Disculpas por mi apatía

Cambia el mundo a partir de pequeñas acciones, que tengan como propósito cambiar vidas y no bolsillos.


Quiero iniciar este espacio, con el que será uno de los escritos más personales que he compartido en los diferentes espacios que he tenido la oportunidad de hacerlo. Quiero iniciar entonces con una frase de uno de mis autores favoritos, George Orwell, autor de 1984, rebelión en la granja, entre otras tantas obra, quien dijo: “lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano”.

Ahora más que nunca esta frase toma un carácter importante por su trascendencia en el mundo que hoy vivimos, y respecto del cual afirmo, el mayor problema que afronta hoy la humanidad no es respecto al coronavirus que hoy azota a tantos países, sino a la pandemia histórica del olvido y la indiferencia.

Quiero contarles acerca de mí, y ofrecerles de antemano disculpas, disculpas que tal vez no tuve la oportunidad de ofrecer a muchos en otro momento, toda vez que vivía en un mundo y con una concepción ideológica de fantasía tanto de carácter económica, social y política,  respecto de la cual, hoy con toda humildad afirmo, me equivoqué; mi personalidad, mis aspiraciones y mis “héroes” fueron producto de la apatía y desconocimiento de tantos millones de colombianos.

Mis primeros años de estudio los recuerdo como un estudiante polémico, con una adicción política y con un grado de competencia abrupto con mis compañeros; si hoy tuviera la oportunidad de encontrarme con cada uno de ellos les ofrecería una disculpa, dado que tenía un problema: me hacía falta vivir.

Hace siete años tuve el placer de viajar a Australia, donde tuve la oportunidad de viajar con un crédito educativo, en mitad de carrera, donde estudiaba en una de las mejores universidades del país y con la plena convicción que al viajar allí, conseguiría empleo seguramente de gerente, asesor senior, entre otras vacantes; sueño que se enfrentó a la realidad de un país que ha abierto la oportunidad a miles de inmigrantes especialmente colombianos.

Desde aseo, hasta seguridad, desde ayudante de cocina a domiciliario, fueron algunas labores que en su momento tuve que realizar y que lastimosamente en su momento me avergonzaba de señalar que ejercía. Les ofrezco disculpas, porque fue a partir de esa ignorancia, que pude crecer como persona y hoy como profesional y docente. Espero cambiar la concepción de tantas personas que crecen creyendo que son de la aristocracia, y olvidando que todos somos seres humanos con necesidades básicas por suplir, pero que a su vez reciben poca retribución de carácter patrimonial y emocional.

En Colombia, siempre había sido una persona a la cual nunca le había hecho falta nada; en Australia tuve que dormir algunos días en la calle, tuve que ser aseador, ayudante de cocina y otras tantas labores por las cuales en muchos casos ni me pagaron. Sin embargo, cuando me pagaron recibía salarios por encima de lo que ganaría un ejecutivo en Colombia. Ahí me di cuenta de la injusticia, de la falta de equidad que existe en nuestro país. Mis concepciones, mis metas y mis sueños cambiaron en dicho instante.

Mi concepción del mundo cambió cuando supe que por tareas no tecnificadas, podía cancelarse alrededor de 25 a 30 AUD por hora, y en Colombia  por esa misma tarea, ni siquiera podríamos hacer un comparativo con dicha retribución.

En Colombia no apreciaba el trabajo de aquellas labores no tecnificadas, desde la persona del aseo hasta la de seguridad (aún cuando mis padres trataron de inculcarme la humildad como pilar de vida). Simplemente no sabía de la existencia de otro ser humano en la persona que tenía al frente. Gracias a dicha experiencia conocí que una sonrisa, un saludo o un aprecio por el trabajo de alguien, es una acción que puede cambiar el día de quien tenemos frente a nosotros.

