“Algo sí es cierto, y es que temas de vital importancia no pueden dar más espera”
Cada inicio de año, forzosamente trae un cambio, así sea sólo un cambio de almanaque. Muchos -yo no-, creen que el simple transcurrir de un año a otro les traerá grandes cambios a sus vidas. Poco a poco, esa esperanza de cambio se va desinflando con el transcurrir de los meses; aunque habrá algunos que sí logren esos cambios en sus vidas y se cumplan las metas que se propusieron y escribieron en un papel decorado, o se les cumplan los deseos que pidieron atragantándose la boca de uvas a media noche.
Habrá que esperar hasta marzo y mayo, para confirmar si Colombia realmente quiere un cambio. Ese que llevamos esperando año tras año, década tras década, generación tras generación. Ese que propusieron en los años cuarenta, ochenta y noventa los asesinados a bala: Jorge Eliecer Gaitán, Héctor abad Gómez, Jaime Pardo Leal, Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro Leongómez, Bernardo Jaramillo Ossa y un largo etcétera.
El próximo 13 de marzo de 2022, domingo, Colombia llevará a cabo sus elecciones legislativas y elegirá 108 senadores y 188 representantes. Vamos a ver si Colombia por fin va a escoger a un congreso que no de vergüenza; que no plagie tesis ni falsifique títulos de bachillerato y universitarios; que no haga “jugaditas” para silenciar opositores; que no apruebe leyes mordaza que legalicen la persecución a opositores y censuren la poca libertad de expresión que aún nos queda; o leyes de seguridad ciudadana que justifique el asesinato de civiles a manos de otros civiles y los convierta en paramilitares. Tendremos que esperar para ver si Colombia ha aprendido del pasado y del presente, y por fin es capaz de escoger personas que no estén vendidos a los politiqueros dueños de los partidos tradicionales y corruptos, grandes empresarios y millonarios que con dineros de dudosa procedencia han llevado por años, siglos ya, a este país por el camino de la miseria y la mendicidad, siendo paradójicamente uno de los países más ricos en recursos naturales, agricultura y biodiversidad de la región.
El próximo 29 de mayo de 2022, también domingo, Colombia llevará a cabo sus elecciones presidenciales y elegirá al próximo presidente, o en su defecto a dos posibles candidatos que se enfrentarán más adelante, el 19 de junio en una segunda vuelta. Vamos a ver si Colombia por fin va a escoger a una persona que no esté bajo los hilos de viejos expresidentes o clanes politiqueros, de grandes banqueros y multimillonarios, de grandes empresarios y narcotraficantes.
Habrá que seguir esperando, ya menos, a ver si Colombia se toma la molestia de leer propuestas, soluciones y discursos de quienes va a elegir, y no sólo se conforma con un billete, un tamal con gaseosa o un par de tejas a cambio del voto para un político tradicional y corrupto. En unos meses sabremos, si somos capaces de transformar el inconformismo reunido en estos últimos meses, años, de protestas, paros y estallidos sociales, en votos, o tan solo seguiremos siendo un pueblo parecido a su selección de futbol, que todo el partido juega bonito, con pases y jugadas de lujo, pero que al momento de definir el resultado, no tiene determinación y termina cayendo en los mismos errores.
Algo sí es cierto, y es que temas de vital importancia no pueden dar más espera.
Colombia debe dejar atrás su economía extractivista y narcotraficante, debe dejar de explotar la tierra para extraer los cunchos de los combustibles fósiles, para empezarla a explotar sanamente, con agricultura y producción de alimentos que enriquezcan al campesinado por años olvidado y maltratado, y de paso mitigue el hambre de las grandes ciudades y los pueblos sumidos en el hambre, la miseria y el olvido estatal.
Colombia puede y debe incursionar en la generación de energías alternativas, limpias, que aprovechen la diversidad climática del territorio nacional y así mismo permita que lugares hoy sin servicio de energía, dignifiquen y mejoren su calidad de vida, convirtiéndose en productores y pequeños empresarios.
Colombia debe cambiar su sistema fallido de salud. La salud no puede seguir siendo el negocio lucrativo de las EPS`s que deja morir a sus pacientes en las puertas de los hospitales y en sus casas a la espera de atención médica. El sistema de salud debe ser público y se debe garantizar a todos los ciudadanos. Debe ser un sistema que en vez de curar, prevenga las enfermedades a tiempo y evite así el colapso.
La fuerza policial debe pasar a manos del ministerio del interior, que constitucionalmente es el encargado de controlarla, y debe ser una fuerza que proteja a la ciudadanía y no atente contra su integridad.
La guerra armada, tiene que llegar a su fin. Colombia no puede seguir en esa eterna pelea de ideologías degradadas que por años ha impedido la paz de las personas inocentes.
La educación básica y superior debe ser un derecho, pues así lo dice la constitución nacional en su artículo 67. Todos los y las jóvenes de Colombia, deben acceder a la educación superior sin la necesidad de pagar cuotas semestrales que superen aun los ingresos de su núcleo familiar.
Sin duda alguna, debe haber una redistribución de los presupuestos ministeriales. No puede ser posible un país en paz y con progreso, si la mayor parte de su presupuesto no va a salud y educación, sino a la guerra.
Colombia debe dar ese paso hacia el cambio, se debe arriesgar y debe dejar a un lado los miedos sin fundamento que no dejan avanzar ni progresar. Colombia debe aprender a elegir responsablemente y a conciencia a sus próximos dirigentes, o de lo contrario, probablemente no habrá vuelta atrás, nos iremos a un desbarrancadero sin retorno
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