer sentir que las decisiones que están soportadas desde la libertad de elección y que se intencionan a tomar decisiones sobre nuestro cuerpo para nuestro bienestar son pecado? Diría que no.

La dignidad humana en el marco de los derechos fundamentales se configura a partir del derecho  que tiene cada ser humano de ser respetado y valorado desde sus decisiones individuales y sociales. Solo por el hecho de ser persona, se estima que merecemos dignidad. La desigualdad social y la exclusión, no son los únicos motivos por los que se pierde la dignidad, pues sí, la dignidad se pierde. Perdemos la dignidad cuando no somos valorados desde nuestra diversidad, perdemos la dignidad cuando no se nos respetan decisiones que aportan a nuestro buen vivir. A nuestra felicidad.

¿Será una chica adolescente que decide no tener un hijo porque sus condiciones socioeconómicas son muy precarias o no se siente preparada mentalmente para ser madre, objeto del perdón de dios?, ¿será una mujer abusada sexualmente centro del mismo?, ¿será una mujer cuya vida está en riesgo una pecadora por decidir sobre su vida? Estas mujeres tomaron una opción, una opción que las hace dignas, una opción que merece respeto e incluso toda la voluntad política para que se proteja su salud con una práctica abortiva segura. El derecho a elegir sobre nuestro cuerpo es cuestión de dignidad y de libertad, no una cuestión de indulgencia.