Duendes chiflados y Hadas chaladas

Quiero recomendarles una mala película: Nuestros Amantes. Disponible en Netflix que, por si se lo preguntan, no, no está patrocinándome, aunque debería. Sí, ya sé que no es común hacer una recomendación como esta, pero es que en esencia la película es tan mala que termina siendo muy buena. Es un cliché con una excelente fotografía, posee una estructura no muy compleja pero, al mismo tiempo, es álgida en sus diálogos –mis felicitaciones a los guionistas– y nos presenta dos arquetipos muy comunes en el mundo del cine: el hada chalada y el duende chiflado. Los villanos son sus parejas que, como era de esperarse, reciben los inris de saco de mierda y cínica de los huevos, respectivamente. Los dos protagonistas, insatisfechos con sus relaciones amorosas y tras descubrir que cínica de los huevos y saco de mierda están teniendo una aventura, deciden empezar otra entre ellos. Pero suficiente de spoilers por ahora…

El hada chalada –o en inglés, la maniac pixie dream girl– es, en palabras del crítico del séptimo arte Nathan Robin: “esa criatura cinematográfica burbujeante y superficial que solo existe en la febril imaginación de escritores y directores sensibles, para enseñar a las jóvenes almas a abrazar la vida y sus infinitos misterios y aventuras”. Las hadas chaladas ayudan a los protagonistas masculinos, inseguros y egoístas –o sea los duendes chiflados– a crecer y a encontrarse a sí mismos, además de prestarse para ser el interés romántico que llena en ellos todas las expectativas. A diferencia de sus coestrellas, estos personajes femeninos nunca evolucionan; estas hadas chaladas parecen estar diseñadas para vivir por y para ellos, ¿recuerdan a Campanita?, y como estos hombres de ficción nunca maduran, los hombres espectadores en el mundo real tampoco lo hacen.

Aquí es cuando puedo decir que muchas veces la realidad supera la ficción y estos arquetipos terminan convirtiéndose en nuestras relaciones afectivas. Entre los argumentos de Carlos e Irene –esos son sus nombres reales– para justificar el engaño de sus parejas y su propio engaño –ya que han decidido ser amantes– está el hecho de que “existe algo mejor que creemos merecer”. Por consiguiente, cuando lo encontramos, fácilmente, o damos por terminada nuestra relación o engañamos a la otra persona. Sin embargo, este duende y esta hada, pese a jurar que lo han hecho todo por ser los mejores amantes para sus parejas y llorar porque no se merecen lo que están viviendo, se olvidan de un pequeño detalle: el esfuerzo por ser ese algo mejor que el otro cree merecer… En realidad nuestros héroes son igual o más egoístas que sus supuestos verdugos y no saben perder. Prefieren ser amantes en lugar de ir y confrontar primero sus propios egos y luego a sus respectivas parejas.

No sé si a ustedes les ha sucedido alguna vez. Por mi parte me considero una experta en fijarme en amores imposibles: hombres que tienen novia –nunca he salido con ellos– o que están muy ocupados en sí mismos como para notar que existo. Después de gastar mi energía y mi tiempo en algo que no irá a ninguna parte, o de confrontar la situación de la peor manera posible, termino sintiéndome, una vez más, decepcionada. Así es como los duendes chiflados de mi vida terminan por convertirse en aquello que juraron destruir: sacos de mierda. Y creo que lo mismo sucede con las hadas chaladas que una vez contemplan la escena desde fuera, alejadas del ego del protagonista, se convierten –para ellos– en cínicas de los huevos. Sinceramente, prefiero ser una cínica de los huevos que un hada chalada de los sueños.

Los invito a ver a Mema y Lerda. Y Cuídense de terminar como los amantes de Teruel: tonta ella y tonto él.


La versión original de este artículo por primera vez en el Blog de Frida Malcogida, y la que le siguió en nuestro medio aliado El Bastión.

Frida Bienvivida

Alérgica a los malos polvos. Blogger en “Las Malcogidas”. Columnista en “Al Poniente” y “El Bastión”.

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