De Nietzsche a Freud, de Freud a Nietzsche

 «Se puede situar a Freud como heredero de Nietzsche».

Élisabeth Roudinesco

El presente artículo lo he elaborado desde hace mucho tiempo, siempre con una insatisfacción por no encontrar un reconocimiento definitivo –y no esquivo- de Freud respecto de la vida y obra de Nietzsche.

En una entrevista poco conocida, que le concedió Freud en 1926 a George Sylvester Viereck, descubrí la frase decisiva expresada por Freud, la que yo quería leer y la que cierra perfectamente el círculo Nietzsche-Freud-Nietzsche. 

Esta entrevista de Sylvester Viereck a Freud ha sido puesta en duda por algunas publicaciones posteriores, pero, en el artículo de Freud: «Una vivencia religiosa», el mismo Freud admite que sí concedió tal entrevista y Ernest Jones expresó que la entrevista tuvo lugar en junio de 1926. [1]

Mi artículo lo he mejorado, no presumo de haber descubierto algo desconocido, no hay tal; tan solo quiero compartir el proceso y el hallazgo de una lectura-escritura que quizá le pueda servir a unos nuevos lectores sobre la afinidad entre estos dos titanes del pensamiento sobre lo humano.

Friedrich Nietzsche sentenció el advenimiento de un nuevo hombre, y Sigmund Freud demostró que aquello era posible.

Friedrich Nietzsche en su libro La ciencia jovial expresó: “Sigo esperando a un médico filósofo, en el sentido excepcional de la palabra —un médico que se dedique al problema la salud total de un pueblo, del tiempo, de la raza, de la humanidad— que tenga alguna vez el coraje de llevar mis sospecha hasta el final.”[2] En el año 1900, cuando Nietzsche moría, un hombre llamado Sigmund Freud, estaba publicando un controvertido libro: la interpretación de los sueños; este hombre, sin lugar a dudas, sería el médico filósofo que esperaba Nietzsche.

Pero Freud nunca quiso ser un discípulo de Nietzsche, así reconociera la increíble afinidad entre sus obras. Freud eligió la independencia y se volvió un creador, un genio singular. Freud no era Nietzsche, Freud era Freud, he ahí, entre muchas cosas, su gran valor, su coraje.

Al respecto de Nietzsche, Freud dijo contundentemente: “Me rehusé el elevado goce de las obras de Nietzsche con esta motivación conciente: no quise que representación-expectativa de ninguna clase viniese a estorbarme en la elaboración de las impresiones psicoanalíticas. Por ello, debía estar dispuesto -y lo estoy, de buena gana- a resignar cualquier pretensión de prioridad en aquellos frecuentes casos en que la laboriosa investigación psicoanalítica no puede más que corroborar las intelecciones obtenidas por los filósofos intuitivamente.”[3] “He leído a Schopenhauer tarde en mi vida. En cuanto a Nietzsche, el otro filósofo cuyas intuiciones e intelecciones coinciden a menudo de la manera más asombrosa con los resultados que el psicoanálisis logró con trabajo, lo he rehuido durante mucho tiempo por eso mismo; me importa mucho menos la prioridad que conservar mi posición imparcial.”[4]

Esta renuencia al “elevado goce de las obras de Nietzsche” deja entrever que entre las obras de estos dos hombres existía una afinidad tan asombrosa, que un espíritu tan libre como el de Freud, se vio precisado a contener.

Peter Gay, biógrafo de Freud, nos detalla más esta extraña situación: “Friedrich Nietzsche. Freud lo había leído cuando era un joven estudiante, y gastó una buena cantidad de dinero en sus obras completas a principios del 1900, año de la muerte de Nietzsche. Según le dijo a su amigo Fliess, esperaba «encontrar las palabras para lo mucho que sigue mudo en mí». Pero la actitud de Freud, con respecto a los textos de Nietzsche era que debían resistirse antes que estudiarse. Es sintomático que después de comunicar la compra de sus obras, de inmediato añade que todavía no las ha abierto. «Por el momento estoy demasiado indolente.» Como principal motivo de ese tipo de maniobra defensiva, Freud adujo su resistencia a dejarse distraer de su sobrio trabajo por «un exceso de interés»; prefería la información clínica que podría recoger durante un análisis a las intuiciones explosivas de un pensador que, a su manera personal había anticipado algunas de las más radicales conjeturas Freudianas.”[5]

