Pobre Gobierno. Pobre reforma. En una democracia liberal como la nuestra, (o que al menos lo intenta) donde el ciudadano es libre de escoger si vota o no vota, si participa o se abstiene, ahora quieren meterle más candela al fogón del descontento.
Ahora a la reforma de poderes se le inventaron otro embeleco, el voto obligatorio, que varios senadores de la unidad nacional defienden a ultranza, argumentando, tapando, encubriendo que esto legitimará mucho más la democracia como afirma Roy Barreras, siendo esto un argumento falaz, la democracia colombiana no se revive presionando con los fusiles, ni con la presión de las leyes. El colombiano que vota con fervor y compromiso lo hace siempre porque tiene vocación, el que no gusta y es apático no, quizá porque siente rencor porque sus necesidades no han sido resueltas, o porque ve a un grupo considerable de políticos sólo preocuparse por ellos cada que necesitan su voto, está asqueado de la deslealtad, de la mentira, del engaño. O simplemente cree como lo he escuchado de varios compatriotas que ellos no le solucionarán su vida, “si no trabajo no como, ellos no van a trabajar por mi” dicen.
El problema del abstencionismo que traen a debate los santistas es traído de los cabellos, parece más una estrategia de esas que comúnmente están mal hechas ordenada desde casa de Nariño, porque las excusas que se inventan para tapar sus marrullas son peores que sus mismas trampas. Esto parece señal de que el olor a ¡exprópiese! de Chávez y Fidel que viene de La Habana llegará pronto, quieren que les legitimemos el mal olor de esos acuerdos a plomo o a ley. Se esmeran en encontrarle la disculpa a éste desastre, modificar las leyes para legitimar acuerdos con los contertulios habaneros. ¡Qué belleza!, La justificación es malísima, empezando porque el abstencionismo en Colombia ha ido bajando a medida que ha pasado el tiempo, nuestros compatriotas han despertado mayor interés en éstas decisiones trascendentales. Después de las elecciones de 1998 la cantidad de colombianos que han asistido a las urnas ha ido en ascenso (Haciendo la salvedad que la población ha crecido a la par).
El mito santista se cae cuando analizamos lo que sucede en una democracia tradicional como la de los Estados Unidos, la cual en sus elecciones de 2012 donde fue reelegido Barack Obama el abstencionismo de los norteamericanos se ubicó en un 47,2%. Un porcentaje algo parecido al que registró la segunda vuelta en Colombia, es más, en un escenario igual, con Obama y Mitt Rottney, acá Santos y Óscar Iván. En nuestro país no salió a votar el 54% de la población apta para sufragar. Un porcentaje que aunque es preocupante debe estudiarse con otras estrategias antes de tomar una decisión tan seria y a la vez arbitraria y casi que de emergencia. No es conveniente aprobar el voto obligatorio en Colombia, cuando una de las democracias latinas más robustas y admirables como la chilena ya lo abolieron.
Ya uno comienza a pensar que este gobierno piensa con los pies (sino es que lo hace), con las muestras que da parece que en este segundo tiempo va a dar más tumbos y manazos que los que dio en el primero, dicen que ahorrarán 1 billón de pesos unificando los periodos de alcaldes y gobernadores (la feria de la politiquería, el horror del clientelismo), pero el voto obligatorio les costaría casi $800.000.000, aparte de no ahorrar el dinero que pomposamente anunciaban (el “como nunca antes” les faltó) ahora obligarían a todo el mundo a votar, anulando la opción democrática de abstenerse, coartando la libertad del inconforme y el indiferente. También sería un enredo terrible la cuestión de las sanciones, la localización del que no votó, que pesadilla. Este gobierno lo que no funciona no lo arregla, pero lo que medio anda lo destruye.
Es pertinente hacer un llamado para que reevalúen el semejante error que están cometiendo, en el sistema democrático que rige en Colombia y que a las FARC, a Fidel y a Nicolás (garantes de la negociación) no les gusta, el valor supremo es el de la libertad. Que debe comenzar por el derecho del ciudadano a abstenerse de participar en las elecciones democráticas como el derecho que tiene aquel que participa. Ya para concluir hay algo que me preocupa mucho de lo que salga de ésta reforma… ¿De dónde van a sacar ciertos políticos tanto tamal?, ya lo veremos.
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