Hay un video en un Facebook gringo de un man haciendo maromas en una tela, con una bola en la cabeza y un ula-ula en el tobillo. Se ve que lo esta haciendo al lado del centro comercial más mañé de Medellín: Premium Plaza. Se ve o se cree ver que todos los transeúntes no le paran ni cinco de bolas y yo creo que por la duración del vídeo seguramente no le va a dar tiempo al artista de recoger la liga del semáforo. Es un video de esos que los community managers utilizan para conseguir millones de visitas : dura poquito, la gente lo puede ver con la ventana minimizada en la oficina y deja una sensación de satisfacción. La mayoría de comentarios son de gente de por allá arriba impresionada por el espectáculo y por la indiferencia de las personas; hay otros que son de colombianos orgullosos del que triunfe en el exterior, así sea a punta de «laiks».
Yo nunca había caído en la cuenta de esa rareza paisa ( o colombiana, para no darle regionalismo a mi ceguera) que son los espectáculos de semáforo. Vi por varios días un tipo haciendo malabares con machetes encendidos en llamas, he visto decenas de manes (y viejas) haciendo acrobacias en telas y una vez me tocó uno que se tragaba el sable. Cuando en Medellín los semáforos no abundan los gamínes con heridas horribles y la mirada terriblemente perdida en ellos mismos, los niños que venden chicles o el costeño con lo último en salsa, reguetón y bachata hay espectáculos. A veces, pasan todas esas cosas a la vez.
Por supuesto que el verbo de arriba, “ver”, es una figura literaria. Como es seguro que los millones que lo vieron en internet ya lo hayan olvidado, los pasajeros olvidamos también a los genios de semáforo. Yo, que apenas conozco por encima las exánimes actividades culturales, he asistido a muchísimas más representaciones de ese circo callejero que las que he ido a conciertos, circos o teatros. Muchos de esos pelaos que hacen magia suspendidos en la cuerda de un semáforo logran acabar con un trabajo temporal con los hermanos Gasca o con el sonsonete cansón que pasen por Olímpica esta temporada. Supe que hay algunos que llegaron a trabajar con el Circo del Sol.
Hay una pareja de artistas del semáforo que siempre he querido conocer. Hombre y mujer, matrimonio se les presume por pura chismoseadera paisa, pasan los domingos en los semáforos de la diez y en semana, creo, por la Loma de Los Balsos. Vestidos de antioqueños tradicionales, de los que nunca existieron en otro sitio diferente a la mente enloquecida del patriota, bailan un porro silencioso en estos calores y los conductores los miran aburridos. La mayoría de veces están ahí, pero pueden pasar semanas sin que sepa qué fue de ellos. Cuando acaban de bailar, un minuto o medio minuto pasan entre los carros por separado pidiendo plata en un vasito de plástico.
Mi mirada-nuestra mirada- se asoma por los vidrios del carro o por entre la cachucha de peatón y los busca. Es obvio que un día el espectáculo se va a cerrar.
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