“Santander es un pérfido… yo no puedo seguir más con él; no tengo confianza ni en su moral ni en su corazón. […] Ya no pudiendo soportar más la pérfida ingratitud de Santander, le he escrito hoy que no me escriba más porque no quiero responderle ni darle título de amigo… ¡Ingrato mil veces!”
Simón Bolívar.
Conferencia del historiador Frank David Bedoya Muñoz. Nueva versión, 2018[1]
Advertencia preliminar
El propósito esencial de esta conferencia es el mismo que hace 80 años expresó Fernando González: “Como Santander es un falso héroe nacional, el propósito de este libro es destaparlo. Colombia, guiada por él y sus hijos, que hoy nos gobiernan, va por torcido y oscuro camino que conduce a la enajenación de almas y tierra, cielo, mar y subsuelo. Un instinto poderoso, atracción por la verdad, nos guía en esta obra. Ella sería antipatriótica si realmente el Mayor Santander fuera representativo de los […] colombianos que poblamos este territorio. Pero no lo es, y una voz nos ordena destaparlo, para que la juventud le evite.”[2]
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Fuentes y método.
Los autores que nos ayudarán a develar a Francisco de Paula Santander: Eladio Urisarri, Fernando González, Víctor Paz Otero y el mismo Santander, que con sus propios escritos dejó entrever la personalidad que pretendía ocultar.
En el año 1837 Santander publicó un escrito titulado Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva Granada, este texto como era de esperarse era la versión amañada y desfigurada de la verdad histórica, una especie de autobiografía donde con gran demagogia Santander se justificaba así mismo y encubría sus acciones. Inmediatamente Eladio Urisarri un abogado de la época, bajo el seudónimo “Los sin-cuenta” le escribió a Santander 13 cartas donde le señalaba las falsedades de sus memorias. Sobre estas cartas Andrés Nanclares Arango en el periódico El Espectador nos cuenta lo siguiente: “Entre el 7 de diciembre de 1837 y el 13 de septiembre de 1838, Santander recibió en su casa, con un intervalo de ocho días, una carta anónima, hasta completar trece. Estaban firmadas por “Los sin-cuenta”. El propósito de esas misivas, según se anticipó en la primera, era “probar con hechos” la falsedad de lo expresado en los Apuntamientos. Esas cartas, que forman parte de una “Miscelánea de cuadernos” distinguida con el N° 454 del Fondo Pineda, se hallan en la Biblioteca Nacional. Ciento sesenta y tres (163) años después, el 20 de mayo de 2000, el doctor Vicente Pérez Silva, historiador y cervantista de renombre, las hizo públicas, en edición limitada, bajo el título de “Cartas contra Santander”. No son muchas, por tanto, las personas que han tenido acceso a estos documentos. En principio, Santander pensó que quien se ocultaba bajo el seudónimo de “Los sin-cuenta” era el presidente José Ignacio de Márquez, a quien él había atacado. Posteriormente, quedó claro que su autor era el abogado Eladio Urisarri, conocido detractor de Santander, y de quien éste, en uno de sus escritos, había dicho: «A Urisarri lo ha enfermado el papel. Ojalá se muriera. Tendríamos un godo menos y un descanso más»”[3]. Ya ven el talante de los sentimientos de Santander. Pero no sólo eran palabras, Víctor Paz Otero nos relata que efectivamente en una ocasión Urisarri fue intimidado físicamente por un delincuente enviado por Santander. Las Cartas contra Santander de Eladio Urisarri[4] serán pues la primera fuente que utilizaré.
En segundo lugar, tomo como fuente, el libro Santander de Fernando González[5]. Reitero lo que ya he expresado en otras ocasiones.[6] Fernando González fue el mejor retratista de nuestra alma, de nuestra personalidad, de nuestra historia. Sus obras-retratos siempre le hicieron honor a la verdad, como él mismo decía, a la verdad desnuda; honor a la autenticidad, a la jovialidad, a la crítica. Su obra fue siempre vital, sus Pensamientos de un viejo, su Viaje a pie, su Simón Bolívar, su Maestro de escuela, su Revista Antioquia… Por sólo mencionar algunas de sus obras. Obras llenas de psicología, de sabiduría, de bufonadas, en ellas siempre encontraremos la verdad desnuda acompañada de una carcajada. Su sabiduría parte de su desgarrador conocimiento de sí mismo. De su capacidad para, en primer lugar, reírse de sí mismo. De tomar distancia y retratar con gran maestría nuestras muchas tragedias y comedias. ¿Quién fue Fernando González? El filósofo más auténtico y vital que ha tenido Suramérica. En Colombia, la mayoría de personas aún no conocen sus obras, pues la enajenación del pensamiento aún permanece. Pero todo aquel que ha leído alguna obra de Fernando González se ha sentido liberado y si no, por lo menos, provocado a pensar. Su obra es incitante, liberadora, y provocadora, despierta siempre en sus lectores la crítica, la jovialidad y la inteligencia. En 1930, cien años después de la muerte del Libertador, Fernando González publicó Mi Simón Bolívar e inmediatamente desató las más ruidosas polémicas, por las críticas que realizó allí sobre el hombre de las leyes. En 1940, cien años después de la muerte de Santander, publicó su polémico libro sobre el ′hombre de las leyes′. Ahí el escándalo de la oligarquía fue peor. La polémica fue tanta que el gobierno intentó recoger la edición para impedir su difusión. Santander de Fernando González es pues la obra más incisiva y más lúcida para develar la perfidia de este personaje. Esta obra hace el retrato psicológico más bien logrado de aquel siniestro hombre que siempre se quiso ocultar. Valga anotar que lamentablemente Fernando González no pudo conocer las Cartas contra Santander de Eladio Urisarri, hecho que por lo demás, le da más valor a las conclusiones comunes de estos dos autores, y resalta la maestría psicológica de Fernando González que no tuvo estas valiosas fuentes.
