Cartas a Víctor Hugo. Sobre el pastor y las ovejas díscolas

Apreciado Víctor, estos últimos días he tratado de entender los retos que traen los cambios obligados de hábitos. Romper con algunas rutinas y conductas no me resulta nada fácil; todo está en la mente, es cierto, pero a veces controlar a ésta no es sencillo y yo inútilmente sigo culpando al cuerpo porque me pide azúcar, grasas o carbohidratos, cuando estas peticiones vienen más bien de algo totalmente intangible: la costumbre.

Debido a lo anterior, la reflexión de esta semana es muy corta, un ejercicio de síntesis que a veces resulta ser más arduo y dispendioso, y que hoy te lo presento en una corta parábola, misma que no debe confundirse con una fabula pues para nada resulta ser una inspiración emanada de la fantasía.

El pastor, ese que conduce su rebaño por el camino correcto y a su vez protege la integridad de sus ovejas de lobos y posibles depredadores, poco a poco se desdibuja y pierde el control sobre sí y sobre las ovejas. Cansado de sólo pastorear, posa su mirada en otros menesteres más apremiantes para él, dejando la manada a su libre albedrío, a merced de las fieras, pero también con la libertad suficiente para que entren en todos los potreros sin control, para así devastar los campos a su antojo. Ahora, pastores y ovejas ya no son lo que eran, ahora son otra cosa, una cosa distinta que se hace necesario observar con otros ojos, ¿con cuáles? Con unos que, a la luz de la verdad, aún no existen.

No siendo más, se despide con aprecio, tu amigo.

Felipe.


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Felipe Jaramillo Vélez

Doctor en Filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana, Creador de la escuela de pensamiento Aún Humanos la cual reflexiona sobre el ascenso de la técnica sin reflexión desde el Humanismo.

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