Cuando regresé a Colombia me di cuenta que no era la misma persona, pensé seriamente en retirarme de mi carrera pues no veía en algunos de mis compañeros o profesores la clase de persona que quería llegar a ser (claramente, son más los grandes profesionales que tuve como compañeros, sin embargo en dicho momento solo observaba a aquellas personas en las cuales no quería convertirme).

Pero así mismo, concepciones conservadoras sobre el homosexualismo, el aborto, la religión o temas tabúes como tatuajes o piercings, son claros ejemplos del por qué nuestro problema como colombianos; muchos creemos es a causa del Estado y sin que esto excluya dichas responsabilidades, son también ocasionadas en razón del sentimiento de desapego y poca empatía hacia el otro, que en mi caso tuve que aprender viviendo fuera de mi país.

Terminé mis estudios y me apasioné por la defensa de los derechos con perspectiva de género, el consumidor, los emprendimientos y la innovación, situación que enlace con mi formación legal, para lograr generar un cambio en lo que se me permitiese hacerme participe, y que hoy en día ejerzo. Nunca pensé que mi papá tenía razón cuando me decía que llegaría el día en que encontraría un trabajo en el cual me sentiría tan feliz, que sería capaz de hacerlo gratis.

Ahora bien, quise contar una experiencia de vida para llegar a lo siguiente: los profesores tenemos una herramienta que permite cambiar el mundo, no es enseñar lo que tenemos en libros, es lograr encontrar el equilibrio entre el conocimiento y la formación como ser humano.

A mis estudiantes trato de enseñarles el buen trato hacia la mujer, el respeto al consentimiento de la pareja, el trato a compañeros, el seguir sueños creados por una concepción personal y no por un ideario colectivo. Hace unos años si me hubiesen preguntado cuál era mi sueño, hubiese respondido que un automóvil de alta gama, ahora respondería que una cerveza con mis amigos.

Hace poco tuve que realizar una convocatoria interna en la universidad donde dicto clase y, para sorpresa de mis colegas, quería conocer más allá del estudiante a la persona, quería conocer los sueños, frustraciones y metas de mis alumnos. Les pregunté, entre otros, qué hubiesen estudiado si no fuera esa carrera, cuál es su trabajo soñado que no tenga que ver con esta profesión, cuál es su mayor sueño.

A mi YO, de hace siete años le diría, nunca es tarde para volver a comenzar, nunca negando tu pasado, pero trabajando para no cometer los errores que hoy luchas por evitar que otros cometan. Trabaja todos los días para crear un mejor entorno: desde un saludo, hasta un cumplido. Cambia el mundo a partir de pequeñas acciones, que tengan como propósito cambiar vidas y no bolsillos.

Todo lo anterior para llegar a una conclusión, un estudiante tendrá la oportunidad de incrementar sus conocimientos a lo largo de su vida profesional, pero es la labor del docente instruirlo para su crecimiento personal, toda vez que nos ven como un guía, por lo cual no debemos desaprovechar la oportunidad de generar un cambio en lo que puede llegar a ser en unos años, un país diferente debido a la formación que hoy brindemos a nuestro jóvenes.

En mi caso tuve la oportunidad de viajar y vivir experiencias, pero es una oportunidad que por las condiciones económicas del país pocos podrán repetir, por lo que será nuestra labor forjar a partir de nuestras experiencias, la buena toma de decisiones profesional y aquellas de carácter cotidiano.

Termino con una de mis frases favoritas de Mark Twain, quien señalaba que el viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para el prejuicio, la intolerancia y la estrechez de mente.

Hasta la próxima.

Juan Pablo Lopez

Abogado de la Universidad del Rosario. Especialista en gerencia de Proyectos y actual estudiante de maestría en innovación. Profesor de carrera de la Universidad El Bosque, profesor y asesor del centro de emprendimiento de la Universidad del Rosario. Consultor independiente. El emprendimiento, la innovación y una nueva forma de formar y enseñar en el Siglo XXI, son mi pasión.

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