En tercer lugar tomo como fuente la obra Las penumbras del general de Víctor Paz Otero[7]. Biografía que se editó en agosto del 2009. Víctor Paz, poeta e historiador, se ha dedicado a escribir obras históricas, con un gran soporte documental y con una maestría extraordinaria, entre sus obras se destacan La vida estrafalaria de Tomás Cipriano de Mosquera, Bolívar, delirio y epopeya… y esta obra Las penumbras del general dedicada a la vida y muerte de Francisco de Paula Santander. Observemos la presentación que hace de esta obra Villegas Editores: “El personaje que surge de las páginas de este libro es una criatura sin duda perteneciente al mundo de las penumbras. Personaje oscuro, casi siniestro y cínico, ornamentado de virtudes puramente negativas. Personaje enmascarado y encubierto, cuyas motivaciones lo alejan de toda la posible grandeza que puede caracterizar a un héroe y le niegan esa calidad de símbolo para representar la dignidad de una nación. Sin embargo, hay que aclarar que este libro no pretende la construcción perversa e imaginaria de un personaje, ni nos inventa una figura arbitrariamente construida por un escritor que pretende tomar partido en pro o en contra de un personaje histórico. Aquí no hay hechos o circunstancias inventados por el autor para fabricar un monstruo o un ser esencialmente mezquino. Con rigurosidad y responsable soporte histórico y documental, Paz Otero nos entrega una figura que habla con su propia voz y con sus propios actos. […] El frío y cortante lenguaje de este libro parece corresponderse con esa especie de criatura de sangre fría en la que se nos convierte el general Santander, sorprendido en medio de sus muchas penumbras.”[8]
Y finalmente, como ya lo había anunciado, mi última fuente será los propios Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva Granada de Francisco de Paula Santander[9], ya verán ustedes que uno no tiene que ser psicoanalista para identificar en las palabras de la propia escritura de Santander sus más profundas y perversas intenciones.
He ahí señaladas las fuentes. Un abogado contemporáneo de Santander, que se atrevió a desenmascararlo y que padeció personalmente los ataques del ′hombre de las leyes’. Nuestro más grande filósofo, el pensador de Otraparte, quien develó la falacia del falso héroe nacional cien años después de su muerte. Y un poeta e historiador contemporáneo que terminó de trazar con gran maestría la vida y muerte de este general de las penumbras. En esta conferencia se presentará las ideas más relevantes que nos permitirán contundentemente develar la perfidia de Santander.
Para esta conferencia no tomo en cuenta la biografía de Santander que elaboró Pilar Moreno de Ángel, puesto que esta obra es tendenciosa y muy favorable a prolongar las manipulaciones que fundó el mismo Santander para velar su historia. El historiador David Bushnell, sobre esta biografía que realizó Pilar Moreno de Ángel, expresó lo siguiente:
«Se nota un relativo énfasis sobre el período grancolombiano, pero el libro no soslaya ni la presidencia de Santander en la Nueva Granada y años finales ni la guerra de independencia hasta la victoria de Boyacá. […] La exposición adolece a veces de algunos rasgos propios, hasta cierto punto, de la historiografía tradicional. La incorporación frecuente de documentos en el texto le quita cierta fluidez. Tampoco resiste la autora la tentación de traer a cuento decretos u otras disposiciones legales sin hacer un verdadero análisis de su contenido y posible aplicación práctica, como si la adopción en sí misma fuera lo suficientemente significativa. […] La obra amplía exitosa y loablemente nuestro conocimiento de temas ya tratados, pero los nuevos datos aportados no son de índole plenamente novedosa. […] Como suele suceder en el género biográfico, la imagen que se presenta del biografiado es bastante positiva. No es panegírica, pero sí un poco defensiva, en cuanto la autora no pierde ocasión de rebatir los infundios esparcidos contra Santander. […] Pilar Moreno no le atribuye [a Santander] errores de visión macropolítica o de manejo administrativo, sino fallas de carácter más personal. […] Se echa de menos, por otra parte, una caracterización más detallada de los seguidores inmediatos de Santander, ya que, como queda dicho arriba, el esclarecimiento de las bases sociales de las facciones políticas no figuró entre los temas prioritarios de la autora. Queda pendiente, pues, de ulteriores esfuerzos de investigación histórica. Lo mismo podría decirse de la definición concreta del programa político de Santander, más allá del mantenimiento de la constitución y de las libertades públicas como objetivos en sí mismos. O del examen crítico del proceso que lo transformó en nacionalista económico, hacia la época de su presidencia de la Nueva Granada. Y sigue la agenda de interrogantes históricos por resolver, con relación al Hombre de las Leyes». (David Bushnell, Laguna historiográfica remediada, Boletín Cultural y Bibliográfico, Número 21, Volumen XXVI, 1989.)
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Santander y su codicia.
Si en la historia de la independencia de Colombia encontramos hombres que dieron totalmente su vida por la causa de la libertad, también encontramos otros, que encontraron en la causa patriótica una posibilidad de conseguir fortuna y satisfacer sus ambiciones materiales. De estos últimos, el ejemplar más destacado es el Mayor Santander.
La codicia de Santander fue su característica más visible, algunos autores afirman que su ambición por el dinero era patológica. Es sabido que la base de toda la fortuna que acumuló Santander en su vida correspondió a las épocas en que fue vicepresidente de Colombia y posteriormente, cuando fue presidente de la Nueva Granada, después de la muerte de Bolívar. Bastante se ha hecho ya la comparación, de que mientras Bolívar nació con una rica herencia familiar que comprendía las mayores riquezas de ese entonces, y que luego en el transcurso del proceso de independencia, el Libertador se gastó todo esta fortuna en la gastos de la guerra y en la formación de la nación, hasta el punto de morir sin tener con qué costearse un viaje que le evitara ver más traiciones y morir con una camisa prestada y en la Quinta de una amigo; mientras Bolívar siempre dio muestras del mayor desprendimiento de lo material, nuestro personaje de hoy, Francisco de Paula Santander que comenzó sin un solo centavo, a partir de los “pagos por los servicios prestados a la patria” logró morir con una fortuna desproporcionada, que hoy pudiéramos tipificar como producto del enriquecimiento ilícito; además de las propiedades y tierras, cuentas bancarias en el exterior, muchas de ellas a nombre de sus amigos testaferros y todo el dinero que acumuló de los intereses que logró, en tanto que se convirtió además en un prestamista que sagradamente cobraba los altos interés a sus desvalidos compatriotas que acudían a pedirle prestado. Burocracia y corrupción administrativa fueron las fuentes de su riqueza. Codicia y tacañería fueron sus más relevantes cataduras.
Observemos al respecto que nos dicen nuestros autores.
