Desprofesionalización y el problema de monetizar el conocimiento

quizás el establecer el funcionamiento social bajo una lógica de mercado, de ofertas y demandas, nos ha condenado a tener que vivir en un futuro en el que un médico será una rareza, pero en el que sin duda siempre habrá quien nos grabe y haga chistes mientras estamos muriendo.”


Las dinámicas que ofrece el mundo actual han cambiado completamente las reglas del juego, tanto del trabajo como de todo el proceso académico que deben atravesar los individuos si quieren llegar a ejercer un empleo que requiera de ciertos conocimientos especializados, si bien los ciclos que tenemos establecidos como sociedad siguen siendo los mismos que en antaño se llevaban a cabo y el proceso Escuela – Colegio – Universidad sigue vigente, es de vital importancia entrar a revisar las consecuencias que esto está generando en las personas y como el tránsito en este ciclo está creando individuos desorientados y poco aptos para un mundo actual totalmente ajeno a aquellas dinámicas del pasado.

Es evidente que el mundo funciona de manera muy distinta a aquellas épocas en las que, por mucho, era suficiente atravesar el proceso académico normal para obtener un ascenso en la escala social y tener ingresos suficientes para no solo mantener una vida digna, sino darse ciertos privilegios que los demás, como masa obrera, no podían darse, de allí que un médico graduado hace unos 50 años, si sus capacidades fisiológicas se lo permitieron, posiblemente haya ejercido o siga ejerciendo su profesión con cierta ventaja ante los demás.

La obtención de un título profesional era sin duda uno de los mayores logros en la vida de un individuo y los resultados de dicho esfuerzo se hacían notar inmediatamente se celebraba el grado, mucho más que decir de los que obtenían un posgrado, ahora bien, si llevamos esta situación a la actualidad podemos darnos cuenta, con asombro y un poco de desengaño, que aunque en la opinión social el título universitario sigue siendo relevante, en el mercado laboral las dinámicas ya no se adaptan totalmente a ello, generando el fenómeno tan arraigado de la hiperprofesionalziacion y su consecuente desprofesionalziación.

A pesar de que hay una brecha muy amplia aún en el acceso a la educación, la cantidad de profesionales graduados ha movido de alguna manera la dinámica laboral y el profesional ha pasado de ser un punto alto en la dinámica social, para ser una especie de obrero que, más allá de generar conocimiento, ha pasado a ser un elemento más de la cadena productiva del capital, lo que le deja muy mal parado frente a los nuevos fenómenos laborales que monetizan sus ejercicios de manera amplia.

Es allí donde entra la típica discusión de por qué un influencer o un cantante gana diez o más veces que un médico que, en su tarea cotidiana, tiene mucho más valor real en la funcionalidad social, agregando que, a mayor número de graduados, menos valorización en el mercado laboral y consecuentemente, menos deseo de profesionalización en las generaciones posteriores.

Funciona de tal manera la lógica natural que se ha establecido en nuestra sociedad, les decimos que deben ser profesionales, nos llenamos de profesionales, les pagamos mal, luego nadie quiere ser profesional, tenemos déficit de profesionales.

Se indica a los individuos que deben ser profesionales para, primero, alcanzar un estatus social, segundo, ascender en la escala económica, tercero, tener conocimientos que le son útiles a la funcionalidad social, el individuo entonces emprende este difícil camino de titulase, atravesando los 11 años académicos requeridos en Colombia para tener la educación básica y luego 5 o 6 años en una universidad, con pocas opciones para obtener ingresos, al graduarse se encuentra entonces que no hay muchas oportunidades laborales y que las pocas que hay le brindan un pago que seguramente pudo ganarse sin obtener un título, pero la pasión y el amor que tiene por lo que hace lo lleva a ejercer y vivir a duras penas.

La vida del profesional se normaliza y sus ingresos le permiten una vida austera, común, lo que decepciona al estudiante que apenas viene en el camino y que ve como ejemplo al influencer que, sin asistir a una universidad gana mucho más y tiene una vida de lujos y excentricidades, dejando de lado la universidad.

Nuestra sociedad, como diría Byun Chul Han, se ha establecido bajo una lógica del entretenimiento, el flujo de capital se ha abierto a canales más vanos y monetizar el conocimiento se ha vuelto una tarea casi imposible, quizás el establecer el funcionamiento social bajo una lógica de mercado, de ofertas y demandas, nos ha condenado a tener que vivir en un futuro en el que un médico será una rareza, pero en el que sin duda siempre habrá quien nos grabe y haga chistes mientras estamos muriendo.


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Filanderson Castro Bedoya

Psicólogo de la Universidad de Antioquia con énfasis en educación, formación empresarial y salud mental, educador National Geographic, escritor aficionado con interés en la historia, la política y la filosofía, amante de la música y la fotografía.

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