Cali y la COP16 como el llamado a la paz con la naturaleza

Simón Velasquez Nicholls

los cultivos de caña se empiezan a transformar en extensos sembrados de apartamentos de interés social en las afueras de la ciudad”.


Con la mirada puesta en Cali, Colombia, el mundo aguarda con una mezcla de esperanza y expectación mientras se despliega uno de los eventos más significativos para el futuro del planeta: la COP16. Situada en el corazón del Chocó biogeográfico, reconocido como uno de los lugares más biodiversos del mundo, Cali emerge como un escenario emblemático para esta cumbre de vital importancia.

Más allá de sus exuberantes paisajes y su rica historia cultural, la ciudad enfrenta una encrucijada fundamental: ¿se convertirá en un faro de conservación y reconciliación con la naturaleza, o sucumbirá bajo el peso del desarrollo urbano desenfrenado? La COP16 promete ser mucho más que una plataforma para debatir políticas climáticas; es una oportunidad para repensar el futuro de Cali y del mundo entero.

La elección de Cali como sede para recibir a más de 12,000 delegados de todo el mundo no se debe únicamente a su biodiversidad. Su diversidad cultural, arraigada en las comunidades afro e indígenas, así como su contexto sociopolítico emergente, evidenciado en el estallido social del 2021, han sido factores determinantes. Por ello el eslogan elegido para la COP16 en Cali “paz con la naturaleza”, es un acierto muy importante.

De aquí que debemos entender que es eso de “paz con la naturaleza” y como deberíamos aplicarlo si se quiere que este escenario, aparte de beneficiar al mundo, beneficie a la ciudad que recibe tan importante cumbre. La ciudad y el departamento ha vivido muchos cambios durante toda su vida, pero ha sido el proceso de desarraigo cultural que ha generado que la sociedad caleña se sienta cada vez más cercana a una ciudad de cemento que a una ciudad biodiversa.

Creo que debemos empezar analizando el conflicto del monocultivo, que ya no solo afecta a la ciudad sino a todo el departamento, fue matando de a poco al campesinado, haciendo correr la frontera forestal, lo cual en su momento trajo mucho desarrollo, pero muchos conflictos con la naturaleza y con sectores sociales que quedaron marginados, generando una gran brecha social y ambiental en la ciudad.

No obstante, este proceso se ha ido disminuyendo, ya que el monocultivo ha sido un problema en muchos campos y cada vez su rentabilidad se pone más en tela de juicio, por eso podemos ver como los cultivos de caña se empiezan a transformar en extensos sembrados de apartamentos de interés social en las afueras de la ciudad, con una escases absoluta de árboles. Cada vez resulta más evidente que la brecha tanto social como ambiental no ha hecho más que ampliarse, marginando a las personas en pequeñas viviendas a las afueras y en las laderas, sin árboles que provocan islas de calor que aumentan el cambio climático.

La suma de todos estos escenarios de exclusión ambiental y social se evidencio en el estallido social del 2021, pero ya había dado sus primeros avisos en el paro nacional del 2019, en el cual todos los analistas importantes se dieron cuenta que Cali es y fue una bomba de tiempo.

A lo anterior le debemos sumar los horrores que le han hecho a los ríos de nuestra ciudad, los cuales, creyendo el humano que puede moldearlos a su antojo, los ha desviado, entamborado y convertido en caño, que con conexiones erradas de cañerías Cali aporta toneladas de materia fecal al río Cauca, al cual caen todos los ríos de nuestra ciudad, así como montones de desechos de minería, como el mercurio de las minas de oro y el hierro de las minas de carbón.

Los casos que más preocupan son el Cañaveralejo que está agonizando y el Aguacatal que esta rojo de tanta minería. Es importante hacer un reconocimiento al gobierno nacional por su búsqueda en la solución de la minería en los farallones de Cali.

Cali es una de las ciudades que la atraviesan más ríos en el mundo y de igual manera todos los ríos están contaminados, el único que podríamos decir que se “salva” es el rio Pance. Los caleños y caleñas le hemos dado la espalda a los ríos y se nos ha olvidado que somos una sociedad de gente dulce y no precisamente por la caña, sino por el agua que atraviesa nuestra ciudad.

Aquí debemos reconciliar a la gente con sus ríos, con la biodiversidad de su ciudad y con su gente, por eso debemos utilizar el escenario de la COP16 como un espacio para hablar de conservación mundial, pero debemos iniciar con recuperar nuestros ríos, debemos lograr que los ríos sean corredores bilógicos, que sirvan tanto de paso de animales migratorios como para la diversión, el desarrollo económico y la diversidad cultural que nos caracteriza como caleños y caleñas, debemos iniciarlo con una transformación cultural, que permita el empoderamiento de las comunidades y de la sociedad para exigir y aportar en la construcción de políticas de conservación y recuperación ambiental.

Cali es una belleza, su gente es sin igual y con grandes capacidades, por eso no dudo que, si desde este escenario hacemos un llamado a los dirigentes del mundo y sobre todo de nuestra ciudad y del país, podemos ser un ejemplo para el mundo en recuperación y conservación de ecosistemas, en una ciudad de alrededor de 3 millones de habitantes, por eso creo en los beneficios de COP16 en Cali y creo firmente en sus eslogan de hacer “la paz con la naturaleza”.


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Simón Velasquez Nicholls

Soy profesional del programa de estudios políticos y resolución de conflictos. He trabajado en comunicación política como asesor político, así como analista político en diferentes medios de comunicación como, univalle estéreo, rcn radio, telepacífico y canal 2 de cali. También me he desempeñado como facilitador en educación, diseñador y desarrollador de talleres con énfasis en resolución de conflictos y educación ambiental.

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