Eladio Urisarri en la carta decimoprimera le escribe a Santander lo siguiente: “Después de haber estado explotando la República desde el año 1819, nada tiene de raro que posea Ud. una gran fortuna, mientras que otros que han servido a la patria con honor y probidad no tienen al fin de la jornada sino una pobreza honrosa y la buena conciencia de haber cumplido sus obligaciones, y de no haberse manchado con crímenes. […] La patria que ha costado a muchos sus crecidos caudales, lo ha vestido a Ud. […] Dice Ud. que «ninguna recompensa le ha sido dada por privilegio especial», y nos admira semejante descaro. Es necesario no tener vergüenza para estampar tales expresiones.”[10]
Y más adelante en la carta decimosegunda le dice: “Los préstamos que Ud. ha hecho han sido señalados y han costado caro a los que la necesidad urgente obligó a recurrir a Ud. El cobro seguía de cerca al préstamo, y estimaba Ud. por tan gran favor un pequeño suplemento, que creía comprar con él la sumisión de la voluntad del agraciado. Otras veces no guardaba la reserva que en tales casos exigen las consideraciones debidas a la amistad y a la confianza que hace el que pide prestado. […] Desde antes de mandar al general López cuatro o quinientos pesos que le pidió prestados, ya lo sabía todo Bogotá.”[11]
Por su parte Fernando González con su gran lucidez e ironía escribió: “Yéndonos lejos en la prehistoria o historia racial de Santander, encontraremos, no que descendiera de Mercurio o Marte, sino algo mejor: ¡era antioqueño!… Por allá en mil setecientos y tantos, en la ciudad de Antioquia hallamos a un tal Rodrigo de Santander, perteneciente al grupo que entró por el sur con Belalcázar. Rodrigo dizque engendró un hijo, que fue cura, y también otro que no se sabe qué se hizo… Aparecen los Santanderes en la costa atlántica y después en la villa del Rosario de Cúcuta: la sangre antioqueña es como mancha de aceite que va cubriendo toda la nacionalidad. […] ¡Y qué bella es la psico-biología! ¿Cómo explicar, sino por antioqueño, por los recuerdos prehistóricos del feto, el que Santander amara tanto el dinero, y el que fuera tan astuto para manejarlo? “Organizador de la victoria”. Dejó bellas haciendas, casonas en la Calle Real, becerros, morrocotas y sobre todo créditos… Daba en mutuo, a interés. Todo eso es antioqueño. Apuntaba para publicarlas las limosnas que daba, como los antioqueños. En la agonía pretendió contrato leonino con Dios: la mangada del cielo a cambio de remordimientos. En todo es héroe nacional.”[12]
“Santander tiene el alma fría. El único en toda la Nueva Granada que posee un programa. Ya es el hombre de la revolución: sabe lo que puede; los medios con que cuenta y su fin. Su programa es aprovechar toda oportunidad para subir y enriquecerse de mando y dineros; su capacidad es el rápido conocimiento de los hombres; sus medios, simular y cubrirse de apariencias: pedir certificados, cartas, coleccionar las apariencias de sus simulaciones. Sobre todo, fingir como propio el deseo latente en el alma de la multitud. El calculador está perfecto ya.”[13]
“Un muchacho, pobre, humillado, que tiene la revelación nítida de su personalidad y que se dedica a conseguir su fin decididamente, usando de hombres y acontecimientos como medios. Su fin es el poder y la riqueza. Por eso es el único que se salva de la hecatombe y huye a Los Llanos, a esperar la ocasión de volver a manejar a su gente para el logro de sus propósitos.”[14]
“Santander no ama; ama LAS LEYES como medio para su éxito personal, y desde 1819 blandirá esa arma de dos filos contra el Libertador.”[15]
Sobre la codicia del General Santander, Víctor Paz Otero en Las penumbras del general nos relata: “Conservar y nunca dilapidar dinero, cuidarlo como cosa santa, era la inclinación marcada en todo su universo de familia. Y él había heredado y hasta había exagerado al máximo ese amor y ese extraño culto por las mágicas cualidades del dinero.”[16]
“Fue siempre más ambicioso de dinero que de gloria.”[17]
Más vergonzosa su tacañería y falta de escrúpulos. El general le consiguió casa a su amante Nicolasa, “pero la escritura fue suscrita a nombre del general Santander y cuando, tiempo después, sobrevino la ruptura en su relación, Nicolasa se vió forzada a devolver aquella casa, esa casa que fue mudo testigo de sus tortuosos amores.”[18] Y no sólo le quito la casa, además le pidió que le devolviera otras pertenecías que le había regalado en la época del cortejo.
“El dinero era para él sagrado, verdadero atributo divino que no podía ser nunca despilfarrado. El dinero no sólo era su felicidad, sino que cabía imaginar que en él estaba fundada la felicidad futura de todos los hombres y de todos los pueblos del mundo. Claro que aceptaba que no estaba mal que los pueblos tuviesen algo de idealizada libertad. Lo que era terrible era que esa libertad demandase tanto dinero para ser conseguida.”[19] Por ejemplo, cuando le negaba a Bolívar los recursos para terminar la guerra de la independencia en el sur. “Santander nunca fue partidario de llevar la guerra más allá de las fronteras de la Nueva Granada. Y mucho menos podía ser partidario de abrazar un proyecto como éste, si percibía que eso demandaba importantes costos financieros. Su especial y enfermiza relación con el dinero, que le hacia suponer que ese dinero era algo así como dinero de su propia procedencia, le hacía ver siempre como riesgosa y demencial cualquier empresa. Su proverbial tacañería, que la convirtió en razón de Estado y en razón política para amparar sus procederes de gobernante, lo llevó de manera continua a negar los auxilios y los recursos requeridos por Bolívar.”[20]
La tacañería además le impedía imitar bien al Libertador, y más bien quedaba en ridículo. “Después del triunfo de Boyacá, enterado Bolívar de que la viuda de don Camilo Torres padecía privaciones y miserias, determinó que de su sueldo se le asignase a tan digna señora una pensión de 1.000 pesos. Santander, que en esos tiempos de euforia quería «imitar en todo» al gran héroe, que también era su comandante en jefe, decidió que de su sueldo se le asignase a la viuda de don Joaquín Gutiérrez de Caviedes una pensión de 12 pesos mensuales.”[21]
Cuando Bolívar le conmuta la pena de muerte a Santander, que se había merecido por la conspiración septembrina, y éste consigue finalmente el exilio, se va a vivir a Europa, en esa época consignó en el banco de Nueva York 12.000 pesos, una suma que a él le perecerá mezquina, ya lo verán más adelante, y otras sumas en otros bancos que nunca reconoció. ¿Un exiliado con tantas cuentas bancarias? Cuando tuvo que dar explicaciones de ello con el mayor de los cinismos “propuso finalmente que entregaría la hacienda de Hatogrande a quien demostrara que él había hecho depósitos de dineros en bancos extranjeros”[22]. Como siempre, se cuido de que no se hallaran pruebas. Su biógrafo pregunta entonces, con qué suplió los gastos de su viaje de turista por todo el viejo mundo. Pero esto no es lo peor, cuando regreso de su exilio, que más bien fue un paseo con esclavos y sirvientes a su disposición, tuvo la desfachatez de cobrarle al Estado los perjuicios por “su destierro.”
A todo esto se suma los escándalos por los empréstitos que autorizó para iniciar la tradición escandalosa de las deudas externas de la nación, de grandes cantidades de dinero que se gastaron finalmente en la burocracia y en la corrupción. Primeros corruptos de nuestra historia nacional, beneficiarios de la administración de Santander, en tanto que todos aquellos hombres nuevos funcionarios y abogados que trabajan para el ′hombre de las leyes′; Santander es pues, el fundador de la tradición de crear testaferros en el país.
