De rodillas, pánico y humo

“En Colombia la costumbre es tragar entero todo lo que se nos está dando y esa falta de conciencia crítica por saber lo que se está haciendo, es la razón por la cual van 50 años de historia en los que hacen lo que quieren con nosotros, con nuestros recursos, con nuestras vidas, les encanta a los de arriba mantenernos brutos e indiferentes, nos controlan a punta de miedo”


“El Covid-19 tiene de rodillas al mundo entero” – Afirma la chica del noticiero de las doce con la voz dramática y apocalíptica de siempre. En pantalla aparecen escenas de un hospital, enfermos y médicos con equipos de protección, seguramente de nacionalidad francesa, española, italiana o quizás inglesa (furor en estos días por la nueva cepa). Los números de las estadísticas son casi indistinguibles, cada día crecen más y a tres meses de que se cumpla el año de este paseo que ha dado el monarca por el mundo entero, la sensación de que estamos próximos a un final fatídico, casi sacado de la ficción, no cesa. Si bien es cierto que las potencias científicas están dedicando sus totales esfuerzos en la distribución de una vacuna que ya está lista y aprobada, la esperanza no basta para un mundo que se ha vuelto incrédulo. Las noticias siguen siendo iguales, por lo menos en mi país, “Muertos, muertos, muertos”, “infectados”, “ciudades que cierran y nuevos toques de queda”. Sintonizar el boletín de noticias es un mal que pudre el alma, inyecta el pánico que nos deja sin alternativa. Casi 365 días de experiencia no han servido para dar cuenta de cuál es la mejor manera de informar, porque la situación va en debacle, el mundo no se pausa y la conciencia escasea.

El gobierno colombiano se ha esmerado en generar productos audiovisuales que recuerden todas las dinámicas que debemos tener los ciudadanos alrededor de la situación pandémica, todos bajo una metodología mediocre que ponen en duda su éxito y en evidencia el afán con el que seguramente se realizaron. La culpa sale a flote y la tragedia se instaura como un factor denominador: “Si sales vas a infectar a los que más quieres…”, acompañado de  imágenes de una familia cenando en una presunta celebración que termina con la muerte de la abuela.

En un año creo que a todos nos ha quedado claro de que el virus es sumamente contagioso y que puede acabar la vida de muchas personas, pero también hemos aprendido de que esa vida que está en riesgo tampoco no se puede detener y que en este caso, los adultos mayores, para su bienestar físico y emocional, también necesitan estar en contacto con sus seres más queridos. Los gobiernos locales hacen sus mayores esfuerzos para evitar las fiestas y reuniones, los toques de queda en la noche son el ejemplo claro del desespero por frenar las cadenas de contagio y conservar cierto número de camas en las UCI, y aun así, los colombianos nos seguimos reuniendo, basta ver las imágenes de las principales salidas de Medellín un día antes de las medidas de prevención o las redes sociales de nuestros allegados.

Existen sanciones, multas y hasta un presión en redes que condenan estos hechos, ¿Pero alguien habrá pensando en generar conciencia sobre el tema? Y crear conciencia sin prohibir, que al parecer es el único método que se conoce, ¿Por qué no se ven comerciales o información que ponga en evidencia y en conocimiento que este tipo de reuniones familiares se pueden llevar a cabo con altos estándares de bioseguridad? En los cortos publicitarios se le da más tiempo al performance de la tragedia que a la información de medidas como lavarse las manos, llevar el cubrebocas y evitar el contacto afectuoso. Por ejemplo, ¿Sabe usted cómo se debe de lavar las manos para evitar el virus?, no cuanto tiempo, sino cómo. ¿Y es consciente de que mantenerse hidratado es también otra vía para combatir la enfermedad?

La entrada a un centro comercial y otras zonas de esparcimiento está precedida por una toma de temperatura mediocre de la que ni siquiera el responsable está pendiente. Por todas partes hay antibacteriales que con el paso del tiempo quedan condenados al olvido. Salimos con tapabocas porque si no nos sancionan, rara vez nos preguntamos cual es la importancia del mismo, su uso, la lógica que tiene para combatir el virus. También dentro de estos programas publicitarios se repite una y otra vez: “Si presenta síntomas, informe a su entidad de salud”. Se hace el conducto regular y hay casi que arrodillarse para que respondan, son muy afortunados lo que han tenido una atención oportuna ante la leve sospecha, a los demás nos ha tocado hacer importantes inversiones en laboratorios particulares. ¿Si las cosas se salen de control en nuestras ciudades qué es lo que se debe de hacer? Salir a decir, con sentimentalismo y falta de criterio científico, que el virus evolucionó y hay una nueva cepa más mortal rondando por las calle, como si ya no fuera suficiente con la que ya está.

En Colombia la costumbre es tragar entero todo lo que se nos está dando y esa falta de conciencia crítica por saber lo que se está haciendo, es la razón por la cual van 50 años de historia en los que hacen lo que quieren con nosotros, con nuestros recursos, con nuestras vidas, les encanta a los de arriba mantenernos brutos e indiferentes, nos controlan a punta de miedo. El verdadero liderazgo por parte de nuestro líderes no debería limitarse únicamente a la implementación de medidas radicales en tiempos de crisis, el sueño de una vacuna que parece lejano no debería ser un tema para ganar aprobación en las redes sociales en vísperas de unas elecciones, lo que hace falta es más pedagogía, documentación y capacitación de la población que ahora no solo se encuentra dividida entre las nociones espaciales centro, derecha e izquierda, sino que también se ve condenada a balancearse entre el pánico, la fatalidad y la incredulidad.

El año nuevo empezó con un montón de promesas, tuvimos hasta la cordialidad de recibirlo en el calor de nuestro hogares, pero cada día que pasa da la sensación de un deja vu que ya estuvimos viviendo. Las cifras de salud mental son deplorables, la educación trata de dar sus mejores esfuerzos para retomar pero los padres se niegan rotundamente a un retorno a las aulas pero ni siquiera piensan dos veces a la hora de llevar de paseo a sus hijos o de shopping a algún centro comercial. Las prioridades que no son materiales siempre generan un desinterés y una desacreditación, se acumulan en el olvido como problemas que se oxidan, que no requieren de una solución. ¿Es realmente el Covid el que nos tiene de rodillas?

Sebastián Castro Zapata

Envigadeño de corazón, amante a la poesía y a la literatura. Le tengo miedo a los truenos y llevo una tormenta tatuada en mi brazo derecho. A veces me las doy de poeta y en la actualidad, estudiante de psicología en la Universidad Pontificia Bolivariana.

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