Cuando renuncié a mí mismo – Parte 1

El presente artículo tiene como objetivo compartir una experiencia personal y en ningún momento pretende generalizar las circunstancias que nos llevan a buscar ayuda. Al contrario, espero sirva de inspiración para quienes están pasando por alguna difícil situación para que independiente de las circunstancias particulares reconozcan que existen alternativas y personas dispuestas a ayudar. Nadie está en este camino para cargar a solas su cruz y todos en algún momento necesitamos alzar la mano y pedir apoyo.

Por muchos años mis alas fueron una carga, mi espalda era el descansadero gratuito para los problemas de los demás y día a día renunciaba a mí mismo a pesar de verme al espejo y sonreír para disimularlo.

Me escondía detrás de pequeños actos inconscientes. Uno tras otro como el agua que perfora la roca, no por su fuerza sino por su persistencia, estos actos aportaron y abrieron camino para el desarrollo de hábitos nocivos. Por ejemplo, la procrastinación reinaba en mi vida, así como la adicción a lo carnal, a la pornografía y a lo sexual. También estaba el incumplimiento hacía los demás y conmigo mismo que se fue normalizando de tal manera que era algo característico de mí.

Sumado a lo anterior, mis relaciones eran líquidas como diría Bauman. Buscaba generar vínculos frágiles, porque no quería ceder ni tampoco asumir responsabilidad, ansiaba el menor compromiso posible y aplique esta directriz a muchas personas durante mi adolescencia y vida universitaria. Me había convertido en un tacaño afectivo y en ese camino dejé atrás promesas rotas y compromisos inconclusos ahora reflexiono y me pregunto ¿Cuánto daño me he causado? ¿Cuánto daño habré causado a los demás?

Me dediqué por muchos años a renunciar a mí mismo, a mi masculinidad en términos sicológicos. A apropiarme de mis obligaciones y cumplir con mis compromisos, comenzando por aquellos que me imponía a mí mismo. Fui consciente sólo ante un hecho que desencadenó una crisis que apenas hasta ahora he comenzado a enfrentar.

A veces necesitamos de algún acto o alguna persona que aparece en nuestras vidas y nos ayudan a sacudirnos del letargo en el cual nos podemos encontrar. Por eso contrario a maldecir aquella aparición, hay que apreciarla y verla como una oportunidad para hacer un alto en el camino, reflexionar, aceptar y redefinir cualesquiera que sea la circunstancia que te impide continuar para que en vez de ser una piedra en el camino, se convierta en una fuente de inspiración para continuar por el breve camino que llamamos vida.

Santiago Zapata Serna

Soy un curioso innato, apasionado por la lectura y en general los temas financieros y de economía en general. Me encanta una buena conversación y de vez en cuando escribir sin tinta lo que se me viene a la mente.

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