Canto fúnebre por Colombia

Ismail Kadare tiene un texto llamado Tres cantos funebres por Kosovo. En esta colección de relatos, el autor nos presenta la región de Ilarium -los Balcanes-, donde los reyes belicosos siempre están en guerra y en donde el acero de las espadas jamás deja de chirriar, realidad bastante parecida a la de Colombia, en donde los fusiles jamás dejan de atronar.

Kadare nos lleva por esa región diezmada, siempre en disputada, cuyos últimos albores fueron alcanzados en las masacres étnicas de Kosovo durante la disolución violenta de la Yugoslavia.

Colombia, como la región de los Balcanes, hace parte de la constelación de países fallidos y violentos; de esos países que persisten en la guerra y la violencia como formas de vida.

En este inmenso purgatorio todas las sombras lloran un luto. Las personas han dejado algo enterrado en la oscuridad de la tierra, conocemos la muerte de cerca. En los pueblos han visto desaparecer a un ser querido o a la familia entera; en las regiones más ignotas del país han acontecido holocaustos en los cuales comunidades completas han ardido hasta consumirse en las llamas de la violencia.

El país es depredado por la misma violencia de siempre: asesinatos masivos de líderes sociales, persecución violenta de la oposición política, desmembramiento de la paz, desigualdad y miseria.

La Violencia  -la que se escribía con mayúscula-, la violencia que no cesa, la que siempre está hambrienta, toma forma en cada titular violento, en cada noticiario que solo come de lo que la violencia le avienta, en cada indicador que muestra como el país se va al carajo. Es la violencia que va de caza a la tribu del hombre-autómata, del hombre cosa; a diezmarlo, para arrancarle los harapos que le quedan y asesinar su descendencia famélica.

Baste el abrir un periódico de Colombia de cualquier tiempo y de cualquier orientación para constatar que la violencia es la misma y que sus herederos y perpetradores son los mismos. Solo el titular de los periódicos con la imagen de un niño de doce años ajusticiado por un cobarde cualquiera, con sus manos amarradas con cinta, confirma que la violencia de Colombia es la misma: una violencia mezquina, salvaje, impúdica, seviciosa, imparable.

Dia a dia nos exponen al horror. La existencia en Colombia es una estancia ininterrumpida en los horrores de Verdum, en la ignominia de Vietnam, en los fracasos de Ruanda. No es normal ni saludable vivir con los sentidos alertas, como animales cazados; con la zozobra en el alma, recibiendo llamadas que anuncian muertes violentas, corriendo de hordas asesinas, de escuadrones de la muerte, de terratenientes anexionistas, de empresarios desleales.

No puede vivirse en un país donde los ríos devuelven las cabezas cercenadas de los hijos del pueblo arrebatados furtivamente durante las noches. No hay esperanzas allí donde la vida vale tan poco y por tantos motivos te la pueden quitar.

Hambre y miedo es el sustento de la mente de nuestros niños, de nuestros hombres, de nuestras mujeres; el hambre y el miedo han formado su propio sistema de pensamiento, una racionalidad, un esquema de valores y un sin fin de placeres.

Nuestra materia ha sido degrada al estar sometida a las injurias y maltratos mas abominables; nuestro pensamiento famélico, no puede crear, no tiene con que elevarse en los empíreos del pensamiento; nuestros hombres moribundos solo pueden defender sus migajas; nuestra raza de gamines y prostitutas. Solo sabemos fabricar sicarios y jíbaros, putas y mulas.

Aca a la gente decente la matan por ser decente, la matan por vivir y no molestar, la matan por regalar agua limpia en vez de cianuro. El que se mancha las mangas lo mandan a cavar su fosa. El que quiere resolver el bendito problema y quitar el palo del camino termina colgado al lado del camino que quiso descubrir para uso de todos.

Pero como nadie soluciona los problemas de país y al que los soluciona lo asesinan, los pocos que han quedado no son más que un montón de opinadores; todos tienen una opinión al respecto. Son filósofos, políticos y directores técnicos de fútbol.  Saben que hacer pero nadie hace nada, tienen la fórmula secreta, el haz bajo la manga.

Saben de todo, pero en realidad nadie sabe nada de nada, porque a nadie le interesar comprender de verdad lo que es este país. Rehuyen de la verdad. Así es como esa violencia, siempre la misma en cada fase histórica del país, consigue actualizarse.

Se necesita tanto de la indolencia del que azota, como la pasividad del que ha sido embrutecido por la ferula, para que la violencia se perpetúe.

Dado el grado de violencia y las características propias de la violencia en Colombia, se podría aseverar que la indolencia de quienes han hecho y hacen usos monstruosos del poder es insondable; pero también que la degradación moral y ética del individuo en este purgatorio caribeño es imponderable.

Colombia debe ser muy importante, creo que si colombia cambia muchas cosas cambiarían en el la región y en el mundo. Seria algo asi como un gran suspiro de alivio.

Pero el 75 % de la cocaína del mundo se produce acá. Si usted quiere vender algo tiene que tener la materia prima. Por eso creo que las redes criminales más poderosas del mundo deben tener intereses muy grandes en colombia; de allí la violencia ejercida en sus acciones; deben tener intereses que no dejan a Colombia virar hacia otra realidad. Esto les obliga a valerse  frente a la sociedad civil de las tratos y procederes más inhumanos y crueles.

Tan importante es Colombia que diversas redes criminales operan en el país. Cabe recordar que el cártel de Sinaloa opera en Colombia; con el caso de Néstor Alonso Tarazona Enciso, cabeza del cartel en Colombia, capturado por la fiscalía, y de los nexos con el cártel de Sinaloa por los cuales fueron procesadas Dolly Cifuentes de Uribe y Ana María Uribe -cuñada y sobrina de Álvaro Uribe Vélez-, se va conociendo más sobre la presencia del cartel en el país.

También es menester recordar las redes de tráfico de personas y las rutas de migración ilegal que tienen en este momento a la zona del Darién en una crisis humanitaria sin precedentes.

Frente a los poderes que deciden y organizan, dotados de todos los elementos de control y vigilancia, amparados en una supuesta legalidad, operando desde las derruidas instituciones de la abortada democracia  colombiana, que no fue, los ciudadanos no son mas que objetos a disposición de su arbitrio.

No queda mas que refugiarse en el trabajo para olvidar el dolor. La unica pretension a la que podemos aspirar es que te atraquen y te maten o te maten sin razón alguna, por pura sevicia. No hay más certidumbre que la esclavitud o la muerte.

Pero estoy harto de esta violencia anómala, espuria, irreversible, que nos sofoca; cansando de la sensación de opresión en el pecho; de no poder crecer como persona, de no poder decidir sobre mi mismo, sobre mi espacio vital, sobre mi comunidad, sobre mi país; de ser un objeto con el que juegan los poderes criminales.

Hay quienes creen que Colombia es un platanal sin importancia, pero está muy engañada. Y los poderes que ven sus intereses amenazados lo saben. Por ello lucharán con toda la sarna y la violencia que ya han usado en el pasado. Pero entre más cerca estemos de conseguir el país que necesitamos, por el que tantos han soñado y han muerto, más arreciará la violencia. Y cuando la violencia homicida ya no les sirva de nada, de la sangre de nuestros caídos aflorará un mañana para todos.


Vicente Rojas Lizcano

En mis inquietudes esta la búsqueda de una forma autentica y novedosa de retratar las problemáticas sociales (conflictos armados, emergencias ambientales, actualidad política, la cultura). Ello me ha llevado a incursionar en la novela de ideas, el cuento, y demás formas narrativas como herramienta de teorización sobre la política y la sociedad.

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