La identidad colombiana a tratado de ser definida desde diferentes miradas, una de esas ha sido el conflicto armado. Las desmovilizadas Farc, solían educar a quienes hacían parte de ellas. Revisando el contenido de la llamada “cartilla fariana”, me pregunto: ¿qué es eso que nos distingue de esas personas que sufrieron y vivieron un conflicto por cincuenta años, quizá sin saber porque estaban allí? ¿Qué es eso que nos hace pensar que somos los faros de lo bueno y el ejemplo a seguir? ¿qué nos hace creer que somos la identidad perfecta? La sociedad colombiana, como ninguna otra, siempre está más preocupada por dibujar un ideal de lo que es, así no se sepa. ¿Eso qué significa?, que responder a lo que significa ser colombiano se vuelve algo complejo, porque tenemos más claro qué es lo que no nos representa que lo que nos define. Pensar en la identidad colombiana es difícil, porque no es algo que sea fácil de describir y mucho menos luego de saber y ver que estamos metidos en múltiples conflictos que nos han hecho matarnos los unos a los otros sin una justificación que sea aceptable. Sabemos que no todo el que decide estar en la fila de cualquier grupo al margen de la ley es porque así lo decide. Lo obvio ha sido que muchos de ellos han sido obligados a estar allí y defender una causa de unos diferentes que les señalan, y que en función de ello se transcurre la vida (si eso puede llamarse vida). Es muy cuestionable leer que en la cartilla decía la siguiente frase: “Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (Farc-EP), están integradas por el pueblo, algunos tienen unos rudimentos básicos, otros un poco más avanzados y, a decir verdad, una gran cantidad son analfabetas. Las Farc son una gran escuela, acá en nuestras filas es una obligación estudiar”. Puedo afirmar que esas personas que creemos diferentes, lo raro, lo dañino, lo que es malo, se preocupan más por al menos enseñar a escribir y leer a quienes están en su contexto. Ellos, al contrario de nuestro Estado, al menos hacen algo por que la gente transite unos caminos. Que pueden ser cuestionables, pero son distintos. El Estado colombiano es un Estado incapaz de garantizar unos mínimos para que su población viva medianamente bien, y es por eso que en muchos casos los jóvenes y la población en general decide actuar en caminos distintos que les garantice la vivienda, la educación, la salud y otras cosas que deberían tener pero que no tienen.
Esta semana hablamos de lo que pasó con el joven que tenían en cautiverio y fue liberado, que su forma de reaccionar se volvió una burla, pero que, a su vez, genera grandes cuestionamientos; es decir, sino nos cuestiona que alguien se sienta mejor tratado estando con quienes consideramos malos, nos debe dar un mensaje, saber que el ejercito todo lo justifica bajo el lema de “manzanas podridas”, y nada pasa y se sigue maltratando a todo aquel que enfilan para servir a la patria. Eso es algo que no nos puede dejar tranquilos. Es algo que nos debe preocupar, que nos está diciendo que tenemos una fragmentación gigante en nuestra sociedad, y pensamos que todo pasa por algo sin darnos cuenta y que justificamos lo que no puede ser justificado. La identidad no puede justificarse de esa manera, porque es así como hemos visto que muchas de las peores tragedias de la humanidad se terminan validando. Ya sabemos que pasó en la Alemania nazi, y sabemos también que nos vendieron una seguridad democrática que destrozó vil y cruelmente la vida de 6.402 jóvenes, que lo único que buscaban era una oportunidad para mejorar su vida.
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