“La invitación es a tener conciencia de lo que se le está pidiendo al corrector y no menospreciar la complejidad de la tarea que debe realizar”.
Creo que todas las personas que alguna vez hemos corregido un texto nos hemos enfrentado a clientes que han subvalorado nuestro trabajo. Piensan que revisar la ortografía, la sintaxis y adecuar un documento a ciertas normas de citación es una labor que no comporta mayor complejidad. Sin embargo, la realidad es bien distinta.
Hace unos días recibí la llamada de un cliente pidiéndome que revisara 700 páginas en tres horas. Le dije que era una tarea que me implicaría un gasto de energía importante y un trabajo en tiempo récord, por lo cual el valor de cada página revisada se incrementaría. Además, con la salvedad de que seguramente la calidad no sería la mejor. Se molestó porque pensaba que su solicitud no era difícil de lograr. Necesitaba ‘simplemente’ crear la tabla de contenido del documento, hacer la jerarquización de los títulos y los subtítulos y numerar las tablas y figuras que hubiera dentro del texto. No era necesario revisar ni la ortografía ni la sintaxis y mucho menos la bibliografía. Según esta descripción, para cualquier persona que no conociera del tema, el trabajo era fácil y rápido de hacer. No obstante, para quienes a diario nos enfrentamos a este tipo de solicitudes la historia es distinta. A continuación explicaré en detalle esto.
Empezaré por la jerarquización de los títulos. Esto significa asignarle un nivel, bien sea negrita, cursivas o fuente más grande, a los títulos de cada capítulo; luego a los subtítulos que se encuentren dentro de cada uno de éstos y, a su vez, darle otro nivel a los subtítulos que hagan parte de esos apartados. Para ello, no basta simplemente fijar la vista en esos puntos en los que aparecen los títulos, sino que se necesita comprender el texto en su conjunto para determinar esos niveles. Puede suceder que el autor del documento no haya asignado de manera adecuada los estilos de los títulos y subtítulos y el corrector tenga que modificarlos. Por eso, es necesario leer y entender el orden del texto. De esta manera, se pueden asignar adecuadamente los estilos para evitar errores. Se entenderá que leer 700 páginas en tres horas ya es una labor titánica y sumarle prestar atención a estos detalles resulta aún más complejo.
Enseguida, el tema de numerar las figuras y las tablas pareciera que no tuviera mayor dificultad. Bastaría con ir rápidamente buscando, página por página, los momentos en los que estos elementos aparecen y llevar una cuenta acumulativa. Sin embargo, una de las normas que se le pide a los documentos para que puedan ser legibles es darle al lector la información necesaria dentro del texto para que él pueda ubicar fácilmente la imagen a la cual se está haciendo referencia. Es decir, no basta con poner Figura 1 o Tabla 5, dentro del cuerpo del texto se debe nombrar el elemento para ubicar al lector. De nuevo, insertar una frase o un paréntesis con el número de la tabla o la figura también lleva un tiempo considerable de digitación.
Quizás el punto menos demorado sea la creación de la tabla de contenido porque los procesadores de texto traen la opción incorporada de generarla automáticamente. Para que esta función sea exitosa, es necesario que todos los títulos y subtítulos estén jerarquizados de forma correcta. De nuevo, es fundamental hacer una lectura cuidadosa que permita garantizar estos detalles estén dentro del documento, para que al momento de seleccionar en la tabla de contenido, ésta lleve a la ruta correcta.
Todos los puntos expuestos anteriormente demuestran que la revisión general de un texto comporta unos detalles que no pueden pasar desapercibidos y se necesita de tiempo para evitar errores. Si se habla ya de la revisión a nivel profundo de un documento, esto implica coherencia, ortografía y cohesión, entre otras, la tarea se hace mucho más larga y dispendiosa. Como correctores de estilo debemos garantizar que cualquier personas pueda entender las ideas que quiere transmitir el autor. De ahí que haya que prestar atención a cada frase y verificar que tenga sentido, esté bien escrita y se articule con el resto del texto. Esta tarea no se lleva a cabo en cinco ni en diez minutos, se requiere de tiempo y concentración para lograrlo. Por eso, un texto de 700 páginas aunque requiera solo una revisión de forma a nivel general no puede revisarse en tres horas. Al menos no con la calidad deseada. Siempre habrá quienes por ganarse unos pesos, se atrevan a hacerlo.
El tema de la remuneración también vale la pena ser mencionado. En la misma línea de osar pedirle a alguien que revise un texto de 700 páginas en tres horas, está esa idea de que la tarea del corrector de estilo es fácil y por lo mismo no requiere de una remuneración muy alta. Se cree que es leer el documento y pillar errores en una primera lectura rápida. Nada más. No obstante, una vez nos metemos a corregir un texto nos damos cuenta de que muchas veces hay que reescribir partes enteras porque son ininteligibles. Se requieren dos, e incluso hasta tres lecturas para dejar el documento limpio. El tiempo invertido en esta labor y los conocimientos para que el texto pueda ser leído con fluidez valen, como cualquier otro trabajo; no todas las personas tienen la habilidad para hacerlo. Así que la invitación es a tener conciencia de lo que se le está pidiendo al corrector y no menospreciar la complejidad de la tarea que debe realizar.
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