Pero leamos al propio Santander, cómo se devela así mismo en sus Memorias, cuando se intenta excusar al respecto. Una obra maestra demagogia burocrática, veamos:
“El empréstito decretado por el congreso en 1821 y contratado en Europa en 1824 ha sido una mina inagotable de donde mis émulos han sacado el caudal de diatribas y calumnias con que me han zaherido en todas ocasiones, y cualquiera que fuese la cuestión que se ventilaba. De nada han valido para ellos las multiplicadas publicaciones que la imprenta ha hecho, ora del origen, curso y término de esta operación, ora de las cuentas del empréstito y de los decretos del congreso. Cuando las pasiones tienen más fuerza que la razón se cierran de intento los ojos para no verla y los oídos para no escucharla. […] Ni yo fui recaudador del empréstito, ni me correspondía guardar sus productos, ni pagar los gastos; la República tenía tesoreros y un secretario de hacienda a quienes tocaban estas operaciones y la obligación de rendir las correspondientes cuentas. [Que tanto me recuerda este hombre a Álvaro Uribe, los malos son los que lo rodean y trabajan para él] Bastantes esfuerzos hice en 1827, después de haber entregado el mando a Bolívar, para que se examinase este negocio y se averiguasen los fraudes, que se decía haberse cometido; hasta una recompensa de todos mis bienes ofrecí públicamente a quien comprobase que yo tenía alguna cantidad de dinero o valores en bancos de Europa o América. […] Después de estos acontecimientos han visitado la Europa muchos de mis compatriotas, y estoy seguro de que no hay uno solo que haya oído hablar de las pretendidas riquezas que se decía haber yo depositado en los bancos de Inglaterra, Holanda, Francia y Hamburgo. Puedo decir ahora con toda verdad, y del modo más solemne, que ni entonces ni ahora ni nunca he tenido valor ninguno en dichos bancos, ni acciones contra ellos. El único banco donde a mi llegada de Francia deposité, para mis gastos, la mezquina suma de 12 mil pesos, fue en el de Nueva York de los Estados Unidos. Desafío todavía a que este relato se desmienta con pruebas correspondientes.”[23]
Pero la desfachatez, la codicia, no paran ahí, observen lo que el general Santander escribe más adelante sobre su fortuna, juzguen ustedes mismos:
“Después de haber obtenido desde 1819 las primeras magistraturas y por medios legítimos, nada tiene de raro que posea una fortuna capaz de hacerme independiente del gobierno, y aun de los particulares. Los destinos que he servido han sido dotados con sueldos considerables para el país (sin que yo haya tenido parte en dar las leyes del caso), y el tesoro me los ha satisfecho, como a todos los demás servidores de la patria. Yo ignoro todavía quién es el que, habiendo sido presidente o vicepresidente antes o después que yo, haya servido gratuitamente el destino. Nariño, Lozano, Alvarez, Bolívar, Castillo, Mosquera, Caicedo, Obando y Márquez, todos han cobrado sus respectivos sueldos y dispuesto de ellos libremente. ¿No es un encarnizamiento odioso el notarlo sólo en mí? Cada vez que me veo en actitud de ocurrir decentemente a las obligaciones de mi estado y posición, de servir a mis amigos, de socorrer la mendicidad y de auxiliar los establecimientos de piedad, educación y beneficencia con los bienes que la patria me ha concedido, me glorío de verles un origen tan noble y tan honroso. Ninguna ocasión oportuna he desperdiciado para confesar que todo lo debo a mi patria, concediéndome generosa superabundantes recompensas por mis pocos servicios a su independencia y libertad. Pero ninguna recompensa me ha sido dada en contravención de las leyes; ninguna por privilegio especial. Me concedió tierras desnudas de ganados y mieses, y una pequeña casa, porque la ley hizo igual concesión a los que tuvimos la constancia para hacer la guerra en los calamitosos años de 1816 a 1819. Me satisfizo la tesorería los sueldos de vicepresidente y presidente porque la ley mandó satisfacerlos a cuantos ciudadanos ejerciesen dichos destinos. Yo he procurado hacer buen uso de esta fortuna; en 1820 he regalado al tesoro seis mil pesos para la guerra del sur; también le cedí los sueldos de general desde el 15 de febrero hasta el 21 de septiembre de 1819; la mitad de los sueldos de vicepresidente de Cundinamarca me los pagaron en vales de crédito público, que aún conservo; muchas viudas de los mártires de la independencia y de los de la libertad han recibido pensiones mensuales de mi renta; he pagado la educación de algunos huérfanos, he auxiliado con dinero las escuelas públicas y casas de educación, he socorrido a los arruinados por los terremotos de Pasto y Santa Marta, he ayudado a reedificar iglesias, he dado de comer a los hambrientos y de vestir a los desnudos, he acudido a servir con préstamos a bastantes personas; en fin, mi bolsillo ha estado abierto para ser útil a mis conciudadanos. Ninguna reclamación he hecho por perjuicios causados en mi destierro, ni por las revueltas de 1830; otros los han reclamado, como el actual presidente Márquez, a quien se indemnizó de los perjuicios que le causaron en sus bienes por la revolución de Mares en Tunja. Siento repugnancia de hablar más sobre una materia de suyo odiosa. Yo puedo decir con orgullo: aquí están mis bienes; si hubiera sido egoísta o indiferente a la suerte de mi patria, yo no los tendría; pero abracé su causa con ardor, la he seguido con fidelidad, le he prestado los servicios que han estado a mi alcance, y la patria me ha hecho rico en honores, en premios, en reputación y bienes.”[24] (Subrayado mío)
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Santander y su cobardía.
Después de su codicia, la cobardía. Santander sufrió lo indecible al verse descubierto por sus contemporáneos heroicos, como un hombre cobarde. El general de las retiradas, cada vez que pudo evitar una confrontación con el enemigo lo hizo. Toda la historia militar de Santander que se da entre 1810 y 1819, es de repliegue y espera. No quiere pasar de la frontera, espera impaciente que otros valerosos resuelvan las contiendas en el campo de batalla, él aguardará, y estará en el momento indicado para hacerle saber al Libertador, que en él, más que un militar encontrará un excelente administrador.
