En el artículo anterior, relaté la forma en que Cayo Julio César logró conquistar y pacificar a las Galias, lo que le significó la gloria militar, y a su vez, poderosos enemigos en Roma, que intentaron por todos los medios de arrebatarle lo que había conseguido y exiliarlo. Al gran General romano, lo esperaría la traición.
Alea Jacta Est
Los emisarios y espías de César en Roma le habían advertido que el Senado y su adversario, y antiguo socio, Pompeyo Magno, habían decidido quitarle el Proconsulado de las Galias, junto con sus legiones, y se le ordenaba que llegara a la República para ser juzgado por haber conquistado el territorio recién anexo sin el permiso explícito del Senado.
Las cartas estaban echadas, querían castigar a Julio César para despojarlo de su gloria y exiliarlo para que su ambición no llegara a Roma, pero el Imperator Cayo Julio César no iba a ver cómo se desmoronaba todo su legado sin dar batalla. Decidió entonces cruzar el Rubicón, lo que lo llevaría a que lo declararan enemigo de Roma (ya que la ley romana de la época prohibía que un Proconsul cruzara el Rubicón con sus legiones) y así dar inicio a una guerra civil. Fue entonces cuando mirando a sus legiones elevó un grito al cielo y a los dioses diciendo Alea Jacta Est, ¡la suerte está echada!
No obstante la abierta declaratoria de guerra, Julio César implementó un modelo llamado la Clementia Caesaris, que consistía en entender que esa era una guerra entre romanos y que después de la guerra, Roma tendría que levantarse y reconstruirse sin heridas del pasado. Por eso, cuando Julio César sometía a sus rivales, no les imponía la pena de muerte ni el exilio, ni mucho menos la pérdida de todos sus bienes. Procuró conservar la dignidad de los derrotados para evitar un derramamiento inútil de sangre.
Esta estrategia le significó a César la toma pacífica de Roma, ya que Pompeyo Magno y los Senadores aliados de éste, habían huido a Farsalia (Grecia), donde se encontraban sus legiones, lo que también le procuró la toma y pacificación de Hispania (España y Portugal), que fácilmente se postró a los pies de Julio César ante el vacío de poder que dejaba Pompeyo.
Julio César sabía que tenía que acabar con la guerra civil, y por eso tendría que ir hasta Farsalia y plantarle batalla a Pompeyo.
Fue una guerra cruda, en la que se derramó mucha sangre romana, y en la que finalmente salió victorioso Julio César, mientras Pompeyo huyó a Alejandría (Egipto), para pedirle al rey Ptolomeo XIII (un niño de poco más de 10 años) a que lo ayudara a derrotar a su enemigo.
Alejandría estaba en plena guerra civil, pues tanto Ptolomeo XIII como su hermana, Cleopatra VII, habían heredado el trono, hecho por el cual vieron conveniente el matrimonio entre ambos hermanos, no obstante, el asesor de Ptolomeo, el eunuco Potino, deseaba deponer a Cleopatra, lo que terminó en una guerra entre ambos hermanos por el poder.
Bajo estas circunstancias llegó Pompeyo Magno a pedir la ayuda del rey Ptolomeo, pero Potino, al saber de la derrota de éste en Farsalia, entendió que una alianza significaría la enemistad de César, por lo que mandó a decapitar a Pompeyo.
Cuando Julio César arribó a Alejandría, no tomó nada bien el obsequio que le hacían Ptolomeo y Potino, pues consideraba que Pompeyo no había tenido un final digno de un rival suyo. Después de este incidente mandó a ejecutar a Potino y al rey Ptolomeo le ofreció la isla de Chipre mientras le restablecía todo el Poder a Cleopatra.
Ptolomeo se alzó en armas y se enfrentó a Julio César y a Cleopatra, pero perdió la batalla y en medio de la huída por el Nilo, su embarcación fue atacada y murió ahogado.
La alianza entre Julio César y Cleopatra es una de las más famosas de la historia, no solo por ser el pacto entre los dos líderes más poderosos del planeta en ese entonces, sino porque sellaron la alianza con algo más que un apretón de manos, y la unión de ambos alcanza límites míticos incluso hoy día.
Con Pompeyo muerto, Julio César insistió en la Clementia Caesaris para sofocar cualquier intento de revuelta y solidificar su poder, pero aun así, varios de los seguidores de Pompeyo (Metelo Escipión, Cneo Pompeyo, Sexto, Catón, Afranio Petreyo y Labieno), se dirigieron al reino de Numidia (norte de África) y se aliaron con el rey Juba I para juntar sus legiones y plantarle batalla a César.
César volvió a salir victorioso, y nuevamente los sobrevivientes, entre ellos los hijos de Pompeyo, Cneo Pompeyo y Sexto, huyeron para rearmarse, esta vez en Hispania.
Julio César, con ansias de acabar por fin la guerra civil y de someter a sus enemigos les dijo a sus tropas “¡Que sean tratados como bandidos, despojados de sus armas y ajusticiados! Ya ha pasado la hora de la Clementia Caesaris ¡Matadlos y que persigan a los supervivientes! ¡Que sea una masacre!”.
Fue la batalla más sangrienta que enfrentó Julio César, y de la que salió nuevamente airoso, y en la que ningún enemigo, por romano que fuera, quedó en pie.