Más contundente aún, el fragmento de una carta de un Freud ya viejo (tenía 75 años) a Lothar Bickel en 1931, que nos muestra Peter Gay en una nota al pie de página: “He rechazado el estudio de Nietzsche aunque en él iba a encontrar intuiciones muy similares a las psicoanalíticas.”[6]

Freud se distanció de las especulaciones filosóficas, para dar un sustento científico a sus investigaciones sobre el alma humana, y desde entonces, centenares de teóricos han discutido si el psicoanálisis es una ciencia, una pseudociencia u otro discurso filosófico más. En mi modesta opinión, el psicoanálisis es la unión de la ciencia y la filosofía en ese mundo moderno en que las ciencias humanas y las ciencias naturales, cada vez se distanciaban más. Pero mi intención en este momento no es abordar el problema del estatus del psicoanálisis. Lo que quiero señalar, es que Freud, a pesar de rehusarse a concebirse como filósofo, siguió teniendo siempre intereses filosóficos. Vuelvo a la biografía de Peter Gay:

“A los cuarenta años, [Freud] recodando su juventud, le dijo a Fliess en 1896: «No tenía más anhelo que el de la comprensión filosófica, y ahora estoy en vías de satisfacerlo, al dirigirme desde la medicina hacia la psicología». Compartía los sentimientos de su amigo de Berlín, que parecía estar yendo en la misma dirección. En una reflexiva carta de Año Nuevo, escrita el 1 de enero de 1896, Freud le manifestó: «Veo que tú, dedicándote a la medicina como rodeo, estás alcanzando tu primer ideal, comprender a los seres humanos como fisiólogo, así como yo debo alimentar la esperanza de alcanzar mi meta original, la filosofía». Por enérgico que fuera el desdén que le inspiraban la mayoría de los filósofos y sus fútiles juegos de palabras, él mismo persiguió sus propias metas filosóficas durante toda la vida. Esta falta de coherencia es más aparente que real. Freud le daba a la «filosofía» un significado especial. A la manera de la Ilustración, consideraba que el filosofar de los metafísicos sólo conducía a las abstracciones inútiles. Se sentía igualmente hostil a los filósofos para los que la mente era sólo conciencia. Su filosofía era empirismo científico encarnado en una teoría científica de la mente.”[7]

De igual forma, una anotación más de su biógrafo que resulta muy significativa: “Cuando quería, Freud, el positivista y convencido antimetafísico, no vacilaba en citar a un filósofo como antepasado intelectual.”[8]

No solamente pueden encontrarse algunas coincidencias entre la obra de Nietzsche y el psicoanálisis, sino que podría demostrase que el propósito esencial de Nietzsche, de crear un nuevo hombre, que pueda aniquilar la concepción moral cristiana de la existencia y que instituya una transvaloración de todos los valores, encuentra una realización concreta en una nueva filosofía que puede derivarse del psicoanálisis.

El 2 de diciembre de 1930, Arnold Zweig le escribió a Sigmund Freud lo siguiente:

“[…] Mis pensamientos siempre vuelven a tropezar con el tema de un ensayo que debería escribir acerca de la relación que existe entre usted y Nietzsche, en cuanto tenga tiempo para ello. Lo que yo saco en limpio de esta relación, es que usted ha hecho todo lo que Nietzsche sentía intuitivamente como deber, sin lograr, no obstante, hacerlo realidad con el mismo idealismo poético que Nietzsche alumbraba con su inspiración genial. El trató de dar forma al nacimiento de la tragedia, usted lo hizo en Totem und Tabu; él ansiaba un más allá del bien y del mal, usted ha revelado a través del análisis un reino al que, por lo pronto, esta frase se puede muy bien aplicar. El análisis ha revaluado para sí todos los valores, ha sabido superar el cristianismo, ha dado forma al verdadero Anticristo y ha liberado el genio de la vida ascendente del ideal ascético.

