Márquez, Santrich y sus secuaces, tras el anuncio de abortar el proceso de paz de regresar al monte incurren en múltiples errores que van desde lo ideológico, lo militar hasta anular la legitimidad de su causa. Olvidan que el acuerdo no solo es con el Gobierno, a quien declaran haber traicionado lo pactado sino con la sociedad. La verdadera responsabilidad histórica del juicio a las Farc no pasa por los estrados judiciales sino por la capacidad que tenga la sociedad para aceptar la transición del fusil a la ciudadanía. En la capacidad de tolerar que el otrora asesino hoy sea un actor que puede andar sin capucha ni fusil porque va de camino por el barrio rumbo a su trabajo. Ahí está la esencia de la paz Más allá de un acuerdo escrito, una condición constitucional o una exigencia de la comunidad internacional. Y eso es precisamente lo que han estropeado de manera descomunal e irresponsable. Los re-armados no entienden que no son voceros del pueblo. Que el pueblo no se siente representado ni en sus palabras ni en sus actos. Sus banderas revolucionarias están desgastadas y viciadas por los excesos del narcotráfico y las violaciones sistemáticas al DIH y al DIDH. Sin la cobija transicional ni el estatus de beligerancia, lo que ha producido el anuncio de la ruptura a las negociaciones por parte de esta insignificante minoría, es atizar el ciclo electoral en favor del uribismo. Es catapultar el discurso político del escepticismo con una incidencia nominal a menos de dos meses de comicios locales. Este anuncio de retomar las armas, que representa una desazón ciudadana y un impulso electoral al uribismo es una oportunidad de oro para que Iván Duque deje de fungir como secretario ejecutivo del partido que lo llevó hasta la Presidencia y haga lo que su condición de Jefe de Estado le demanda. Tiene a sus pies el escenario perfecto para delimitar la línea que separa a los hombres con voluntad de paz de los saboteadores. Es necesario asegurar los presupuestos de implementación del acuerdo, porque el anuncio militar de una disidencia moviliza los vientos electorales pero sabotear la paz derivada de la tibia actuación estatal es una fatalidad que la sociedad no merece ni puede permitirse.
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Del autor
John Fernando Restrepo Tamayo
Abogado y politólogo. Magíster en filosofía y Doctor en derecho.
Profesor de derecho constitucional en la Universidad del Valle.
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