Por una política que no nos cueste la vida

Las risas de aquel día se vieron interrumpidas por un mensaje de WhatsApp del profe y amigo Jaime Santamaría: “Viejo Tavo, nos ganamos una amenaza” versaba el whats, como si se tratara del último sorteo del baloto. Lo primero que representé en mi cabeza fue la popular frase “Joa mani, no me tocaba”. De inmediato, le envío la imagen al amigo con quien jugaba el cual reafirma mi primera impresión: “Joa mani, no te tocaba


Como cualquier otro viernes, el pasado 14 de mayo, me encontraba en medio de una llamada con uno de mis amigos jugando el popular “League of legends”. Era una noche normal, entre risas y estrategias buscábamos ganarle la partida al equipo contrario a la vez que nos divertíamos y comentábamos un poco de la situación que se vivía en la ciudad de Barranquilla sobre los enfrentamientos con el ESMAD ocasionados en días anteriores por la realización de los partidos de fútbol en el Romelio Martínez a pesar del estallido social. 

Las risas de aquel día se vieron interrumpidas por un mensaje de WhatsApp del profe y amigo Jaime Santamaría: “Viejo Tavo, nos ganamos una amenaza” versaba el whats, como si se tratara del último sorteo del baloto. Lo primero que representé en mi cabeza fue la popular frase “Joa mani, no me tocaba”. De inmediato, le envío la imagen al amigo con quien jugaba el cual reafirma mi primera impresión: “Joa mani, no te tocaba”.

El mensaje estaba acompañado de un panfleto, bastante estético, por cierto, al estilo de la nueva forma de interactuar en Twitter, los famosos espacios. 26 personas y organizaciones, periodistas, profesores, defensores de los derechos humanos, líderes juveniles, escritores y columnistas, los cuales tenemos en común mantener una actitud crítica, éramos tildados de ser los destructores de la ciudad de Barranquilla, invitaba a vandalizar nuestras viviendas y denunciaba que algunos de los profesores hacían parte de la Universidad del Norte. Situación que me hizo recordar justamente un espacio en Twitter donde algunos y algunas tuvimos una amena participación el pasado 4 de mayo sobre el papel de los profes y estudiantes en el paro nacional que se ha mantenido desde el 28 de abril.

“Joa mani, no me tocaba” -volví a pensar-  me preguntaba si en Barranquilla no podíamos ejercer un ejercicio democrático donde se respete la posición de quienes pensamos distintos, me cuestionaba cuál es el futuro para nosotros y nosotras si en las primeras apariciones de un pensamiento distinto y juvenil se busca callar nuestras voces, siempre fui consciente que en un país como el nuestro ser críticos podía ser riesgoso pero, la verdad, no me veía tan pronto recibiendo amenazas, no me tocaba. 

Así como no me tocaba a mí, tampoco le tocaba a ninguna de las personas y organizaciones que se encontraban en aquel panfleto el cual, teniendo en cuenta los antecedentes violentos de nuestro país, ponen en riesgo la vida y la integridad de las personas que aparecimos en él.

Por fortuna, el rechazo de la ciudadanía a esas intimidaciones fue rotundo, muchas personas y organizaciones a nivel local y nacional inmediatamente alzaron su voz en las redes sociales en contra de las amenazas, incluso, el acalde Jaime Pumarejo (que suele tardar un poco más en aparecer) mencionaba en sus redes: “La discusión solidifica la democracia, ante la amenaza o violencia no podemos ceder, debe ser investigada y castigada. Ninguna voz o libertad pacífica debe acallarse”.

Sin embargo, luego de este escuálido pronunciamiento del señor alcalde, el tema no se ha vuelto a tocar, silencio total, la inseguridad continúa. Evidentemente la discusión solidifica la democracia, pero más la solidifica las garantías. ¿Qué está haciendo la Alcaldía de Barranquilla para que este tipo de acciones no cedan? ¿Por qué no se ha pronunciado oficialmente exigiendo las investigaciones pertinentes? ¿Realmente sabremos quién está detrás de estas intimidaciones? 

Mi primera amenaza, ¿la primera de muchas? ¿Estaré condenado a contar amenazas como logros obtenidos por ser crítico e incomodar con el pensamiento? ¿Cuándo vamos entender que el disenso es necesario para tener una democracia? ¿Cuándo vamos a entender qué pensar diferente no nos debe costar la vida? Me pregunto luego de cinco días sin ningún tipo de claridad frente a la situación, sin embargo, a pesar del silencio sepultural, de la incertidumbre que rodea esta experiencia, seguiré soñando con otro modo de hacer política en la ciudad de Barranquilla, en donde no prime el miedo, un modo en donde no le toque a nadie más, donde pensar diferente no nos pueda costar la vida.

Gustavo Castro Imitola

Docente de ética y filosofía en secundaria, investigador junior de REC-Latinoamérica e integrante de la iniciativa ciudadana AcadémicosXElPacto en el departamento del Atlántico.

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