El argumento de la democracia

La profunda división ideológica que ha enfrentado históricamente a ciudadanos y ciudadanas del Estado español se vuelve a hacer latente una vez más. En esta ocasión comprobamos como se ahonda en un asunto que marca definitivamente la forma de hacer política en un lugar que está tan poco acostumbrado a la democracia como al que aquí nos referimos.

La diferencia que encontramos en esta ocasión es que, lejos de situarse en el marco ideológico tradicional de derechas e izquierdas, actualmente se distingue entre los que están en el poder y los que no están, o las competencias que se pretenden ejercer no están dentro de la definición de su poder.

Así pues, encontramos partidos que, independientemente que se definan de derechas o de izquierdas, enarbolan la bandera de la democracia, intentando ejecutar o paralizar acciones que, aunque definidas para otras administraciones, son reivindicadas por los ciudadanos y las ciudadanas con evidentes clamores populares.

Con lo que, en los últimos meses, hemos visto cómo representantes de las derechas nacionalistas de Catalunya y de Canarias, Convergencia i Unió y Coalición Canaria, solicitan referéndums al gobierno central para votar de manera colectiva decisiones que consideran justas discutir entre toda

la ciudadanía, a la misma vez que se decretan unilateralmente acciones tan poco populares cómo recortes sociales o proyectos energéticos de naturaleza contraria a la exposición de hechos por las que se plantea su referéndum.

Mientras, en el PSOE, representante tradicional de la izquierda española, intentan capear el temporal que desata entre sus bases el debate de representatividad, participación y democracia directa a través de un discurso difuso, un corporativismo desacerbado y unas acciones imprevisibles.

Así pues, mientras en el Parlament Catalá el grupo Psoista se divide ante la petición de referéndum por el derecho a decidir que desde esa casa se solicita al gobierno central, en el Gobierno de Canarias se apoya la consulta sobre las prospecciones petrolíferas en las aguas isleñas. Consulta que es rechazada por el mismo partido, cuando la iniciativa es presentada en el Congreso de los Diputados.

En lugar de coordinar algún planteamiento coherente referente a la participación directa en democracia, en momentos puntuales, se establecen elecciones directas de candidatos a través de procesos de primarias. Por lo que, cuando por un lado se producen pleibiscitos en Andalucía o Valencia, con acusaciones de fraude incluidas, por el otro se designa a la candidata para el parlamento europeo de manera tradicional, a través del aparato del partido.

Da la impresión que los partidos han entendido que un sector poblacional bastante amplio quiere participar más allá de un voto cada cuatro años. Quieren ser parte de las decisiones importantes, quieren ser consultados y consultadas sobre aquellos asuntos que les atañen directamente. Y parece que también los partidos están aprendiendo a usar ese descontento social como elemento de peso en sus argumentaciones partidistas.

Excepto el partido popular, los representantes de la derecha española siguen defendiendo, y por el momento no se plantean modificar, el presidencialismo y el piramidal sistema estructural de su organización.

[author] [author_image timthumb=’on’]https://fbcdn-sphotos-g-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash3/t1/1896770_1404139356510592_147251123_n.jpg[/author_image] [author_info]Daniel Besteiro Rodríguez Ingeniero en informática por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Master en Publicidad y Comunicación Corporativa por el Instituto Internacional de Marketing y Negocios. Master en Estudios Políticos Aplicados por el Instituto Universitario Ortega y Gasset. Miembro de Nueva Canarias. Ha participado como colaborador en SPQ Consulting.Leer sus columnas. [/author_info] [/author]