Cartas a Adela – Cuarta carta (4/20)

Somos un par de tontos jugando al amor. Vos tenés una carta marcada con mi nombre y yo una con tu el tuyo estampado ¿A qué estamos esperando? ¿A que llegue el tiempo asesino y nos gane al Black Jack? Ay somos un par de tontos, irremediablemente tontos.

Mientras vos, con tu piel tornasol, cambias de colores con las estaciones y me clavas un silencio eterno en nuestras tardes de tardía tristeza, yo te contemplo y juego con los cigarrillos que ruedan por la mesa… ¿Ves? ¡Ya ataca el tiempo!

Recuerdo esas tristezas sobre el placard en el que reposo la yerba y el sahumerio de opio oriental, entonces me desvelo sobre tus cabellos y tu imagen me ve a media luz, a media alma… a medio corazón.

No sé exactamente por qué ha atacado la melancolía… tal vez te extraño y ya, y sé qué pensarás de mí cuando leas estas líneas; mentalmente dirás palabras como estas: sos un desastre. Entonces te respondo: ¿Qué soy un desastre? ¡Sí, eso lo sé!

Soy un desastre, me afeito solamente cuando las ideas se me enredan en la barba, me bebo el café de tus ojos y a la noche no concilio con el sueño, soy un desastre porque cuando Maga me envuelve en sus manos me vuelvo gris y luego llega Sasha que me besa tan despreocupada que me dan ganas de mandarlo todo al diablo… ¡Qué se vayan todos al cuerno! Y al final… al final Sissi con sus largas piernas me hace levitar entre garras y dientes mientras le pone una cucharadita y media de azúcar al mate. Lo entiendo, claro que entiendo este caos porque al final solo quiero quemarme las entrañas entre tus piernas ¿Que soy un desastre? ¡Lo sé! Con o sin vos no le hallo cura ni remedio a este quebranto de naranjas y desiertos.

Ya ves… me voy por ahí y regreso a casa con los zapatos manchados por los cerezos ¿Qué puede haber más inconexo y fárrago?

Qué me pasa, te preguntarás… será este montón de ojos que han socavado mi rostro pulcramente corrompido, o estas bocas que me hablan del pasado, el presente y el futuro… Qué relativo es el tiempo, ¿No te parece? Es decir, puede ser un reloj, la arena que cae, la tierra girando alrededor del sol o simplemente tres bocas que evocan y connotan imágenes escritas con una birome sacudida con lágrimas y tierra.

O será Maga que ahora duerme en las paredes, anclada como un trofeo a las orillas del Sena mientras atesora los retratos de Rembrandt bajo una sombrilla de Le Café.

Incluso Sasha y Sissi siempre tan cómplices en el sexo y en sus viajes oníricos, se encuentran distantes, errantes… y sus besos que sabían a dulce de membrillo ahora expelen el aroma de la coca y la sangre.

Estoy triste, jodidamente triste y te quiero, y te necesito. Es muy complejo llorar con tantos ojos en el rostro, lo que crees que es una lágrima deslizándose sobre las mejillas, termina siendo el río de la Plata desembocando en el Atlántico; te estoy hablando de mares de aflicción que no tienen un por qué, ni un para qué, tan solo tienen un por ti.

Me quiero ir, a caminar y a derretirme en el veranillo de San Martín para que mi bestial naturaleza se mezcle con el asfalto de esas placitas donde los chicos fuman marihuana y juegan tras un balón… me quiero ir, a Montevideo donde no estás ni estarás, a estar solo sin que me atormente la argamasa de tus caricias y besos, y aun así te necesito, pero mi boca que proclama el futuro me afana la desesperación y le trae calma a este andar sosegado.

Deseo perderme en el Rosedal mientras los gatos juegan a la rayuela y los próceres de la patria cantan los himnos de este país robado. Iré a deshacer mis huellas sobre la arena para que tu sonrisa no me siga los pasos en esta hora violácea, y me treparé a las nubes para gritarle a Dios que no existe.

Voy a cubrirme de celofán para que en las noches, de esta ciudad en llamas, pueda confundirme con los funambulistas y los trapecistas, para que no veas este berretín desdibujado que tengo para vos.

No he dicho nada y aun así siento que te hubiera descrito la aberrante soledad de este corazón pálido, y lo siento, lamento que oigas palabras tristes de mis bocas y que saborees el llanto de mis ojos, pero ¿Si no es a ti, entonces a quién? ¿Si no es así, a la distancia, qué otra forma poseo?

Hasta que nos veamos y pueda reposar mis alegrías y mis penas sobre tu costado, no hallo otra forma de desnudarme frente a vos y que le puedas hacer el amor a este amasijo de ideas y huesos.

Hasta entonces querida mía, corazón cobarde, corazón idiota, te seguiré escribiendo, te llenaré de letras, te haré un diccionario que pueda explicar lo estúpido que soy y me retrataré este rostro para que al menos el papel que tengas en tus manos reciba uno de tus dulces besos. Hasta entonces, hasta tenerte frente a mí y desgarrarte la carne, no me queda más que dejarte un: te extraño.


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César Augusto Betancourt Restrepo

Soy profesional en Comunicación y Relaciones Corporativas, Máster en Comunicación Política y Empresarial. Defensor del sentido común, activista político y ciclista amateur enamorado de Medellín.

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