De Macondo a Liberland

Este es un país donde dos mojarras y cuatro cervezas le pueden costar más de 2.5 millones”.


Nuestro nobel Gabriel García Márquez es uno de los máximos exponentes del realismo mágico, ese movimiento literario que muestra lo extraño o increíble como ordinario. Hay cosas que pasan en Colombia que para un extranjero serían imposibles de creer pero que son reales. Hay voces que con ironía se atreven a decir que Gabo realmente no inventó escenarios, historias ni personajes, que simplemente fue un gran observador de la realidad del país para retratar lo absurdo de nuestra sociedad.

Este es un país donde dos mojarras y cuatro cervezas le pueden costar más de 2.5 millones de pesos, como le sucedió hace unos meses a unos turistas ecuatorianos en Cartagena, cuando el precio normal ronda los 70 mil pesos; aquí en la playa se le arriman a ofrecerle una prueba de masaje gratis y luego le terminan cobrando el masaje completo que nunca pidió. Aquí, a punta de cuentos lo estafan sin la necesidad de sacarle un arma, con la vieja frase, pero todavía eficiente “usted se nos parece a alguien que le hizo un daño al patrón”. Colombia es un país de gente ingeniosa, creativa, absurda. Aquí de todo puede pasar.

Tenemos guías turísticos que, con gran facilidad de expresión, como los hay en Jericó, entre ficción y realidad, cautivan a los turistas con historias como que en este municipio del Suroeste de Antioquia nacieron empresas como Postobón (nació en Medellín), Bavaria (nació en Bogotá) o que está asentada la Drummond (cuando en realidad tiene operación de carbón en el departamento del Cesar) y que este pueblo, como ningún otro en Colombia, tuvo banco propio respaldado en oro inglés. Los turistas, sin el más mínimo cuestionamiento, escuchan asombrados.

Y en la política sí que vivimos el realismo mágico, los que no están en el poder protestan y convocan a marchas en contra de iniciativas del gobierno, que cuando son el poder, las quieren implementar como la reforma tributaria y el aumento en los precios del combustible; pero también por lo caricaturesco de algunos de sus representantes, como le sucedió esta semana al alcalde de Manizales Carlos Mario Marín quien anunció muy sonriente la firma de un convenio con la “ciudad-estado” de Liberland, para otorgar 5 mil cupos a personas de la ciudad que quieran estudiar inglés (ver). La noticia sería positiva para Manizales si Liberland fuera un estado reconocido, que tuviera ciudadanos, infraestructura y organización social, pero en realidad no lo habita nadie.

Más allá de lo anecdótico de que el alcalde de Manizales firme un acuerdo con un estado inexistente con bombos y platillos también queda en evidencia su desconocimiento en asuntos diplomáticos. En Colombia, las relaciones diplomáticas las lidera el gobierno nacional en cabeza del Ministerio de Relaciones Exteriores y no los alcaldes ni gobernadores. También le pasó factura, tal vez por la euforia, una precisión histórica. Al final de su conversación con Ray Thompson, representante de Liberland, el alcalde le dice: “Bonita historia de vida la que me contaste. Randy joven fue miembro del ejército de los Estados Unidos en la guerra de Vietnam. Tuvo un accidente que le dejó una complejidad, pero hoy viene a traerle a los jóvenes muchas oportunidades” (ver). Esa historia sonaría muy bien de no ser porque Ray no tiene más de los 50 años y la Guerra de Vietnam inició en 1955 (hace 67 años) y terminó en 1975 (hace 47 años). Físicamente no pudo participar de este conflicto.

Colombia, un país donde el realismo mágico es más real que mágico y donde seguramente Gabriel García Márquez, en casos como el de Liberland, seguiría hallando oro en polvo para plasmar sus historias.


Otras columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/joche0916/

José María Dávila Román

Comunicador Social - Periodista de la UPB con Maestría en Gerencia para la Innovación Social y el Desarrollo Local de la Universidad Eafit. Creo que para dejar huella hay que tener pasión por lo que se hace y un propósito claro de por qué y para qué, hacemos lo que hacemos. Mi propósito es hacer historia desde donde esté, para construir un mundo mejor y dejar un legado de esperanza y optimismo para los que vienen detrás. Soy orgullosamente jericoano.

Nota al pie: El columnista tiene o ha tenido vinculación laboral con la minera AngloGold Ashanti. 

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