Somos una sociedad de enormes contradicciones. Hay niños que mueren de hambre; personas que mueren por culpa de un sistema de salud ineficiente, y otras, en las vías por imprudencia e indebida educación vial. Sin embargo, hay algunos a quienes los conmueve el maltrato o el encierro que soportan los animales. Tanto, que se toman las calles, la redes y los medios para elevar la voz en nombre de ellos y exigir acciones concretas en defensa de su vida. Hay muchas razones para marchar porque las cosas no van bien. Algunos marchan en defensa de los animales y exigen respeto por sus derechos. Extraño que esa fuerza, esa creatividad y ese liderazgo en favor de los animales no se use para exigir más transparencia financiera en las campañas políticas; reclamar un mejor sistema educativo; más oportunidades de trabajo; mejor aire y mejor movilidad. Estas manifestaciones me hacen pensar varias cosas: (i) es una lástima que lo público tenga tan pocos dolientes; (ii) ojalá lo público tuviera unos defensores tan entusiastas y creativos como los defensores de los animales y sus derechos; (iii) ojalá lo público tuviera el impacto y la presión mediática que logran los defensores de animales para atravesarse de forma contundente en el perfeccionamiento de contratos que puedan dar lugar a la realización de corridas de toros o cabalgatas y, (iv) ojalá los defensores de animales no dejen de alzar su voz, tomarse las calles e inundar redes sociales de sus proyectos y sus luchas. Porque de lo público habremos de ocuparnos todos, pero tener la valentía de alzar la voz por quien no la tiene es un acto de sensibilidad tan alto, que no solo asegura algunos derechos para los animales sino que nos recuerda, que en medio de la guerra y las contradicciones en las que vivimos, el respeto por lo otro todavía es posible.
Le podría interesar
Del autor
John Fernando Restrepo Tamayo
Abogado y politólogo. Magíster en filosofía y Doctor en derecho.
Profesor de derecho constitucional en la Universidad del Valle.