Puede uno definir un desastre natural como aquel evento trágico que causa la naturaleza por sus ciclos, eventos o fenómenos que generan enormes pérdidas humanas y materiales. En resumen una situación en la que la naturaleza de manera improvista afecta a las personas y las cosas.
Las noticias en Colombia están llenas de desastres, es común oír que un talud enterró una población, que determinado municipio está inundado, que a causa del verano hay incendios, que poblaciones enteras están incomunicadas porque la montaña recuperó su lugar en la carretera y de paso, se llevó dos o tres casas.
Lo que llama la atención es que por lo general estos desastres, en su gran mayoría, no emergen de manera espontánea e inesperada y casi siempre afectan a los más pobres. Si un pueblo se inunda cada invierno no estamos ante una emergencia, la causa de la mayoría de los desastres del país no provienen exclusivamente de la naturaleza, sino de la ineficiencia del gobierno.
La corrupción, la incapacidad de la política económica para generar distribución de los ingresos y un modelo de ocupación del territorio que no corresponde a la planeación sino a la suerte, son las causales principales de que Colombia sea un desastre.
El derecho a la vivienda de los ciudadanos está sometido a la más profunda de las inseguridades. Ni la clase media con capacidad adquisitiva para apalancar una vivienda propia está libre de que el peor de los factores de riesgo en nuestra sociedad, la corrupción, la alcance. Caso típico la tragedia del Space, causada más que por la gravedad por la excesiva ambición de los constructores, quienes históricamente han financiado políticos para capturar la regulación urbanística y llenar sus bolsillos y los de sus poderosas “inversiones” en el poder.
Igual pasa con los afectados por las “olas” invernales o de verano. Los colombianos están encaramados en las laderas, en las riberas de los ríos o en edificios cuyo cálculo estructural es un cálculo de costos cohonestado con la autoridad que debe controlarlo. Lo que es un desastre, cuyo riesgo no está calculado, es el oequeño sector de la población que se ha encargado de hacer de la cosa pública, un negocio privado.
Una política de gestión del riesgo en Colombia pasa porque los ciudadanos erradiquemos el mayor de los riesgos al que estamos expuestos: los corruptos de profesión, la política clientelar y la convicción cultural de que la política es un negocio.
Para lograr el país que queremos debemos erradicar la cultura la corrupción y la violencia y no digo de la clase política sino de la cultura. Porque los políticos representan lo que somos todos los días, saltándonos la fila en el transporte, reduciendo la solidaridad a los espacios vigilados y haciendo la política para resolver nuestras necesidades personales.
En todos los niveles lo público es un escenario para garantizar ciertos intereses privados y no quiero responsabilizar a cada ciudadano por la plata que se roban unos pocos. Pero algo tendremos que cambiar en la cultura para que deje de ser normal que el poder se nos vaya a la cabeza y fundamentalmente a los bolsillos.
Comentar