La desmovilización del automóvil

El factor económico determina en gran parte la forma en que se desarrolla y se modifica una sociedad. A menudo se piensa que el mundo de las cifras económicas y el juego de la oferta y la demanda del mercado son contrarios a lo que pasa en la realidad, puesto que en sus análisis actúa un particular método, el ceteris paribus, donde solamente se estudian las variables que se quieren y lo demás permanece constante. Es como pensar que en el precio de un producto cualquiera, solamente intervienen unos oferentes y unos demandantes y pare de contar, no hay en su definición elementos políticos ni intereses en medio.

Pero lo cierto es que los intereses del capital si modifican (casi nunca afines al interés general) estructuras y hasta imaginarios sociales, y la famosa frase en la década de los 70 en Colombia de que la economía anda bien pero el país anda mal, adquiere vigencia cotidiana con muchas decisiones económicas en el país y evidencian que el balance de lo económico-financiero se sostiene en un desbalance social.

Una de esas formas en las cuales el capital ha influido es en la determinación de los medios para transportarse, necesarios no solamente para materializar sus intereses sino para imponer imaginarios sociales: es el caso del automóvil, que imponía el “sujeto como conductor, como ser capaz de someter sus pasiones al control racional, de darse su propia ley (auto-nomos) y de moverse a partir de sus propias fuerzas (auto-mobile)”. Santiago Castro-Gómez, plantea que los cambios de medios transportes en el siglo XX en Colombia, se deben a las necesidades del proceso de industrialización, siendo necesario crear una nueva relación entre las personas y el movimiento: se trataba de un orden social que buscaba una nueva velocidad e innovadoras formas del moverse.

Otros absurdos en este cambio de mentalidad sobre la movilidad, eran las sanciones sociales y morales que comenzaron a manifestarse hacia las personas que se sentaban a jugar dominó o parqués o el profundo rechazo hacia los vagos, que desgraciadamente hoy persiste. La posibilidad de la pausa era controvertida por un auge cinético, propio de éste cambio de paradigma. Me imagino el asombro ante la velocidad de quienes observaban las comodidades del automóvil, que les fue insuficiente e inservible transportes como el tranvía en Bogotá y Medellín.

Afortunadamente asistimos hoy a una desmovilización en el uso de los vehículos, o eso quiero creer, aunque el informe de la ANDI sobre inscripción de matrículas nuevas en Colombia es bastante contrario a mi creencia: desde enero de 2012 a enero de 2014 se han matriculado 624.941 vehículos, la mayoría entre automóviles particulares y taxis. En todo caso, gobiernos de todo el mundo han planeado (sobre todo en las ciudades globales) la eliminación del automóvil como medio de transporte, ¿cómo fue que se dio ese cambio? ¿Qué nuevos medios se están imponiendo? Quiero celebrar que la bicicleta sea en este momento la más privilegiada dentro de los medios no masivos de transporte y, además, un medio alternativo que ya muchos le estamos dando la oportunidad.

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Viene al caso preguntarse ¿a qué transformaciones del modelo económico capitalista responde al auge en el mundo por promover el uso de la bicicleta como un transporte renovador y limpio? La respuesta es variopinta pero creo y quiero centrarme en una cuestión que está en el seno de este tema: el cambio climático. Y no precisamente por una posición altruista sobre los daños que éste anda causando se quiere modificar el paradigma de la movilidad, sino por la cantidad de dinero a invertir por todos los desastres naturales. El resumen de un informe en el 2008 (http://www.nrdc.org/laondaverde/globalwarming/gwcost_sp.pdf) afirma que “nuevas investigaciones demuestran que si continúan las tendencias actuales, el costo total del calentamiento global ascenderá al 3.6% del producto interno bruto (PIB). Tan solo cuatro impactos del calentamiento global –daños por huracanes, pérdidas inmobiliarias, costos de energía y costos de agua- costarán el 1.8% del PIB de EE.UU., o casi $1.9 billones al año (en dólares de hoy día) para el 2100”.

Frente al cambio climático los gobiernos (empezando por el colombiano) tienen ambigüedades profundas, como declarar áreas protegidas y otorgar títulos mineros por cantidades, como bien lo resumió Chávez alguna vez: si el clima fuera un banco ya lo hubieran salvado. Lo cierto es que la bicicleta si representa un medio que contribuye a no contaminar más, pero ésta no es la única razón para montarnos en ella.

El tema aún está en construcción y la movilidad se está trasformando; transportarse en bicicleta por Medellín, si bien es una experiencia agradable que permite ver a la ciudad no ya desde la ventanilla sino de la experiencia directa con su aire, es también una actividad altamente riesgosa debido, entre otros, por el afán de los conductores, por el uso inadecuado de peatones en los bici-carriles (eso, si los hay), la falta de lugares en el centro de la ciudad para parquear las bicicletas, en definitiva, es transportarse por unas calles construidas para la velocidad, la competencia y la llegada rápida del individuo donde su gana lo mande. Es hora de desmovilizarnos del automóvil, las bicicletas ya no dan espera.

[author] [author_image timthumb=’on’]https://fbcdn-sphotos-c-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash3/t1/1794546_1408925892698605_1221194799_n.jpg[/author_image] [author_info]Cristian Zuluaga Politólogo. Estudiante de Derecho en la Universidad de Antioquia. Leer sus columnas. [/author_info] [/author]

 

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