Ha reducido la voluntad de poder a aquello que es su verdadero fundamento, y es más; en cuanto a las cuestiones particulares acerca del origen idiomático de los conceptos morales, que tanto preocupaban a Nietzsche, el análisis ha planteado y resuelto el problema mucho más amplio e importante que reside en el hablar y pronunciar, en la asociación de ideas y en la comunicación. El espíritu logicista que él ha rechazaba por socrático, ha sido aislado en su condicionalidad y en su limitación respecto de los reinos conscientes, de un modo mucho más agudo y contundente por usted. Y gracias al hecho de ser naturalista y, además, un psicólogo que avanza paso a paso, usted logró lo que Nietzsche hubiera querido realizar: la descripción científica y la explicación inteligible del espíritu humano; y por encima de ello, ya que usted es médico, pudo crear y aplicar un método para tomarlo regulable y también creo y enseño el modo de curarlo.

Pienso también, que una gran cantidad de observaciones aisladas que conciernen a Freud como escritor, muestran puentes que se tienden hacia Nietzsche y que la intrepidez de este Nietzsche que “filosofa con el martillo” es superada ampliamente por aquella otra que buscó y reveló lo órfico y dionisíaco de Nietzsche en un sentido elemental y concreto, tal como actúa aún hoy dentro de cada uno de nosotros.

Lamentablemente me es imposible, por lo menos por ahora, escribir este trabajo, ya que en este momento y durante los años más próximos me está vedado el dominio del material correspondiente. Lo cual no deja de ser una lástima, ya que seguramente el mundo aguzaría su oído respondiendo a esa manía de ordenamiento que en este momento padece y sólo puede comprender lo que puede clasificar. Lo maravilloso sería que usted se dedicara ahora a la “verdadera voluntad de poder”, es decir, a la voluntad de poder de los políticos dentro de la lucha social y lo expusiera en uno de sus libritos amarillos, a través de un examen que parta desde su claridad de conciencia ideológica hasta llegar a sus estratos más profundos. Entonces se habría cerrado el círculo de la relación Freud-Nietzsche. Si usted sabe de alguien que esté en condiciones de escribir bien, es decir, con hondura y fácil dominio del material, este tema que aquí he bosquejado, con mucho gusto me declaro dispuesto a facilitarle estos primeros toques.”[9]

Y el 7 de diciembre de 1930 Sigmund Freud le contestó:

“[…] Ese libro amarillo que usted espera de algún modo que yo escriba, no me es posible escribir. Sé demasiado poco acerca de las ansias de poder de los hombres, ya que he vivido siempre como un teórico. Y también me asombro cada vez que compruebo hasta qué punto las corrientes de los últimos años han logrado arrástrame hasta lo actual, lo moderno.

[…] Ese [ensayo] que trataría sobre la relación entre los efectos de Nietzsche y los míos, debe usted escribirlo, para ello no es preciso que yo llegue a leerlo. Escríbalo cuando yo ya no esté y los recuerdos de mí lo invadan. No es posible que usted ponga en manos de otro el material de ideas que sobre el tema posee. Además, ¿a quién? Yo no conozco a nadie.”[10]

En la sección primera de la obra Más allá del bien y del mal, Nietzsche concluye lo siguiente:

 

La psicología entera ha estado pendiendo hasta ahora de prejuicios y temores morales: no ha osado descender a la profundidad. […] Una fisio-psicología auténtica se ve obligada a luchar con resistencias inconscientes que habitan en el corazón del investigador, ella tiene contra sí «el corazón[…] Nunca antes se ha abierto un mundo más profundo de conocimiento a viajeros y aventureros temerarios: y al psicólogo que de este modo «realiza sacrificios» – no es el sacrifizio dell’ intelletto [sacrificio del entendimiento], ¡al contrario!, – le será lícito aspirar al menos a que la psicología vuelva a ser reconocida como señora de las ciencias, para cuyo servicio y preparación existen todas las otras ciencias. Pues a partir de ahora vuelve a ser la psicología el camino que conduce a los problemas fundamentales.”[11]

¿A alguien que conozca suficientemente el psicoanálisis le queda alguna duda de que Sigmund Freud sería el médico filósofo que esperaba Friedrich Nietzsche?

