Todo es confusión, aunque totalizante es oportunista, más las certezas se desconocen en la atmósfera densa y oscura que no ignora cuando algo muy fuerte pasa, y es quizá propio de las transformaciones, de los tiempos cuando el furor de una era naciente arrasa.
Cada día es más nada que el anterior porque toma fuerza la avalancha de cuerpos que en busca de un nuevo porvenir a la vida, que es un azar de muertes, se lanzan. Construiría otro heroísmo si la sonrisa de mis nietos me refleja una vejez muy sabia.
Me hallo en los extremos aireando lo valioso de las cenizas en medio del caos que apaga el fuego del alma y se rescata, arden, como señal de que si alguien aprende todo se salva. Y me tomo en versos los besos que no puedo robar como estas palabras.
La cotidianidad es trastocada por el espejo de una silenciosa desesperanza y el grito adolorido de personas a quienes ya se les habían asesinado los sueños, como unas manos que de la frustración se cansan. Y me siento a escribir como protesta de la sensatez ante tan desquiciado panorama.
Observo como soy una tercera cuya interseccionalidad de género, social, política, económica, académica, étnica y demás, de muchos mundos le separan. Disiento en una fe que como humana de racionalidad igual me dota, consciencia cada vez que me atrevo a usarla.
Hay tonalidades entre blanco y negro, pero para los matices se necesita atender con inteligencia a los pensamientos, de los otros y propios, y a la realidad con suspicacia. La dialéctica entre el orden y la libertad era los abruptos del poder militar frente a la seducción alegre de la auténtica gobernanza.
Cortos los días que conmocionan con ríos de sangre los colores magníficos del alba, huir del juego que enemistades con nuestro hermano proclaman, procurar el perdón noche tras noche para alzar las banderas de la paz como justicia anhelada. Abrazarse el corazón como promesa de que después de la guerra, existe un mañana.
Nuestras diferencias nos enriquecen, nos complementan.
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