Las pasadas elecciones presidenciales en Colombia dejaron la certeza de que con un uso monumental y estratégico de redes sociales se puede llegar hasta segunda vuelta. Sin asistir a debates; sin propuesta formal de gobierno; sin sensatez ciudadana. Solo con dinero para invadir Tik-Tok de frases jocosas e insultos quedó resuelta una campaña presidencial vacía, irrespetuosa y carente de argumentos. Un macho alfa muy rico, vital y deslenguado lanzando puñetazos e insultos en todas las plataformas. Hay que reconocer que fue una estrategia exitosa porque dio muchos votos, pero es una expresión que ha dañado, quizás para siempre, la forma de hacer política. Y debe corregirse. “El fin justifica los medios” no puede ser un himno de campaña.
Esta corrección es posible pero compleja, porque solo puede hacerla la ciudadanía. Los candidatos tienen dinero, pero el verdadero dueño de los votos es el pueblo. Los votos transitan en los ciudadanos en ejercicio que advertimos con sorpresa como la recta final de estas campañas territoriales carece de argumentos y de propuestas. Esta zona se desfonda en un caos vial, de movilidad y de respeto por las reglas básicas de circulación. La ahoga la inseguridad, la falta de institucionalidad y la versión de ciudad como destino paradisiaco para disfrutar de drogas y damas de compañía. Hay problemas estructurales que deben atenderse con urgencia, así como logros que deben continuarse. Porque las políticas de ciudad no son del gobernante de turno ni de los candidatos, son de la población. Más allá de su intención de voto o sus banderas políticas.
Me resulta frustrante que el discurso político exitoso irradie odio y violencia simbólica a sol y agua. Que las frases que mejor elevan la intención de voto, en las encuestas que ellos mismos financian, sean aquellas que no se ocupan de pensar como gobernar en pro de la población y con quién hacerlo sino en elevar las ofensas contra los contradictores del partidor electoral. A los candidatos actuales hace falta recordarles que el país nada gana con esta polarización absurda que padecemos por culpa de la vanidad y de los trinos de nuestros dirigentes digitales y de balcón.
Urge replantear esta forma mediocre de dirigirse al electorado a gran parte de tantos candidaticos actuales. Inflados por las redes sociales, la maquinaria política tradicional y la locuacidad mediática de quien figura como un macho alfa y un puñetero. Esta forma de inundar la ciudad con mensajes de guerra es innecesaria y debe significar el inicio de un despertar ciudadano que exija de sus candidatos y dirigentes más compromiso con las ideas de gobierno y respeto por los interlocutores. Esta sociedad necesita dirigentes de verdad y no voceros, de estrategas mediáticos, que desde las redes sociales gobiernan para sí mismos.
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John Fernando Restrepo [email protected]
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