En la carta tercera Urisarri le saca en cara a Santander lo siguiente: “¿Cuáles fueron los hechos de armas de Ud? Sus Apuntamientos lo dicen: haberse quedado en Cúcuta porque no quiso los riesgos de la campaña de Venezuela, mientras que tantos otros se habrían dado por ofendidos si no se les hubiese permitido marchar a buscar los peligros y la gloria. […] La verdad sí es que Ud. ha sido muy valiente para huir. […] Era Ud. el jefe bravo sólo para dar proclamas, y no podía esperarse otra cosa.”[25]
Al respecto, Fernando González en pocas palabras lo definió: “Genio del escape, la fuga y el misterio. Sus retiradas de Ocaña a Piedecuesta y luego a los Llanos de Casanare, son obras maestras de la fuga. Si hay arte, ahí está.”[26]
“Nació para mandar, pero desde Palacio; para derramar sangre, por mano de asesinos; para la guerra, pero en retirada…”[27]
Víctor Paz, narra la cobardía de Santander así: “Pronto ganó prestigio y fue tenido en cuenta para las labores secretariales y administrativas. Nadie vio ni vislumbró en él un valeroso capitán para batallas, sino a un futuro y prestigioso funcionario para organizar el turbulento caos que a veces pretende prevalecer en todos los asuntos.”[28]
“Cuando tuvo la oportunidad de comandar tropas, el diseño de retiradas constituyó su máxima hazaña en los rituales de la guerra.”[29]
“Innumerables veces hizo público su deseo de no querer comandar tropas. Innumerables veces también pidió su licencia absoluta y fue denegada.”[30]
Víctor Paz nos cita además una carta de Camilo Torres a García Rovira, que no necesita ningún comentario más: “En cuanto a Santander, no dude usted de que es cobarde e inepto para el mando, pues ya hemos tenido repetidas experiencias en Santafé, en la Grita cuando fue últimamente, en Capacho, en Carrillo y en todas partes. Él es la causa principal de la ruina de Cúcuta, pues, después de no haber tenido nunca el valor de perseguir al enemigo, cometió la perfidia de abandonar a los vecinos de Cúcuta, suponiendo que iba a atacar al enemigo y dando la vuelta por Carillo, de modo que no pudo ponerse a salvo ninguno de ellos; estos son los hechos y usted puede informarse de ello en Cúcuta.”[31]
Pues bien, observemos cómo el general Santander evocaba sus huidas, y no avergonzado de ello, justificaba su cobardía: “La historia antigua no hace mención sino de la retirada de los 10 mil de Jenofonte; la moderna refiere muchos casos célebres de retirarse un cuerpo, división o columna, sobre la masa principal del ejército o sobre plazas fuertes; pero ninguno como en el desesperado término a que llegamos en 1816 cuando no quedaba libre del lado del norte sino Casanare, y del lado del sur la provincia de Popayán, aquél formando límites con Venezuela, ocupada en lo principal por los españoles, y ésta con el Ecuador, dominado totalmente por ellos. Sólo una decidida resolución de no morir en los patíbulos españoles pudo darnos fuerza y perseverancia para verificar la retirada.”[32] (Subrayado mío)
No tenía vergüenza ni pudor, en otro aparte de sus Apuntamientos escribió: “La retirada se verificó felizmente sin perder ni un hombre, con sorpresa del enemigo, que creía segura la dispersión de mi tropa; y con agradable admiración del gobierno general, que no esperaba que pudiese salvarla.”[33] (Subrayado mío)
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Santander y su crueldad.
Recordemos el juicio de John Lynch: Santander “poseía un vena de crueldad vengativa.”[34] Es cierto que en todas las guerras, hay muertes y ataques al enemigo. Pero así como hay hombres, que a pesar de estar en la guerra no celebran la muerte de sus oponentes, hay otros, que no les basta dar de baja al enemigo, si no que sienten un mórbido placer al contemplar el suplicio de los otros… Seres ávidos de sangre y virulentos que encuentran un extraño placer en la contemplación del tormento del otro. De esta último tipo también era el ser siniestro Francisco de Paula Santander.
Recuerden que Santander se va a proclamar como el representante de los civilistas. Bueno, observen un inventario somero de las prácticas de este gran “civilista”, a partir de las preguntas que le formuló Urisarri en la cuarta carta que le envió: “Ud. mismo ¿no hizo apalear a un impresor porque no iba a Cúcuta, y a un carpintero porque representó que no podía hacer unas cajas militares en el tiempo corto que Ud. quería? ¿No hizo atar a un poste y azotar cruelmente a un muchacho de diez años porque no daba razón de un pasquín? […] ¿No mandó matar sin forma de juicio a algunos calladamente?”[35]
Pero esto no era lo más cruel, después de la batalla de Boyacá 38 prisioneros que Bolívar iba a entregar en canje, fueron ejecutados por orden Santander sin razón alguna de la manera más siniestra posible. Urisarri exclamó: “El acto fue atroz e inhumano, digno sólo de cafres u hotentotes.”[36] La narración de este hecho es espeluznante, en este punto sigamos la pluma Víctor paz Otero:
“Aprovechando que el general Bolívar había partido para Venezuela para continuar la guerra, sólo pocos días después del triunfo de Boyacá, y urgido Santander de resaltar el prestigio de su flamante cargo – que no podía solamente quedar reducido a trámites y ordenanzas – resolvió por cuenta propia tomar una medida carnicera, violenta y asesina, que instalaría su nombre en los anales de la crueldad. Estaban en calidad de prisioneros en Santafé de Bogotá el general Barreiro y todos sus oficiales, apresados después del triunfo de Boyacá. Inicialmente habían sido recluidos en un edificio llamado de Las Aulas, pero posteriormente fueron trasladados a un cuartel de caballería. Se alegó para el traslado que en el edificio de Las Aulas recibían visitas de las encopetadas damas bogotanas, lo cual era cierto, pues el coronel Barreiro era hombre en extremo apuesto y galante, que al parecer alborotaba la líbido fría y sabanera de las piadosas señoras del virreinato. Y juzgóse que esta circunstancia ponía en riesgo la seguridad. En el cuartel de los prisioneros se aguardaba con angustiosa impaciencia que el fugitivo virrey Sámano resolviese la solicitud de canje formulada por Bolívar, lo que por supuesto se daba por descontado. Pero Santander estaba urgido de levantar cuanto antes el pedestal de su gloria. Sin ni siquiera citar a un consejo de guerra, mucho menos convocar un tribunal donde al menos se permitiese un simulacro de defensa; sin ni siquiera aceptar –como se lo solicitó encarecidamente Barreiro– una entrevista personal, para lo cual envió su diploma y sus insignias de Masón, pues ya era honorable hermano el supuesto Hombre de las Leyes, Santander ordenó la ejecución pública de todos los prisioneros. […] A las siete de la mañana, los prisioneros fueron avisados de lo que se había decidido y de lo que iba a sucederles; y ellos que creían que se le venía a confirmar que el canje había sido