¿Et tu, Brute?
En Farsalia, antes de que Julio César saliera en busca de Pompeyo a Alejandría, sus legiones encontraron a Marco Bruto, Senador de la República aliado de Pompeyo e hijo de Servilia, la más cercana de las amantes de César, y a quien apreciaba como a su propio primogénito.
El General, aplicando su Clementia Caesaris decidió perdonar la vida de Bruto y los otros senadores que se aliaron con Pompeyo Magno, y los envió de regreso a Roma, donde estaría Marco Antonio, General aliado de César y quien estaba gobernando en ausencia de éste.
Cuando César llega de Alejandría, se encuentra con una Roma sumida en el caos debido a la escasez de alimentos y a la falta de preparación de Marco Antonio para mantener el orden.
Al ver esta situación, Julio César decide gobernar con ayuda de los Senadores, los mismos Senadores que se aliaron con Pompeyo, pero esta alianza entre el Senado y César tendría un costo muy alto, y fue designar a César como Dictator (dictador) por diez años, quitándole poder real al Senado, estando supeditados a los deseos de Cayo Julio César.
Rápidamente César empieza a instaurar una serie de reformas que favorecen al pueblo, como un sistema más eficiente de entrega de alimentos, un calendario solar (el mismo que tenemos hasta hoy), y la entrega de la ciudadanía a las personas que se encontraban en los territorios conquistados por Roma.
Mientras esto ocurría y el pueblo se enamoraba más y más de Julio César, Cleopatra reaparece en la vida de Julio César llegando a Roma con Cesarión, fruto de la alianza de los dos regentes más poderosos del planeta.
Con la llegada de Cleopatra y Cesarión, Julio César comienza a pensar en una dinastía, un reinado, cosa que el Senado jamás aceptaría, en especial Marco Bruto, a quien César consideraba un hijo (y tal vez lo fuera) y un posible sucesor al trono de Roma.
Marco Bruto ve entonces amenazada su posición de poder, y empieza a planear una conspiración contra César, aprovechando la indignación que había despertado entre los Senadores los últimos deseos de Julio César, ser Dictator a perpetuidad, además de anunciar una campaña militar contra el Reino de Partia (donde murió su antiguo amigo y socio Marco Craso).
El 15 de marzo del 44 A.C., y tres días antes de invadir a Partia, César es asesinado por unos cuantos Senadores liderados por Marco Bruto, el mismo Marco Bruto a quien Julio César le perdonó la vida en Farsalia y lo puso en una posición privilegiada mientras gobernó Roma.
William Shakespeare en su obra sobre Cayo Julio César le adjudicó a éste como últimas palabras: Et tu, Brute? Que traducida significa: «¿Tú también, Bruto?
En la batalla por el poder ni los lazos de amistad ni de sangre parecen pesar, por eso es válido preguntarse ¿Se debe otorgar poder a nuestros enemigos en aras de obtener legitimidad aunque estos no vacilen ni un segundo en lanzarse sobre nosotros como lo hicieron los Senadores con César?
Después del asesinato de César, Roma cayó en un estallido social sin precedentes, en el que Marco Antonio se vuelve el amargo rival de Marco Bruto, conflicto que terminó con el suicidio de este último antes de ser apresado.
Luego Marco Antonio termina siendo traicionado y huye a Egipto para casarse con Cleopatra, pero estos son perseguidos por los enemigos de Antonio y finalmente deciden quitarse la vida en un suicidio doble. Días después Cesarión, descendiente directo de Julio César, es asesinado.
Fruto de este caos, el sobrino nieto de Julio César, Octavio, termina tomando el liderazgo de la situación y se autoproclama Emperador, y así nació Roma como Imperio.
Los senadores en su ambición y afán de recuperar sus poderes, no vieron que el pueblo veneraba e idolatraba a Julio César, y que no les perdonarían haber acabado con la vida del gran conquistador, Imperator y Dictator.
Producto de su traición perdieron lo que siempre quisieron, la República, y en su lugar vieron el nacimiento de un Imperio.
Octavio adoptó el nombre de César, y se hizo nombrar el emperador (Imperator Caesar Augustus) gobernando desde el 27 A.C hasta el 14 D.C, constituyéndose así como el emperador romano con el reinado más prolongado de la historia.
La historia nos demuestra que la política y la guerra son dinámicas, y que quienes hoy posan de amigos, mañana no dudarán en clavarnos los puñales en la espalda, y que en la lucha por el poder, prima más la ambición y los egos que el bien común y la formación de un Estado fuerte y próspero.
He aquí, que la Clementia Caesaris de Cayo Julio César terminó siendo la piedra angular de su traición. Sin duda eran otros tiempos, con otros métodos, con otra cosmovisión del mundo, no obstante la pregunta queda latente ¿Cuántas veces los Estados perdonarán a sus enemigos, aunque estos se levanten una y otra vez en armas contra el Estado que los indulta? ¿Acaso es necesario recordar que Julio César fue asesinado por los mismos que él perdonó? Reza el adagio popular que quien no conoce la historia, está condenado a repetirla.
Pueden encontrar la primera parte de este artículo en el siguiente link: https://alponiente.com/la-conquista-de-las-galias/
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