El descubrimiento freudiano del inconsciente es el hallazgo y el momento más afortunado que Nietzsche hubiera esperado de los nuevos filósofos, aquellos, que él estaba convencido, habrían de llegar después de su obra.

Sigmund Freud, por su parte, también señaló, en algún momento, que su obra le daría un nuevo rumbo a la filosofía:

“Cada vez estoy más convencido del valor cultural del psicoanálisis y deseo que una persona brillante extraiga de él las consecuencia pertinentes para la filosofía y la sociedad.”[12]

A pesar de su recelo para ser relacionado con el discurso filosófico, Freud volvía a situar al psicoanálisis, también como un gran aporte a la filosofía. ¿A la filosofía de Nietzsche?

Como lo mencioné al inicio, todo este rodeo, queda saldado con una expresión que realizó Freud en una entrevista en 1926 a George Sylvester Viereck, donde dijo lo siguiente:

“También recibí mucho de la literatura y la filosofía. Nietzsche fue uno de los primeros psicoanalistas. Es sorprendente ver hasta qué punto su intuición preanuncia las novedades descubiertas. Ninguno se percató más profundamente de los motivos duales de la conducta humana, y de la insistencia del principio del placer en predominar indefinidamente que él. El Zaratustra dice: «El dolor grita: ¡Va! Pero el placer quiere eternidad Pura, profundamente eternidad»”[13].

Creo por fin, que con este comentario Freud le hizo justicia a Nietzsche, en primer lugar porque cita la canción de Zaratustra que tanto amaba Nietzsche, y en segundo lugar porque dice sin reparos acá el mejor elogio, que el creador del psicoanálisis le pudiera hacer a alguien:

 

Nietzsche fue uno de los primeros psicoanalistas”.  Freud.

 

 

También por fin, este artículo se puede terminar, he quedado satisfecho. 

 

 

Frank David Bedoya Muñoz

Última versión 2020

 

 

[1] Sigmund Freud, Obras Completas, Amorrortu Editores, Tomo XXI, 1979, p. 163.

[2] Friedrich Nietzsche, La ciencia jovial, Editorial Gredos, Madrid, 2009, p. 560.

 

[3] Sigmund Freud, Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico, Sigmund Freud Obras completas Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1976, Tomo XIV, p. 15.

 

[4] Sigmund Freud, Presentación autobiográfica, Sigmund Freud Obras completasAmorrortu Editores, Buenos Aires, 1976, Ibíd., Tomo XX, p. 56.

 

[5] Peter Gay, Freud, una vida de nuestro tiempo, Paidós, Barcelona, 1990, p. 70.

 

[6] Ibíd., p. 71.

 

[7] Ibíd., p. 149.

 

[8] Ibíd., p. 182.

 

[9] Correspondencia Freud-Zweig, edición castellana de Gedisa, 1. ª Edición, Barcelona, 1980, p. 33

 

[10] Ibíd., p. 35.

 

[11] Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal, Alianza Editorial, Madrid, 2.000, p. 48.

 

[12] Sigmund Freud. Citado en: Peter Gay, Freud, una vida de nuestro tiempo, Paidós, Barcelona, 1990, p. 353.

 

[13] https://marioelkin.com/blogentrevista-sigmund-freud-por-george-syylvester-en-el-ano-1926-el-valor-de-la-vida/

Frank David Bedoya Muñoz

Frank David Bedoya Muñoz (Medellín, 1978) es historiador de la Universidad Nacional de Colombia y fundador de la Escuela Zaratustra. Fue formador político en la Empresa Socialista de Riego Río Tiznado en la República Bolivariana de Venezuela. Ha publicado “1815: Bolívar le escribe a Suramérica”, “Relatos de un intelectual malogrado” y “En lo alto de un barranco hay un caminito”, libro que reúne cinco relatos, un ensayo y dos conferencias sobre la vida y obra del Libertador Simón Bolívar. Actualmente es asesor en el Congreso de Colombia.

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