Heidegger, filósofo alemán de principios del siglo pasado, se preguntaba “Por qué hay algo y no más bien nada”. Esta es la pregunta de las preguntas, sin duda, que siempre es necesario hacerse, más aún hoy día, cuando los múltiples relatos quieren dominar y prevalecer en todo el universo de nuestras sociedades.
Es cierto, todo grupo humano anhela legitimarse e instalar su verdad sobre las otras, dominar el espacio vital-social, para que todos sus miembros tengan el derecho de usufructuar “legalmente” de sus postulados, en dignidad, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran. Pienso que, sin prejuicios, es meritorio perseguir nuestros objetivos colectivos, ya que nos hacen singulares, y sobre manera afianzan nuestra naturaleza libertaria.
No obstante, por juicio y cautela, no debemos imponer nuestros relatos de una verdad histórica o del presente, porque la verdad absoluta no existe, sólo existen las interpretaciones de los hechos; y, además, estimado amigo, la historia y el presente son puramente cosas, materia; solamente el futuro tiene grosor y densidad ontológica (esencia del ser). Por lo tanto, busquemos estrategias y tácticas correctas para dominar el futuro.
En lo personal, veo a la bella Colombia, mi segunda patria, dispersa en muchos relatos, es decir, en varios modelos de sociedades ideológicas, en muchos casos irreconciliables, luchando por sus verdades, razones y causas, decididamente opuestas, por tiempos y espacios, dominios y poderes; la ciudadanía radicalmente polarizada entre “uribistas” y “santistas”, conservadores y liberales, otros de orientación de derecha y de izquierda, la tradición democrática de la nación y el resurgimiento de colectivismo de origen marxista, los que han perpetuado por décadas la lucha hegemónica por el poder central; en otro ángulo, desde los tratado de paz con el M-19, y el consabido “Tratado de Paz con la Farc”, vuelven a la escena guerrillera nuevos “Combatientes”, y aquellos desmovilizados que luchan desde otras trincheras, diseminados todos en micro grupos, tanto “colgados” como “descolgados”, y lo más sorprendente, todos éstos en disputas permanentes, y con propias historias.
Además, amplifican este escenario controversial una gama particular de peculiares relatos, aquellos que emergen del descontento socio-económico, étnico, estudiantil, incluso geográfico: tribus urbanas, cuyos orígenes foráneos se relacionan a ciertas corrientes musicales; organizaciones estudiantiles de “primera línea”, integrados por secundarios y universitarios descontentos del sistema; migrantes, especialmente desplazados del desgobierno dictatorial venezolano; afrodescendientes e indígenas, los que alcanzan a un 10% aprox. de la población nacional, y que por desidia gubernamental nunca los han escuchado, manteniéndolos siempre en la marginalidad y empobrecidos; comunidades Lgbt, feministas, pro aborto, anarquistas, y suma y sigue…; carteles, enriquecidos al margen de la ley, desafiando el estado de derecho, que operan bajo un manto de protección, blanqueando el dinero, y que siguen actuado impunemente, a plena luz del día; la supra-guerrilla que nuevamente se rearma especialmente en las costas del Pacífico y otras regiones del centro-sur del territorio; las endémicas clases sociales, en constante discordia, “los de arriba” y “los de abajo”, según la ecología social.
Mencioné antes que no tengo prejuicios en relación a que debemos ser auténticos, luchar por nuestras aspiraciones que consideramos legítimas; no obstante, estoy muy lejos de aceptar los atropellos, la beligerancia actitudinal y verbal, menos aún las imposiciones violentas. Para ello, existen los mecanismos democráticos y el estado de derecho, dentro de los cuales podemos actuar en consecuencia, sin producir dolor y muerte.
También, tal como iniciara este artículo, nuevamente me vienen las palabras preclaras de Heidegger, preguntándose por todo lo que existe ante nuestros sentidos, y desestimando, “diplomáticamente”, la nada, la infinitud de la nada. Sin duda, asimismo, sociológicamente, si en una comunidad no existe un relato único, o dos, o un conjunto mínimo de relatos poderosos, que redacten nuestras necesidades e intereses y nos sintamos personal y socialmente bien, el vacío se llenará siempre con ´populismos y demagogias, o simplemente ocupara su lugar la ¡fuerza bruta!
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