Cartografía de cuerpos muertos

Su rostro mostraba el maltrato; cicatrices de puñaladas secadas por el sol, manchas negras de hematomas, labios rasgados por los puños; su cuerpo ha adoptado la postura de los perros callejeros, los cuales están dispuestos a matar por pan.  En estos tiempos de hambruna, se manchan los dientes con la sangre de sus congéneres.

Los perros, a diferencia de las mortajas expuestas a plena luz del sol que se pasen en la piel de los hombres, pueden escarbar en la basura algún hueso, hurtar cualquier desperdicio; aunque luego, con el cuerpo desacostumbrado a la carroña, terminen por morir pronto.

Estos seres propios de una pintura de Goya están esclavizados a su pipa, a su esquina, a las calles por donde andan buscando su sustento diario, su dosis diaria; no pueden alejarse demasiado de los sitios de expendio, su alma, como la sombra de aquel hombre de Adelbert Von Chamisso vendida por un puñado de monedas, está empeñada.

Por lo general las zonas donde habitan se encuentran hiperdegradas, en ellas se exhibe todas las modalidades de la degeneración y la miseria; allí los hombres abdican de su inteligencia; seres de prominente cultura se arrastran por el suelo bebiendo cuscas, escarbando zooplancton de las aceras para sobrevivir.

Igual que en la zona gris de Primo Levi, no basta la razón y la lógica para aprehender el caleidoscopio de formas, seres, prácticas e historias que allí se acumulan una sobre otra, como en las habitaciones de los inquilinatos donde se asfixian familias enteras.

Suelen estos hombres conspirar su sustento fungiendo como Brokers (mediadores) entre el jibaro y el cliente. Si no hay ventas, o si en medio de la barahúnda de sombras le sorprendiese una puñalada para usurpar los cobres, no habría garantías para él; su vida vale lo que cueste el gramo de su néctar corrosivo y la duración de su existencia esta ligada a la duración misma de su cuerpo para tolerar los cocteles de droga.

No habría quien relatase su historia, han pasado por esta vida anónimamente, dejando como relato de sus hazañas nada mas que el frenesí místico de la droga.

Han escapado de un cuadro de Edvar Münch como premonición -a modo de un pesimismo antropológico- del devenir inexorable de la degeneración de la especie.  Condenados a sol y sed, se les ve día y noche en las esquinas; aguantando el calor deformante, igual a exageradas plantas desérticas.

No tienen raíz, se mueven a su voluntad en el desierto de los hombres; igual a los arboles que caminan, no dejan por fruto más que su cadáver y el excremento de su éxtasis. Son caballos sin nombre, como la canción de la banda de acid Rock América. Anónimos, su más grande obra será terminar en una bolsa plástica sin placa de identificación.

. -los perros soldados al menos tienen eso -repite Nicanor mientras sorbe con delicada caballerosidad su menjurje de anilina y alcohol antiséptico.

Vengo desde hace muchos años al parque del barrio Sevilla; cuando no tenia  dinero para costear los precios de las drogas de alto textil de las cuales disfrutaba, encontraba en sus panópticos de lujuria y putrefacción los destilados que tanto agradaban al Baco que habitaba mi cabeza.

Travesías de peregrinos visitando los templos del vicio, una comunidad del vicio en todo su esplendor, igual a la civitas dei de Agustín de Hipona, solo que en esta representación pictórica del Giotto, los demonios han entrado y han gravado sobre las piedras sus leyes: forniquen, beban, corrompan las execrables  virtudes de sus antepasados, todos colonos violadores de nativos, ellos que han empalado a mi pueblo con su fe.

allí en este Quarter para patinar prendimos baretos para ahuyentar los espantos, alejándonos del pantano donde se retuercen los que vuelven a la vida alentados por su vicio; aprendimos de cortes, trapicheo y contrabando; dormí bajo las almenas del metro, buscando mangos para calmar el hambre un rato.

Se que en la sombra de sudor que deja mi culo y en la mancha de agua de la cerveza que se descongela en esta hermosa tarde de primavera, o de verano primavera (vaya usted a  saber con los desbarajustes que padece el clima hoy en día), se secara sin dejar rastro; la prenda calienta mi cabeza y me hundo en el cielo de una  Medellín extinta ya; al igual que yo, todas estas sombras, cuando se vaya la luz y el sol desaparezca, serán reemplazadas por cualquiera y la mancha se secara.

El vagabundo que ahora fuma conmigo de mi porro, yo y los cadáveres que se han llevado hace un momento, somos prescindibles; el caos tiene un plan perfecto del cual no somos parte más que por un momento.


Todas las columnas del autor en este enlace: Steven Cadavid Echavarría

Vicente Rojas Lizcano

En mis inquietudes esta la búsqueda de una forma autentica y novedosa de retratar las problemáticas sociales (conflictos armados, emergencias ambientales, actualidad política, la cultura). Ello me ha llevado a incursionar en la novela de ideas, el cuento, y demás formas narrativas como herramienta de teorización sobre la política y la sociedad.

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