aceptado. Su estupor y su terror resultarían inconcebibles. Se autorizó que unos frailes entrasen a la prisión para socorrerlos con los últimos auxilios espirituales. En su sabiduría patibularia, el señor vicepresidente había decidido que la ejecución se hiciera en pequeños grupos. Con esa misma sabiduría, supuso que así podían casi todos los prisioneros tener el privilegio de presenciar el espectáculo. Decidió también que no se colocaran patíbulos, sino que fuesen fusilados de pie y que no les permitiese el uso de la venda en los ojos. Se escogieron como verdugos a soldados bisoños que, al desconocer el cabal uso de las armas, provocaban múltiples y horribles heridas, que por supuesto se transmutaban en gritos lastimeros. A muchos de ellos hubo que ultimarlos a sablazos. Y crecían los ayes y se volvían más penetrantes los moribundos quejidos. […] El público, paralizado, soportaba en un silencio puro la gran función republicana. […] Nadie entendía, nadie tenía por qué comprenderlo, el alucinante y macabro espectáculo que les había correspondido contemplar. Silencio y estupor. Profundo e inexpresado asombro flotaba en ese ambiente de degradación y muerte. […] Concluidas por fin las ejecuciones, el general Santander juzgó llegado el momento propicio para hacer su aparición en público y refrendar con su engalanada presencia las manifestaciones de su poder. Montado en caballo nervioso, y seguido por los grupos de música que continuaban en su aquelarre festivo, pasó sobre los cadáveres. Vio esa sangre coagulándose entre el barro. Vio esos rostros aún agonizantes, mirando el infinito. Y, cosa extraña, sintió, paladeó una maravillosa sensación de triunfo, que le quitó de su boca el repulsivo hedor hepático con el que ahora andaba conviviendo. […] Por la noche, el vicepresidente Santander invitó a un gran baile. Hubo mucha abundancia de licor, de aquel vino tinto que se había obtenido de la repostería del palacio virreinal, cuando Sámano huyó de Santafé de Bogotá. Mucho vino ajeno, pues generoso no era, ni sería nunca, el general Santander; tal vez sólo generoso con sus miserias. […] El baile no estuvo animado, pero sí concurrido. Él se retiró pronto. Le dolía otra vez el hígado. Y Nicolasa no asistió a la fiesta, estaba horrorizada. Pero su conciencia estaba tranquila y satisfecha, también su vanidad. Por fin había un hecho notable en el historial de su poder.”[37]
Pero estos no serían los últimos ajusticiamientos siniestros, años después en la presidencia de la Nueva Granada se repetirán las escenas. “Muchas arbitrariedades, muchos más asesinatos legales y «ajusticiamientos» vengativos se siguieron cometiendo bajo el régimen de terror jurídico instaurado por el hombre de las Leyes.”[38] Ya entenderán ustedes, la rabia que siente uno, cuando algunos santanderistas afirman que el civilista y el liberal Santander, obediente de la ley, impidió las ambiciones del “autoritario” Bolívar.
Volvamos al genio psicológico de Fernando González. Dice nuestro maestro: “Después de la batalla de Boyacá, cuando Bolívar estaba ocupado en crear la amistad con el español, deja a Santander administrando la Nueva Granada. Apenas se ausenta el Libertador, Santander asesina al General Barreyro y a sus treinta y ocho compañeros, prisioneros en la batalla de Boyacá, y le escribe esta carta al Libertador: «Al fin fue preciso salir de Barreyro y de sus treinta y ocho compañeros. Las chispas me tenían loco. El pueblo estaba resfriado y yo no esperaba nada, nada favorable de mantenerlos arrestados. El expediente está bien cubierto; pero como ni usted (por desgracia de la América) es eterno, ni yo puedo ser siempre gobernante, es menester que su contestación me cubra para todo tiempo. De ella protesto no hacer uso sino cuando este remoto e inesperado caso pueda llegar. La gloria de usted, su reputación, su honor, me interesan más de lo que usted lo imagina». (Subraya Lucas). «El expediente está bien cubierto. Envíeme una contestación que me cubra para todo tiempo»: ¡ECCE HOMO! Todo el archivo Santander se compone de boletas, cartas, recibos… conseguidos para cubrirse.”[39]
“Hay un capítulo de Maquiavelo titulado paladeadamente así: Del modo como se ingenió César Borgia para asesinar en Sinigaglia a Vitello Vitelozzo, al duque de Gravina Orsini, al duque tal y tal, etc. Luego describe cómo les fingió amor, y les invitó, y les recibió, y les asesinó despacio, y termina: ¡Qué bello! Pues Santander es superior a César Borgia: más lento y más limpio en el asesinato. Lo que sucede es que por aquí no hay artistas pintores como en Italia. ¿Quién ha igualado la belleza de esta frase de Santander después del asesinato limpio de Mariano París?: ¡Yo que he amado tanto a esa familia de Parises!”[40]
“Adelantémonos a 1837. Bolívar ha muerto. El hombre de las leyes está hepático; ha asesinado a muchos, atisbando siempre las agonías a través de los visillos de palacio. Está entregado al clero. Pretende engañar a Dios.”[41]
Volvamos al cinismo de Santander: “Señalados honores recibía yo de los representantes del pueblo, a pesar de haber hecho fusilar en Santafé el 11 de octubre de 1819, 38 oficiales del ejército español tomados prisioneros en la campaña: un suceso que entonces fue ensalzado por todos los patriotas, como que sin él quizá habría sido estéril la victoria de Boyacá, ha estado sirviendo posteriormente de arma para herir mi conducta. […] Duro era ciertamente hacer morir a tantos hombres; pero más duro era exponerme a que ellos lo hicieran conmigo y con otros de mis compatriotas. […] La historia podrá tacharme de severo; pero no podrá negarme el mérito de haber procurado afianzar el orden y la seguridad pública para lo futuro después de tantas agitaciones y trastornos.”[42] Severo… El mérito de haber procurado afianzar el orden y la seguridad…. Otra vez más se me aparece Álvaro Uribe Vélez… Santander, se me confunden los dos.
* * *
Santander y su perfidia.
Sí la codicia, la cobardía y la crueldad son los rasgos más distintivos de Santander, la perfidia es el núcleo de su esencia.
Tuvo las habilidades para hacerse pasar como un representante del “civilismo” como un “liberal”, en comparación con ese “monstruo de Simón Bolívar que se quería hacer coronar como Napoleón, violando las leyes puras emanadas por los civilistas y librepensadores filósofos de Bogotá dirigidos por él”. Cuando lo único que quería era deshacerse de Bolívar, porque éste ya lo había develado y sabía de su perfidia, porque el Libertador sabía ya, que el principal obstáculo para la unidad y la libertad de los pueblos era Santander… Y por eso los subterfugios en la lanuda Bogotá para hacer creer el absurdo de que Bolívar era monárquico; nunca una estupidez tan grande se hizo creer a un pueblo y a renglón seguido, la manipulación y fabricación de que Santander “salvaría al pueblo de las garras del monárquico”….
