“Prueba fehaciente de que el gobierno de Gustavo Francisco Petro Urrego ya no representa a la mayoría de los colombianos, que decía personificar, fue la marcha de este 21 de abril. Golpe, al ego de su presidente, es la demostración de un ejercicio democrático que exige una visión de país distante del desastroso rumbo socialista”.
La masa popular que fluyó espontáneamente en las calles, de todas las poblaciones colombianas, fue la confirmación de que en la garganta de toda una nación hay un grito de inconformismo, rechazo rotundo a un gobierno mitómano, resentido, con delirio de persecución, que está llevando a Colombia al abismo. Lo visto en las marchas confirma a la izquierda que Colombia no está contenta con sus políticas. El mensaje del pueblo fue claro, el hundimiento de la reforma a la salud contó con el respaldo de la inmensa mayoría del país, aviso claro para el Congreso que tiene en sus manos el destino del acto legislativo que busca transformar las pensiones, las normas laborales y demás intenciones que quiere imponer la administración del cambio. La voz de un pueblo clamando el #FueraPetro delinea lo que será una confrontación ideológica que marcará el destino de los próximos dos años y llevará a unos y otros a la vía pública.
Respuesta de Gustavo Francisco Petro Urrego, desde su cuenta en X, a lo acaecido, a lo largo y ancho de la geografía nacional, muestra su intención de dividir y radicalizar el nefasto discurso de un progresismo populista que se niega a perder la batalla e irse en calma en los dos años que le quedan en el poder. Minimizar el éxito de las marchas, de este 21 de abril, y estigmatizar el sentir de un amplio sector poblacional que no está de acuerdo con su mandatario, es desconocer que el domingo se vio, en actitud de protesta, a gente de todas las clases sociales, edades y representación étnica. Triunfo para la oposición es, y será, que los colombianos, con amplia consciencia de que su presidente, como cabeza visible del gobierno del cambio, no reformulará absolutamente nada, en su forma de actuar y proceder, dejaron a los ojos del mundo que la ciudadanía está descontenta con el proyecto político del Pacto Histórico y sus fuerzas aliadas.
La ciudadanía dejó constancia de norte a sur, de oriente a occidente, que hay un nuevo mandato popular en la nación. Los ríos de gente que colapsaron las ciudades son la demostración del desamparo social que está teniendo el estado para con sus conciudadanos en general. La fiesta democrática que se vivió en las calles es un éxito que la izquierda quiere desconocer y Gustavo Francisco Petro Urrego se niega a aceptar, evidencia de que se está gobernando muy mal y no se puede seguir ciego y sordo frente a un país que rechaza, de forma tajante, el progresismo socialista que quiere implantar el gobierno del cambio. Indignante resulta leer a su mandatario, como mal perdedor, desconociendo el mensaje político que le dejó la marcha y, desde su tono vengativo, acusando de querer más muertes a quienes no están de acuerdo con él.
Huir a la verdad será una espiral que excitará un paro indefinido, Colombia no resiste que se siga tejiendo una red de mentiras para evitar que el pueblo exija a los congresistas que hundan las reformas. A diferencia de otras ocasiones, en esta protesta no hubo tarimas, fue la sociedad la que se tomó la voz principal. Divergente a lo auspiciado por la izquierda de 2019 a 2022, el vandalismo, el grafiti, los encapuchados, los disturbios fueron los ausentes, por ello salieron niños, ancianos y mascotas, la familia fue la base de esta manifestación de la sociedad. La gente de bien es la que no quiere más a este gobierno progresista que lleva a Colombia en caída libre. No reconocer la magnitud de la marcha es la debilidad y el miedo por parte de quien no quiere ver que existe un solo sentir, una sola razón, salvar a Colombia de las manos de un ser destructivo como es su presidente.
La soberbia de Gustavo Francisco Petro Urrego le impide reconocer que la manifestación popular fue todo un éxito, soberbia de su mandatario no puede nublar que los colombianos se dieron cuenta que unidos son más para salvar a Colombia del progresismo socialista que ya acabó con Cuba, Venezuela, Nicaragua, y Argentina, entre otros. Ceguera, propia del resentimiento, de su mandatario lleva a desconocer que los manifestantes que salieron ayer a las calles, antes que destruir, siempre construyeron, son ciudadanos que proponen aumentar la productividad en las empresas, generar empleo y disminuir impuestos que frenan el crecimiento empresarial. Las ansias de poder, el deseo por lo ajeno, secundado por el delirio de quienes creen tener un líder extra espacial, son la base de una corriente política que apuesta por atomizar el núcleo social y destruir la economía, la salud, las pensiones y todo lo que encuentra a su paso.
La expresión ciudadana, constituida en marcha, es como las encuestas, mide una tendencia en el sentir de la población en donde se hacen. Lo que ocurrió el domingo en Colombia se sopesa, no por la cantidad de personas en la calle, sino por la contundencia de la asistencia. Miles de personas que salieron, a la vía pública, son el reflejo del sentir de todo un país. La demostración de inconformidad ciudadana que se dio frente a la manera en que la izquierda, representada en la figura de Gustavo Francisco Petro Urrego, administra la nación, es consecuencia no solo de los escándalos de corrupción, sino la desconexión de su presidente con la realidad que circunda a la patria. El descontento que vive el pueblo colombiano es palpable, son muchos quienes están en contra de las medidas extremas que se toman en el actual régimen y el peligro latente que se tiene frente a una constituyente que tendría como propósito que la ciudadanía pierda sus libertades.
Narcisismo de Gustavo Francisco Petro Urrego va en contravía de un pueblo que se manifiesta contra todas las reformas, la anuencia con la delincuencia, las decisiones políticas y sociales, el silencio frente a la violencia y las masacres diarias, o los escándalos de su mandatario y su familia. Miserable y mezquino resulta que el inquilino de la Casa de Nariño se atreva a decir que lo visto en Colombia fue “una marcha de los privilegiados”, se desconozca un ejercicio de oposición plenamente válido. Lo que el mundo pudo ver fue un derecho de participación que reafirma la protesta como un medio de manifestación. Quien no sabe gobernar, ni mucho menos administrar algo, sufrió un golpe de realidad que derrumba ese castillo de naipes que lo hace creer que está levitando por encima de la democracia. Colombia mostró un gran mensaje, hay luz al final del túnel oscuro que representa la miseria socialista.
El llamado a la conciliación que se escuchó en el país pide encontrar puntos de acuerdo para estructurar reformas viables, negar espacio a la constituyente que quiere imponer la izquierda desde la mitomanía de Gustavo Francisco Petro Urrego. La envidia, el resentimiento y la amargura que representa su mandatario solo trae malas consecuencias. El constituyente primario se pronunció y demostró qué tanto se encuentra alineado con la ideología progresista. Los ciudadanos dejaron claro lo dañino que es el gobierno del cambio y todas sus pésimas iniciativas. El pueblo habló y mostró a los congresistas, de todos los partidos, que deben continuar ejerciendo su actividad de control, sin chantajes. Las calles dejaron de ser petristas, Colombia y su gente de bien, coherente, y de sentido común, está en total desacuerdo con su presidente.
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