Cualquier persona sensata que lea una de la buenas biografías de Simón Bolívar, ya sea la de Gerhard Masur o la de John Lynch muy pronto comprenderá quién es quién en este drama. Da lastima que todavía hoy, en épocas de Bicentenarios se replique los absurdos y las patrañas de Santander, incluso en la boca y en la pluma de algunos intelectuales. Pero cada quien ve lo que quiere ver y es responsable de sus elecciones. Mientras que en la humanidad la gloria de Bolívar crece más, y poetas, literatos, historiadores y escritores de todo el mundo cantan el heroísmo y la grandeza de Bolívar, al mismo tiempo, se va destapando cada vez más la falacia de Santander.
El historial de perfidia del hombre de las leyes es largo. La persecución e inquina que dirigió al noble y digno Antonio Nariño, la persecución y maltrato a todos aquellos que se atrevían a no estar de acuerdo con él, el asesinato de muchos de ellos, en medio de las fiestas sanguinarias que tanto le gustaban, la persecución a todo aquel que amara al Libertador, la vil traición a Bolívar, en primer lugar la alevosía para tergiversar su pensamiento, luego el plan para asesinarlo. Las fatales administraciones de Santander, donde lo que imperó no fueron la llamada civilidad y liberalidad, sino la burocracia y la corrupción. Francisco de Paula Santander nunca tuvo un pensamiento propio, ni una ideología establecida, simplemente de manera utilitarista adoptó y calcó las ideas liberales del atlántico. Cuando necesitó de Bolívar lo alabó con el mayor de los empachos, pero cuando quería deshacerse de él, no faltaron los subterfugios más desvergonzados. Santander no poesía un pensamiento político, su “civilismo” y “liberalismo” fueron los disfraces apropiados para la consecución de sus fines, que dicho una vez más, no eran la felicidad del pueblo, sino el bienestar de él. Y si aún lo dudan miren sus memorias, en lugar de encontrar allí alguna disertación política considerable, sólo encontramos la lista de excusas: “yo nunca”, “yo no fui”, “mi cumplimiento al deber”, “una hacienda para el que me logre comprobar que…. etc. No hay en el historial de los escritos de Santander un documento equiparable a un Discurso de Angostura de Bolívar, a un Memorial de agravios de Camilo Torres. Nada, sólo hay justificaciones, tergiversaciones de la historia e improperios a todos aquellos que lo cuestionaron.
Escuchemos a Urisarri, en la carta primer le escribe a Santander lo siguiente: “Fue Ud. oficial, ya lo sabíamos, y entonces traicionó sus juramentos. Estuvo algunas veces con los vencedores, y siempre que mandó, Ud. fue vencido. Fue vicepresidente de Cundinamarca, y entonces se dilapidaron los secuestros, se despreció la moral, se derramó la sangre sin figura de juicio, los pueblos sufrieron vejaciones y se despotizó militarmente el país. Fue vicepresidente de Colombia, y entonces cargó a la nación con una deuda inmensa; estuvo en desorden la hacienda pública, mal vestido del ejército, se oprimía en nombre de la constitución, y, en fin, su impericia y sus vicios exasperaron a algunas provincias y el país se puso en conmoción. Fue convencional de Ocaña, y su mal comportamiento y sus niñerías, los jeroglíficos insultantes que pasaba desde su asiento a fuer de colegial contribuyeron mucho a agriar los ánimos sin que nos diga que hizo de provecho. Fue presidente de la Nueva Granada, y entonces introdujo la división, reanimó los odios, hizo revivir los partidos, insultó a los hombres de bien, oprimió a los ciudadanos, disimuló los crímenes, patrocinó y premio –¡qué decimos!, ordenó- el asesinato. Ha pasado por un juicio criminal, y sufrido prisiones y destierro, en lugar del último suplicio a que se le había condenado, porque era necesario castigar un horrendo crimen. […] Ganó Ud. con adulaciones la confianza de Bolívar, que perdió porque al fin él pudo conocerlo.”[43]
“Ud. manifestó la mayor alegría, quedó como enajenado y dio saltos de contento cuando el general París le dio la noticia de la muerte de Nariño. Nunca en su vida a dado Ud. tantas muestras de placer, y no contento con haberlo perseguido por todos los medios posibles mientras vivió, quiso perseguir hasta su memoria, dirigiendo una carta amenazante al Dr. Guerra para impedirle que pronunciase el elogio funeral y que se celebrasen exequias en su honor.”[44]
Escuchemos a Víctor Paz Otero, al referirse puntualmente a la carta que le escribió Santander a Bolívar rogándole que le cubriera sus crímenes. Recuerdan: «El expediente está bien cubierto. Envíeme una contestación que me cubra para todo tiempo». “Ésta es la verdadera acta de nacimiento del santanderismo. A partir de entonces, la doble moral, el cinismo, la mentira, la tergiversación corrupta y acomodaticia de los hechos, adquieren estatus y vigencia como literatura y como verdad oficial. Indiscutiblemente mérito el de Francisco de Paula Santander y Omaña: es el incontrovertible fundador de una categoría sociológica y cultural que se reproducirá y se repetirá como característica distintiva de nuestro esclarecido capítulo de la historia regional de la infamia.”[45]
La conspiración septembrina, la cúspide de la infamia, los “civilistas” planean el asesinato de Bolívar. “Mientras avanzaba la conspiración, mientras se preparaba en todos los detalles el repugnante crimen, Santander el único gran beneficiado de la infame empresa, al darse cuenta y al valorar en todos sus detalles la responsabilidad que le cabía –y para cubrirse, que para él siempre era esencial- optó, con su habitual y cínica prudencia, adoptar una táctica que le garantizara seguridad. Decidió que, acerca del gran asunto que se preparaba, no tendría ninguna comunicación ni conversación directa con los implicados.”[46] Pero sus planes fracasaron, el traidor y criminal quedó en evidencia. Como ya bien lo saben el atentado falló. Santander fue hallado culpable por cómplice y fue condenado a la pena de muerte. “Y sucedió lo que muchos creyeron que no podía ni debía suceder: su condena a muerte fue conmutada por condena al exilio. El consejo de ministros y Bolívar acogieron esa conmutación. Razones varias, pero en especial de índole política, indujeron a que se tomase esa medida, así después el general Libertador se hubiese arrepentido amargamente de haberlo hecho. Él nunca tuvo duda alguna de que Santander había promovido, estimulado, organizado, con perversa y fría calma, su violento asesinato. Bolívar escribió, con resentimiento y amargura: «En adelante no habrá justicia para castigar al más atroz asesino, por que la vida de Santander es el pendón de la impunidades más escandalosas. Lo peor de todo es que mañana le darán un indulto y volverá a hacer la guerra a todos mis amigos y a favorecer a todos mis enemigos. Su crimen se purificará en el crisol de la anarquía.»”[47]
Después de la muerte de Bolívar y la desintegración de Colombia, Santander regresará y su poder que se prolongará una década más hasta 1840, dejará a la nación en la ruina absoluta, dejó un Estado insolvente, la avaricia se convirtió en el método fiscal, se persiguió y se desterró a los que no comulgaran con su burocracia y corrupción, ese fue su “liberalismo” la fundación de odios. Sobre la presidencia de Santander Víctor Paz concluyó en pocas palabras: “El país vegetó entre el tedio y la miseria.”[48] Como ya saben ustedes, después vendrán los cien años de guerras civiles, los cien años de soledad.
Quiero terminar con las palabras de Fernando González, pero antes, observemos algunas palabras más de la desvergüenza y la desfachatez de Santander.
“La opinión pública del mundo liberal ha condenado ya a Bolívar bajo el carácter de legislador y dictador, haciéndole la debida justicia como el caudillo de las huestes libertadoras de Colombia, Perú y Bolivia. Bastarían los vigorosos escritos de Benjamín Constant para que callasen los que por una ceguedad imperdonable todavía encomian los proyectos de Bolívar juzgados sin apelación por la opinión imparcial. Llegó a tal punto la confianza de Bolívar en su poder moral, que no temiendo reacción alguna del pueblo contra su dictadura, se entregó a la más ciega seguridad. El 25 de septiembre de 1828 fue para él un desengaño tan cruel, que desde aquella noche fatal perdió su energía y su vigor. Del extremo de una seguridad ilimitada pasó al de una desconfianza sin igual. Los puñales de los conspiradores del 25 de septiembre se le presentaban a su imaginación en sueños, en la mesa, en las calles, en todas partes. Yo, sin ser agente ni director de la conspiración, sufrí por ella las venganzas de los que me habían considerado uno de los más fuertes obstáculos a la realización de los planes de Bolívar. Es difuso entrar en los pormenores de un acontecimiento en que a la par de la audacia de los jóvenes conspiradores hubo una grande imprevisión. En vano se fatigan mis enemigos en hacerme cómplice de aquel acto: ni la sentencia lo asegura, ni el gobierno mismo se atrevió a afirmarlo en la circular a los ministros de Colombia en Europa. Yo no intento ahora justificar ni condenar aquella conjuración; me limito a decir que no la dirigí ni la fomenté, y que el modo como se me juzgó fue más inicuo y más horrible que el que los españoles pacificadores emplearon contra los patriarcas de la independencia.”[49] Juzguen ustedes mismos.
Después se atreve a escribirle a Bolívar lo siguiente: “Yo no he sido conspirador; yo no he dirigido, aconsejado, auxiliado ni ejecutado la conspiración del 25 de septiembre; y yo he reprobado el proyecto, cuando apenas lo conocí en embrión; yo he procurado frustrarlo, disuadiendo a los que sabía que pertenecían a él; yo he ignorado lo que iba a suceder el 25 de septiembre, y yo, en fin, y es lo que me llena de satisfacción y de gloria, yo he salvado la vida de vuestra excelencia del fatídico puñal de los conspiradores. ¿No consta todo esto del proceso?”[50]
Ahora reconozcanme que los siguientes juicios, son los más acertados para explicar a Francisco de Paula Santander.
Concluye nuestro maestro de Otraparte Fernando González:
“Santander es un amago de héroe con que quiere estafarnos la moribunda Nueva Granada.”[51]
“El sitial de Bolívar es olímpico. Le sentimos entre los dioses que vivifican el universo. De la guerra que le inició Santander y de donde surgieron estas repúblicas que perdieron el istmo de Panamá, deseamos mostrar cómo le hizo detener en su marcha al Río de la Plata y a la unificación del continente: le trajo a Bogotá, al frío lomo andino, y le formó pelea en el campo en que Santander era invencible: el de la pequeñez: elecciones, compadrazgos, congresos, libelos, suspicacias, intrigas… Fue como ágil hormiga en lucha con el león. ¿Cómo vencerlo? Yendo y viniendo, andando más allá, picándoles los ijares… El león corre, desespera y muere precipitado: así fue como el Mayor Santander venció al Libertador.”[52]
“Santander fue y continúa siendo un gran obstáculo. En Bogotá viven aún de su herencia. La literatura, la enseñanza, las costumbres, los ideales todos están envenenados por este hombre. La diplomacia colombiana, tan ruin, y que se opone a la unidad suramericana, procede de Santander. […] Salgo al anochecer para el pueblo, y en todas las casas y tiendas están las radios. Oigo las voces tan feas, tan primitivas, de la hora conservadora y la hora liberal. Es como si el general Santander estuviera hablando por mil bocas invisibles. ¿Qué dicen? Se defienden de haber robado, con los robos del otro; prueban que son mejores, los mejores, con las maldades del otro. El resultado es que toda Colombia es ladrona, que tanto Ospina como López robaron; que robaron Laureano y Marulanda, Jaramillo y Chaux. Y el pueblo aplaude y bebe, vota y bebe.”[53]
La perfidia de Santander ha sido develada.
* * *
[1] Esta conferencia fue presentada en Medellín el jueves 2 de septiembre de 2010 en la Universidad San Buenaventura. Y posteriormente en Platohedro, en la Casa Museo Otraparte y en Asmedas en el año 2011.
[2] Fernando González, Santander, Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 1994, p. 17.
[3] Andrés Nanclares Arango, Trece catilinarias contra Santander. En: http://blogs.elespectador.com/elmagazin/2010/08/10/trece-catilinarias-contra-santander/
[6] Frank David Bedoya Muñoz, La visión crítica y provocadora de Fernando González sobre la Independencia de Colombia, Simón Bolívar y Santander. En:
http://www.otraparte.org/actividades/literatura/frank-bedoya-2.html
[9] Francisco de Paula Santander, Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva Granada. En: Eladio Urisarri, Cartas contra Santander, Editorial Planeta, Bogotá, 2000.
[12] Fernando González, Santander, Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 1994, p. 33.
[23] Francisco de Paula Santander, Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva Granada. En: Eladio Urisarri, Cartas contra Santander, Editorial Planeta, Bogotá, 2000, p. 193.
[26] Fernando González, Santander, Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 1994, p. 132.
[32] Francisco de Paula Santander, Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva Granada. En: Eladio Urisarri, Cartas contra Santander, Editorial Planeta, Bogotá, 2000, p. 193.
[39] Fernando González, Mi Simón Bolívar, Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 1995, p. 220.
[40] Fernando González, Santander, Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 1994, p. 174.
[42] Francisco de Paula Santander, Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva Granada. En: Eladio Urisarri, Cartas contra Santander, Editorial Planeta, Bogotá, 2000, p. 186.
[49] Francisco de Paula Santander, Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva Granada. En: Eladio Urisarri, Cartas contra Santander, Editorial Planeta, Bogotá, 2000, p. 186.